Gaza bajo fuego: el dilema mortal de sus habitantes frente al avance israelí
Miles de palestinos enfrentan una elección imposible entre marcharse y posiblemente jamás regresar, o quedarse en una ciudad al borde de la aniquilación.
Una ciudad atrapada entre la memoria y la destrucción
Gaza, una de las ciudades más densamente pobladas del mundo, se encuentra una vez más al borde del abismo. Con una ofensiva israelí que avanza sin tregua y la declaración de la ciudad como "zona de combate", los residentes están atrapados en un dilema desgarrador: quedarse y enfrentar la muerte o marcharse y tal vez perder su hogar para siempre.
“Es simple: decides entre vivir o morir”, dice Mohammed Alkurdi, refugiado en la ciudad con cientos de miles más. Las zonas marcadas como rojas ya están siendo demolidas. Para muchos, irse implica gastar miles de dólares que no tienen y competir por un espacio en los abarrotados campamentos del sur. Para otros, quedarse es vivir con el terror diario de los bombardeos.
Un regreso marcado por la desesperanza
Tras una tregua en enero, muchos palestinos decidieron regresar a Gaza con la esperanza de encontrar intactos sus hogares. Al llegar, descubrieron solo ruinas. En el barrio de Zeitoun —antiguamente uno de los más vibrantes con escuelas, mercados y clínicas— ya no queda casi nada. Fotos satelitales muestran cómo múltiples bloques de viviendas han sido convertidos en montones de escombros por bombardeos y excavadoras.
“El edificio donde me refugio tiembla como si fuera un terremoto”, relata Alkurdi. “Escucho las fuerzas israelíes mientras borran completamente mi zona”. Viudo virtual desde que su esposa e hijos lograron escapar de Gaza el año pasado, planea retirarse hacia el sur solo si su calle es incluida en las evacuaciones.
Evacuación distinta y más desesperada
Amjad Shawa, director de la red de ONG palestinas, enfrentó una situación similar. Regresó al barrio de Rimal a inicios de año y ahora teme que, si debe evacuar, sea una despedida definitiva. “Antes tenía mi auto, había combustible... ahora ya no queda casi nada; Rafah y Jan Yunis han sido arrasadas”, señala. Hoy, la huida no garantiza ni seguridad ni futuro.
El peso de quedarse: cuando tu ausencia puede ser más letal
Para personas mayores y vulnerables, irse no es una opción. “Mi madre no puede caminar, y mi tía está aún peor. Marcharnos es impensable”, explica Norhan Almuzaini, trabajadora humanitaria.
Amal Seyam, directora del Women’s Affairs Center, ha sido desplazada cinco veces. Su hogar en el barrio de Tuffah fue destruido. Actualmente vive con compañeras en una oficina convertida en refugio. Afirma: “Solo me iré cuando todas las mujeres que me necesiten salgan. Gaza entera ya es una zona roja. Los ataques caen a unos metros de nuestra ventana”.
Muchos empiezan a empacar. Para otros, es simplemente revivir un trauma sin fin. “¿Sabes lo que significa ser desplazado?”, pregunta Seyam. “Volver a empezar. Volver a comprar mantas, una tienda... reconstruir todo otra vez”.
El sur: una tierra saturada, sin esperanza y sin higiene
Quienes lograron marcharse hacia el sur describen un infierno diferente. Iman El-Naya huyó a Khan Younis. Dice que la higiene es nula, el agua escasa y el pan un lujo. “Todo es más caro desde que llegaron los desplazados del norte”.
Shorouk Abu Eid, embarazada, vive en un mar de miseria: “No hay privacidad, ni un rincón para descansar. Lo que antes caminaba en 10 minutos, ahora me toma una hora. Entre tiendas solo hay 10 centímetros”.
“¿Cómo vamos a caber todos aquí?”, se pregunta Jamal Abu Reily. “¿Dónde van a quedarse? ¿En el mar?”
¿Una limpieza étnica en curso?
La destrucción sistemática de Gaza City y la presión para que sus habitantes evacúen recuerdan a muchos observadores una estrategia de desposesión duradera: expulsar a los palestinos de sus territorios. Líderes israelíes han manifestado abiertamente el objetivo de trasladar a la población palestina, despertando temores de una limpieza étnica encubierta bajo justificativos de combate.
“Israel no solo está militarizando Gaza, está redibujando su mapa humano”, denunció recientemente un informe de Human Rights Watch, mientras otras organizaciones alertan de posibles crímenes de guerra debido al castigo colectivo y la destrucción deliberada de infraestructura civil.
La vida entre ruinas no es vida
La reiterada estrategia de evacuar poblaciones enteras sin garantías de retorno ha condenado a los gazatíes a vivir en una espiral sin fin de desplazamiento, trauma y pobreza. En menos de un año, más del 80% de la población de la Franja ha sido desplazada al menos una vez, según datos de OCHA.
“Esto no es una guerra. Esto es deshumanización sistemática”, dijo Amal Seyam en una conversación con periodistas europeos. “Nos están despojando del derecho siquiera a existir en nuestra propia tierra”.
¿Y ahora qué?
Mientras muchos gobiernos observan con impotencia, la situación en Gaza se deteriora día tras día. Las organizaciones internacionales piden mayor presión humanitaria sobre Israel y un cese inmediato de las hostilidades. Pero en el terreno, no hay silencio, ni paz. Solo bombas, gritos y escombros.
En medio de las ruinas de Zeitoun, una mujer escribió en los escombros: “Este era mi hogar. Todavía es mi tierra”. Gaza resiste, no con armas, sino con memoria, dignidad y la inquebrantable esperanza de regresar a casa.