Anutin Charnvirakul y el nuevo equilibrio político de Tailandia

Entre tensiones fronterizas, promesas de reforma constitucional y una oposición fortalecida, Tailandia se adentra en una etapa clave de su historia política

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El laberinto parlamentario tailandés: una cronología reciente

Tailandia, país conocido por su vibrante cultura y agitada dinámica política, se encuentra nuevamente en un punto de inflexión. El Parlamento busca elegir a un nuevo primer ministro luego de una serie de sustituciones políticas, rupturas en coaliciones e intervenciones judiciales. Esta vez, todas las miradas están puestas en Anutin Charnvirakul, líder del Bhumjaithai Party, quien se perfila como el más probable nuevo jefe de gobierno.

Desde que se celebraron las elecciones generales de 2023, el país ha navegado por aguas políticas cada vez más turbias. Uno de los giros más importantes fue la destitución de Paetongtarn Shinawatra, hija del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, quien fue inhabilitada por la Corte Constitucional por estar involucrada en una llamada con el presidente del Senado camboyano, Hun Sen, en plena crisis fronteriza.

Anutin Charnvirakul: ¿centro de estabilidad o nuevo epicentro del conflicto?

Con sólo cinco candidatos elegibles –todos nominados en 2023, según las normas constitucionales tailandesas–, la figura de Anutin ha cobrado fuerza como la más viable. Cuenta con el apoyo de 146 parlamentarios de su partido y aliados, a los que se suma el respaldo de 143 legisladores del People's Party, superando así cómodamente los 247 votos necesarios en la Cámara Baja (que actualmente tiene 492 miembros activos).

Pero, ¿quién es Anutin y por qué genera tantas expectativas, tanto positivas como críticas? A sus 58 años, su hoja de vida política es amplia. Desde participar en gobiernos de coalición respaldados por el ejército hasta ser ministro de Salud durante la pandemia de COVID-19, su figura ha estado rodeada de controversia pero también de reformas notables. Uno de sus mayores logros: la legalización del cannabis. Bajo su liderazgo, Tailandia se convirtió en el primer país del sudeste asiático en despenalizar su uso con fines médicos y económicos.

No obstante, esta medida ha generado debates sobre su implementación y regulación. Expertos de salud pública han advertido que “la política de cannabis fue lanzada sin una estrategia clara a largo plazo”, lo que puede causar consecuencias imprevistas.

Un posible gobierno de minoría con compromisos constitucionales

Aunque el panorama parece favorable para Anutin, su llegada al poder no será un cheque en blanco. El People’s Party, que de hecho fue la fuerza más votada en 2023 bajo el nombre Move Forward Party, ha dejado claro que no formará parte activa del gobierno. Esta posición plantea un primer escollo para la nueva administración: gobernar sin mayoría plena ni una oposición aliada.

Además, uno de los requisitos principales impuestos por el People's Party es que el nuevo gobierno organice un referéndum para una nueva constitución redactada por una asamblea constituyente electa. Esta insistente demanda busca dejar atrás la vigente constitución impuesta por el régimen militar tras el golpe de 2014, considerada por muchos como antidemocrática.

El fantasma de la monarquía en la política tailandesa

Las tensiones entre progresismo y conservadurismo están en la raíz de la actual inestabilidad política tailandesa. En 2023, el Move Forward Party fue vetado como opción legítima para liderar el país dado su interés por reformar la monarquía, lo que generó un rechazo masivo por parte del Senado, dominado por senadores nombrados por la junta militar.

Aunque el Senado ha perdido el poder de influir en la elección del primer ministro, su legado permanece arraigado en la política y en el poder judicial. Numerosos analistas consideran que la estructura actual impide una verdadera alternancia progresista sin un cambio constitucional sustancial.

Paetongtarn y Srettha: dos caídas que revelan fracturas institucionales

Antes de este nuevo intento de formar gobierno, el país fue dirigido brevemente por Srettha Thavisin, un empresario que duró un año en el poder antes de que la Corte Constitucional lo destituyera por violaciones éticas, en decisiones ampliamente vistas como politizadas. Su sucesora, Paetongtarn Shinawatra, tampoco logró estabilidad: su gobierno colapsó después de un escándalo relacionado con una conversación diplomática con Camboya que desencadenó la retirada del apoyo del partido de Anutin.

Estas destituciones consecutivas evidencian un patrón: la justicia se convierte en arma, y los equilibrios de poder están sujetos a presiones externas del viejo aparato militar-religioso-monárquico que aún rige en las sombras. La permanencia de gobiernos civiles parece estar condicionada a su docilidad frente a estas esferas.

Promesas de disolución parlamentaria: ¿renovación sincera o estrategia temporal?

Anutin y su partido prometieron que, si es elegido, disolverán el Parlamento dentro de los próximos cuatro meses. Esta decisión tendría como objetivo restaurar la legitimidad democrática mediante nuevas elecciones. Él mismo declaró que procederá con la disolución tras dar su discurso de investidura.

Sin embargo, surgen dudas legítimas respecto a la sinceridad de esta medida. ¿Realmente busca devolver el poder a la ciudadanía o simplemente ganar tiempo para consolidar una administración desde la cual reformar las reglas del juego? El apoyo condicional del People’s Party fija un margen político limitado, lo que puede generar nuevas tensiones institucionales si no se cumplen los compromisos asumidos.

¿Tailandia hacia una nueva era?

El contexto actual coloca a Tailandia en una encrucijada política. Por un lado, se vislumbra la posibilidad de avances constitucionales y una mayor inclusión democrática si se cumple con lo prometido. Por otro, la sombra del autoritarismo y la persecución judicial, como en los casos recientes de destitución, señalan un estado de derecho pervertido por la política.

Una declaración reciente de Natthaphong Ruengpanyawut, líder del People’s Party, lo resume con crudeza: “Si no reformamos la constitución, jamás superaremos este ciclo de gobiernos débiles e inestables. El pueblo habló en 2023. Es hora de escucharlo.”

Un dato que ilustra los factores de fondo: solo 7 de los 17 primeros ministros tailandeses desde 1932 han terminado su mandato sin ser derrocados, arrestados o forzados a dimitir. La inestabilidad parece crónica, pero también revela una patente voluntad popular de transformación.

La frontera con Camboya: otro factor geopolítico caliente

El escándalo diplomático que precipitó la caída de Paetongtarn guarda relación con un viejo conflicto limítrofe con Camboya que escaló a una confrontación armada en julio. Este hecho reavivó un nacionalismo dormido, que diversos sectores políticos buscaron capitalizar. Anutin, en cambio, ha adoptado un enfoque más moderado, evitando confrontaciones y proponiendo recursos multilaterales para su resolución pacífica.

Este posicionamiento también ha sido estratégico para asegurar el apoyo del electorado moderado y evitar fisuras internacionales que perjudicarían al país en tiempos de incertidumbre económica.

¿Y ahora qué?

Todo indica que Anutin Charnvirakul asumirá el papel de primer ministro en breve, pero bajo condiciones estrictas. La posible disolución parlamentaria y los compromisos para cambiar la constitución abren un compás de espera: una pequeña esperanza para muchos activistas y movimientos ciudadanos que ven en este nuevo pacto político una oportunidad real de cambio.

Aun así, como advierten analistas políticos en Bangkok, “el verdadero reto para Anutin no será ganar la votación parlamentaria, sino mantener su palabra en un sistema donde las promesas casi siempre se esfuman como humo de incienso”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press