Chakama, el infierno terrenal: secretos mortales del culto que sacudió a Kenia
Más de 400 cuerpos, rituales apocalípticos y una investigación que destapa la oscura realidad de los cultos en África
El descubrimiento de más de 400 cuerpos en fosas comunes dentro del extenso Chakama Ranch en Kenia ha dejado al mundo en estado de shock. Esta tragedia sin precedentes ha destapado una red de fanatismo, manipulación religiosa y abandono institucional que, por años, se consolidó en silencio en una de las regiones más remotas del país africano.
¿Cómo empezó todo?
Todo comenzó en 2023, cuando las autoridades kenianas encontraron centenares de cuerpos enterrados cerca de la Iglesia Good News International fundada por el autodenominado pastor Paul Mackenzie en el área de Shakahola, parte de la gigantesca finca Chakama en el condado de Kilifi. El líder religioso, que ha sido acusado de múltiples cargos incluyendo asesinato y crímenes contra la humanidad, promovía un mensaje de ayuno extremo y reclusión total como método para “prepararse para el fin del mundo”.
En agosto de 2025, tras nuevas exhumaciones en esta zona rural, los cuerpos encontrados crecieron a 434, además de más de 100 partes humanas sueltas, lo que sugiere una estructura minuciosa de asesinatos o muertes inducidas. Muchos de los cuerpos eran de niños, mujeres embarazadas y ancianos.
La nueva ola: ¿reagrupamiento del culto?
La policía keniana declaró en septiembre de 2025 que los recientes hallazgos se deben a lo que describieron como un intento de reagrupamiento de antiguos miembros del culto. Según el Inspector General Douglas Kanja, se teme que algunos seguidores que lograron evadir las redadas iniciales hayan vuelto a la zona para continuar sus prácticas. “Estamos usando todos los recursos disponibles. Esta investigación es una de las más importantes en la historia contemporánea de Kenia”, aseguró Kanja a los medios.
Paul Mackenzie: el rostro del apocalipsis keniano
Paul Nthenge Mackenzie, ex taxista convertido en predicador, es el personaje central de este macabro capítulo. Fundó su iglesia a comienzos de los años 2000 y rápidamente comenzó a difundir enseñanzas apocalípticas. La narrativa que empleaba era simple, pero potente: el mundo estaba a punto de terminar y solo sus fieles, los verdaderos elegidos, podrían salvarse si abandonaban el mundo corrupto.
Sus sermones incitaban el abandono de la vida cotidiana, renunciar a la educación, a los trabajos, incluso a los tratamientos médicos. A esto se sumaron mensajes de ayuno fatal, donde se animaba a los miembros a dejar de comer durante semanas para “purificarse” antes del fin de los tiempos. Según informes de autopsias, una gran mayoría falleció por inanición.
Un territorio sin ley
Chakama Ranch es un terreno de alrededor de 1.200 kilómetros cuadrados, una región boscosa, aislada, y pobre en recursos. Estas características lo convirtieron en el escondite ideal para una comunidad que buscaba operar sin interferencias externas. Su extensión y densidad dificultaron desde el inicio las labores de rescate e investigación.
“Este es un lugar donde el Estado no llega”, reconoció el propio jefe policial Kanja. La falta de presencia estatal permitió que Mackenzie edificara un pequeño "estado" teocrático donde las reglas democráticas no se aplicaban. La disposición estratégica de los cuerpos—todos enterrados cerca de sus chozas comunitarias—sugiere una planificación sistemática y prolongada.
La investigación continúa
La última fase de exhumaciones fue suspendida momentáneamente para permitir el análisis forense de ADN. El patólogo jefe del gobierno, Richard Njoroge, indicó que las autopsias comenzarán tan pronto se completen las radiografías necesarias para determinar causas exactas de muerte y posible identificación de víctimas.
Mientras tanto, 11 sospechosos más fueron arrestados tras la denuncia de una madre que perdió a sus hijos. La policía también ha empezado a investigar transferencias de dinero recibidas en los teléfonos de los acusados, lo que arroja luz sobre una posible red de financiación internacional.
La conexión con el extremismo religioso global
Los casos de cultos religiosos extremos no son nuevos, y el de Kenia recuerda episodios tan trágicos como la Masacre de Jonestown en 1978, donde más de 900 personas murieron tras beber un cóctel con cianuro inducidas por el líder sectario Jim Jones.
En África, sin embargo, este tipo de organizaciones son aún más difíciles de erradicar debido al alto analfabetismo, la pobreza endémica y la débil presencia institucional. Según la ONU, aproximadamente el 59% de la población en zonas rurales de Kenia no tiene acceso regular a servicios gubernamentales esenciales, lo que crea el caldo de cultivo perfecto para la manipulación religiosa.
Una deuda del Estado y de la sociedad
Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han criticado duramente al gobierno keniano por su tardía reacción. Muchos preguntan cómo fue posible que cientos de personas desaparecieran sin que las autoridades intervinieran antes. Una investigación parlamentaria está en curso para determinar responsabilidades políticas e institucionales.
“Estamos hablando de cifras que superan incluso ciertos episodios del genocidio de Ruanda en número por una sola operación de culto. Eso debe hacer sonar las alarmas no solo en Kenia, sino en toda África”, explicó Kayode Obasanjo, experto en extremismo religioso del African Policy Institute.
La tragedia desde adentro: testimonios horribles
Entre los sobrevivientes rescatados en operaciones anteriores se encuentran varios niños, muchos de los cuales aún presentan signos de trauma psicológico grave. Grace Mwende, de 16 años, fue rescatada con un cuadro severo de desnutrición. “Nos enseñaban que el mundo nos odiaba, que las escuelas eran del demonio y que comer era ofender a Dios”, relató a un medio local.
Otros testimonios revelan castigos físicos, aislamiento de miembros que intentaban escapar y destrucción de documentos personales para borrar rastros de identidad, lo que complica la identificación de muchos cuerpos recuperados.
¿Cómo evitar otra tragedia así?
Expertos argumentan que el factor más importante para prevenir tragedias similares es la educación. El acceso a la información, combinado con una vigilancia institucional activa y el empoderamiento de comunidades rurales, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
- Descentralización de servicios gubernamentales: es imperante que haya presencia efectiva del Estado en áreas rurales.
- Alfabetización religiosa: promover una interpretación moderada y basada en derechos humanos de los textos religiosos.
- Denuncias accesibles: creación de canales confiables donde las personas puedan reportar sospechas sin temor a represalias.
- Psicoterapia comunitaria: restaurar a los sobrevivientes y prevenir nuevas captaciones mediante asistencia psicosocial.
Shakahola: símbolo del horror y la esperanza
Mientras Kenia –y el mundo– sigue asimilando el horror de Shakahola y Chakama, las autoridades tienen una enorme responsabilidad por delante: hacer justicia y, sobre todo, recuperar la confianza de una población que por años fue olvidada. Aunque la sombra de Paul Mackenzie y su culto persistan, miles claman por claridad, redención y una respuesta firme para proteger a los más vulnerables.
Este caso no solo es un drama religioso o policial; es una radiografía del fracaso del Estado en su rol más esencial: proteger la vida.