Últimos Ritos: El cierre (¿definitivo?) de una saga que dominó el terror moderno

“The Conjuring: Last Rites” ofrece un adiós nostálgico con demonios, amor y espejos malditos

Una despedida bien merecida (o no tanto)

Después de más de una década de sustos, ecos demoníacos y objetos poseídos, “The Conjuring: Last Rites” llega como el supuesto cierre de una de las franquicias más prolíficas del cine de terror contemporáneo. Con Patrick Wilson y Vera Farmiga retomando sus papeles como Ed y Lorraine Warren, esta entrega ofrece lo que podría ser su última investigación paranormal. Pero ¿realmente merecemos este adiós?

De regreso a lo conocido: la fórmula Warren

La saga “The Conjuring” se ha mantenido siempre en la misma fórmula: casas embrujadas, juguetes que cobran vida, pisos que crujen, y por supuesto, una pareja luchando contra el mal con fe y amor como armas. "Last Rites” no cambió mucho eso. Sin embargo, esta vez hay una mezcla de cierre familiar con peligros sobrenaturales que se balancean entre lo efectivo y lo reciclado.

La historia comienza con una escena ubicada en 1964, cuando los recién casados Warrens investigan su primer caso —sí, otra vez un objeto maldito—, pero se ven obligados a interrumpirlo cuando Lorraine entra en trabajo de parto. Ahí nace Judy, su hija, que será pieza clave para la década de los 80, donde se retoma la mayoría del filme.

Un espejo maldito y vibras ochenteras

El objeto de terror en esta entrega es un espejo de marco de madera tallado con siluetas de tres niños. Un regalo de confirmación para una adolescente que rápidamente desata caos, levitaciones, personajes poseídos y líneas telefónicas (con cable) arrancadas de la pared. Este espejo conecta los horrores de una familia promedio con el legado de los Warren.

La ambientación ochentera no solo sirve para guiños estéticos como hombros anchos, gafas redondas y corbatas de clip, sino también para evitar la tecnología moderna y justificar teléfonos con cables y bibliotecas polvorientas. Además, le da espacio a una gran elección musical : Howard Jones, David Bowie y The Cult adornan la banda sonora y refuerzan la nostalgia de la época.

Los Warrens que envejecieron (pero no se retiran)

Ed Warren, con problemas cardíacos, y Lorraine, aún sensible a las presencias, se han retirado. Judy (ahora interpretada por Mia Tomlinson) es una joven adulta que también comparte la habilidad de su madre para percibir lo paranormal. Ella es ahora el nuevo eslabón emocional de la saga.

Pero, como siempre, las fuerzas del mal llaman y los Warren se ven obligados a regresar, esta vez conectando su historia con la de la familia afectada por el espejo. Una muerte inesperada de un personaje recurrente hace que los caminos se unan: “Nos encontró”, dice ominosamente el padre de la familia afectada.

Sustos ya conocidos, pero aún efectivos

La cinta repite muchos de los elementos clásicos: tormentas, música de caja, vómitos demoníacos, muñecas espeluznantes y apariciones fugaces. Michael Chaves, quien regresa como director, vuelve a apoyarse en los sustos súbitos más que en el terror psicológico.

A nivel técnico, el uso de cámara lenta, subrayado con una banda sonora inquietante, sigue funcionando, aunque ya no sorprende. La posesión culminante durante una boda —sí, hay boda— resulta tanto emotiva como absurda pero es el típico clímax de la franquicia: una mezcla dulce y tenebrosa.

¿Demasiado azúcar en el horror?

Una crítica recurrente a la saga “The Conjuring” ha sido su necesidad de combinar ternura familiar con ultraviolencia demoníaca. En esta entrega, esa dualidad alcanza su punto máximo. Tras secuencias de terror incluye momentos casi Disney: “el amor todo lo puede”, dejando poco espacio a un desenlace nihilista o siniestro que tal vez hubiese sido más coherente.

Sin embargo, hay que entender que este universo siempre ha priorizado la redención y la lucha de la familia como núcleo. La teología católica blanda que Ed repite como arma espiritual vuelve, aunque de forma un tanto cansina. Uno esperaría que después de tantos encuentros con el mal, al menos ya supiera el Exorcismus in Satanam de memoria.

La despedida de los Warren: ¿final o pausa?

En tiempos donde el cine de horror se inclina hacia el análisis social, las metáforas políticas o los slashers extremos, los Warren nos recuerdan que el miedo también habita en lo cotidiano: un sótano oscuro, una mecedora vacía, un espejo.

“The Conjuring: Last Rites” no revoluciona el género ni reinventa su propia franquicia. Pero sí consigue un cierre digno para una saga que definió parte del terror moderno. Si esta es realmente la última película —aunque ya sabemos que los estudios aman las precuelas y spin-offs—, al menos no se va por la puerta trasera.

Franquicia de fe y horror

Empezando en 2013 con la cinta original dirigida por James Wan, “The Conjuring” no solo generó secuelas directas sino también todo un universo compartido con títulos como “Annabelle” y “The Nun”. Se estima que la franquicia ha recaudado más de $2.100 millones de dólares en taquilla global, siendo una de las sagas de terror más exitosas de todos los tiempos (Box Office Mojo).

Este universo ha sido constantemente criticado por reciclar recursos, pero también elogiado por saber asustar sin necesidad de mostrarlo todo. Un mérito que no todas las franquicias pueden ostentar tras diez años en cartelera.

¿Una última oración?

“Last Rites” no es perfecta, pero logra equilibrar el horror clásico con una emotividad bien ejecutada. Es un tributo cauteloso a sus protagonistas y una carta de despedida que sabrá satisfacer a los fieles seguidores. Y si deciden revivirla… bueno, nada muere para siempre en el mundo del terror.

Valoración: ★★★ (3 de 5)

Este artículo fue redactado con información de Associated Press