Inundaciones y desamparo: la catástrofe silenciosa en Punjab
Cuando el clima extremo y las decisiones diplomáticas agravan una crisis humanitaria en Pakistán
La provincia de Punjab, en Pakistán, está viviendo una de las peores crisis humanitarias de su historia moderna. En las últimas semanas, más de 1.3 millones de personas han sido desplazadas debido a intensas inundaciones causadas por lluvias torrenciales y la liberación aguas arriba de represas desde India. Este desastre natural ha demostrado no solo la vulnerabilidad ambiental de la región, sino también la fragilidad de su infraestructura y la falta de respuestas adecuadas del gobierno local y central.
El inicio del desastre
Las lluvias comenzaron en julio, intensificándose en agosto. India, que comparte varias cuencas hidrográficas con Pakistán, emitió múltiples alertas de inundación debido al exceso de agua en sus presas. Las autoridades indias notificaron a Pakistán sobre la necesidad de liberar agua hacia los ríos fronterizos Ravi, Sutlej y Chenab. Sin embargo, la magnitud de la descarga resultó en un desbordamiento repentino que anegó numerosas localidades paquistaníes, particularmente en los distritos de Narowal, Sialkot y Muzaffargarh.
Un éxodo sin precedentes
En los últimos dos días solamente, cerca de 300,000 personas han tenido que ser evacuadas. Esto se suma al más de millón de desplazados desde que comenzaron las lluvias. La Autoridad Provincial de Gestión de Desastres (PDMA) calificó este esfuerzo de evacuación como uno de los más extensos en la historia de Punjab. Decenas de miles de rescatistas, incluyendo soldados del ejército, utilizan botes y drones de rescate para localizar a personas atrapadas, muchas de ellas refugiadas en los techos de sus casas anegadas.
¿Y la ayuda humanitaria?
A pesar del despliegue de campamentos temporales y del suministro de alimentos a algunas zonas, los ciudadanos denuncian un abandono casi absoluto. "En los campamentos no hay condiciones dignas para vivir. La comida llega tarde y nos tratan como mendigos", se queja Malik Ramzan, uno de los desplazados que decidió permanecer cerca de su vivienda inundada en lugar de entrar a un campamento.
La situación se torna aún más crítica si consideramos que más de 33,000 aldeas han sido afectadas directamente por las inundaciones. El gobierno ha asegurado que los damnificados por la pérdida de sus hogares y cosechas serán compensados, pero las acciones concretas aún no son palpables para la mayoría de los afectados.
Una región atrapada en el ciclo climático
Este no es un desastre aislado. Según datos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el sur de Asia es una de las regiones más vulnerables al cambio climático. En particular, Pakistán ya sufrió en 2022 otra catastrófica inundación atribuida al cambio climático, con un saldo de casi 1,700 muertes y pérdidas multimillonarias.
El ministro de Gestión de Desastres de Pakistán reconoció que las lluvias de este año han sido más intensas y erráticas debido al incremento en la temperatura global. La situación es un reflejo directo del desajuste climático global, del que los países más pobres terminan siendo las víctimas más recurrentes.
La tensión entre vecinos: India y Pakistán
Más allá de lo climatológico, la liberación de agua desde India también eleva las tensiones diplomáticas entre ambos países. Aunque existe un acuerdo de intercambio de información bajo el Tratado de Aguas del Indo firmado en 1960, el flujo no planificado o poco preavisado de aguas ha causado fricciones constantes. La dinámica de "avisos de último minuto", como el más reciente entregado pocas horas antes de la liberación masiva, impide una rápida preparación por parte de Pakistán para defender a su población.
Las cifras del desastre
- Más de 3.3 millones de personas afectadas
- Aproximadamente 1.3 millones desplazados desde el inicio de las lluvias
- Alrededor de 40,000 personas en campamentos de socorro
- Daños severos en decenas de miles de hectáreas agrícolas
- Daños materiales aún en proceso de evaluación
Además de las pérdidas humanas y materiales, lugares históricos como el santuario de Guru Nanak fueron alcanzados por las aguas en la localidad de Kasur. Aunque el templo ya ha sido restaurado y reabierto, fue una señal clara de cómo incluso los patrimonios culturales no están a salvo ante este tipo de fenómenos.
Los drones y la tecnología en el rescate
Una de las herramientas más utilizadas en esta emergencia ha sido el uso de drones. Gracias a ellos, los equipos de rescate han logrado localizar a cientos de personas refugiadas en zonas de difícil acceso. La tecnología ha sido vital para ganar tiempo en una emergencia donde cada minuto cuenta. Este tipo de operaciones podrían convertirse en la norma ante desastres de esta magnitud y frecuencia.
La respuesta política y las críticas
Maryam Nawaz Sharif, ministra jefe de la provincia de Punjab, visitó zonas afectadas y prometió ayuda directa. Sin embargo, activistas y periodistas locales han cuestionado su presencia como "una visita simbólica estética sin soluciones concretas". La presión social crece, y la administración se encuentra bajo escrutinio tanto interno como internacional.
¿Qué se necesita ahora?
La urgencia está en varios frentes:
- Refuerzo de las infraestructuras de contención fluvial y drenaje
- Creación de un sistema binacional con India para la gestión compartida de cuencas hidrográficas
- Inversión en tecnologías de alerta temprana más eficaces
- Programas de relocalización planificada y más apoyo a víctimas del cambio climático
También resulta clave abordar el factor climático de fondo. Sin un compromiso global más riguroso y sin que las potencias económicas reduzcan su huella de carbono, fenómenos como este serán cada vez más frecuentes e incontrolables para países como Pakistán.
Una catástrofe evitable… si se actúa
Las inundaciones de Punjab nos recuerdan que los desastres naturales, aunque en principio inevitables, se magnifican por la falta de preparación, por respuestas lentas y por la escasa cooperación internacional. Resolver la crisis no será fácil, pero es vital. Si el presente es caótico, el futuro —si persiste la indiferencia— promete ser devastador.