De Gaza a Donetsk: las tragedias paralelas de dos guerras modernas

Violencia, refugiados y esperanzas rotas: la realidad de civiles atrapados entre bombas en Ucrania y Palestina

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En medio del caos global, dos regiones desgarradas por la guerra —Gaza y Donetsk— ofrecen retratos escalofriantes de sufrimiento, resiliencia y desesperanza. Desde los ataques aéreos israelíes sobre Gaza hasta los bombardeos rusos en el este de Ucrania, los civiles sufren en carne propia las consecuencias de conflictos prolongados donde las prioridades geopolíticas superan los derechos humanos más básicos.

Las cifras del horror: Gaza y Donetsk bajo fuego

Más de 64,000 palestinos han muerto, casi la mitad mujeres y niños, tras los constantes ataques de Israel en respuesta al asalto del 7 de octubre de 2023 por parte de Hamas, que dejó 1,200 israelíes muertos y 251 rehenes. La ofensiva se ha recrudecido con el objetivo anunciado por el primer ministro Benjamin Netanyahu de erradicar a Hamas completamente —una meta que parece cada vez más lejana en medio del aumento de víctimas y el colapso total de infraestructura en Gaza.

Mientras tanto, en la región del Donbás oriental de Ucrania, la ciudad de Kostiantynivka ejemplifica otro escenario de destrucción masiva. Con una población que alguna vez alcanzó los 67,000 habitantes, el lugar ha quedado reducido a ruinas. Según datos de autoridades ucranianas, Rusia controla ya más del 70% de la región de Donetsk, desplazando a decenas de miles de personas, destruyendo servicios básicos y dejando muchas zonas inhabitables.

Vidas rotas: historias humanas entre ruinas

En Gaza, un bombardeo reciente mató a 28 personas, incluyendo a nueve niños, seis mujeres y un bebé de apenas 10 días. Las víctimas, según los registros del Hospital Shifa, se encontraban en tiendas improvisadas para desplazados internos. Estos números no hacen sino seguir incrementando a diario.

En Kostiantynivka, la historia de Tetiana Zaichikova, una mujer de 69 años que enseñaba música en un jardín de infantes, ofrece un paralelismo doloroso. Su casa fue reducida a escombros por un bombardeo nocturno. “Si hubiera dado un paso más hacia la cocina, no estaría viva”, dice aún con marcas visibles de la explosión. Fue rescatada por su vecino luego de horas de martillar entre los escombros.

El drama de la evacuación: ¿quién escapa del infierno?

En Gaza, Israel ha sido criticado por atacar áreas densamente pobladas y con gran presencia de civiles desplazados. Las autoridades israelíes argumentan que Hamas se esconde entre los civiles, lo que convierte las zonas urbanas en objetivos militares. Sin embargo, testigos directos y organizaciones como la ONU llaman a frenar esta devastación que no distingue entre combatientes y población civil.

En Ucrania, agentes como el oficial de policía Yevhen Mosiichuk arriesgan sus vidas todos los días para evacuar civiles de zonas como Kostiantynivka. Equipados con chalecos, cascos y detectores de drones, enfrentan ataques constantes mientras intentan salvar a los últimos habitantes —en su mayoría ancianos, discapacitados o personas sin medios para huir.

La situación empeora cada minuto”, dice Mosiichuk. “Están usando todos los tipos de armas”. En sus propias palabras, muchas ciudades de Donetsk corren el riesgo de “ser borradas del mapa”, como ya ocurrió con Avdiivka y Bakhmut, otrora polos industriales hoy reducidos a escombros.

El precio de la resistencia y del desarraigo

¿Por qué muchas personas no huyen de inmediato de zonas de guerra? La respuesta está envuelta en una maraña de factores: miedo, pobreza, imposibilidad logística, afecto por la tierra natal o simple negación. Mykhailo Maistruk, un hombre ucraniano de 67 años con una pierna amputada, pasó dos años sin salir de su apartamento porque el ascensor había dejado de funcionar. Su esposa, Larysa Naumenko, enfrentaba la disyuntiva de dejar atrás 40 años de vida en el mismo hogar.

¿Crees que es fácil irte después de 40 años? Nos quedamos sin nada”, afirma Naumenko entre lágrimas mientras es evacuada finalmente en medio del estruendo de los bombardeos. Como en Gaza, muchas familias no tienen adónde ir, y las pensiones mínimas ucranianas no permiten empezar de nuevo.

Evacuación en Ucrania

Tetiana Zaichikova camina sobre una plataforma durante una evacuación en la estación de tren de Lozova, Ucrania

¿Dónde están las soluciones?

En ambos conflictos se exige lo imposible: desde el lado israelí se plantea desmantelar completamente a Hamas, devolver a todos los rehenes e imponer un control absoluto sobre Gaza. Hamas exige la retirada total de Israel, fin del asedio y liberación de prisioneros. En Ucrania, las negociaciones de paz han fracasado periódicamente, incluso tras intentos impulsados por figuras controversiales como Donald Trump. La guerra ya ha superado los tres años y muestra signos de intensificación en lugar de agotamiento.

La pregunta no es cuándo acabarán estos conflictos, sino cuántas vidas más deben perderse antes de que las potencias involucradas prioricen la humanidad sobre la hegemonía.

¿Un patrón global?

Gaza y Donetsk no son casos aislados, sino ejemplos visibles de cómo las guerras modernas —asimétricas, prolongadas y tecnológicamente avanzadas— arrastran a civiles a los márgenes de su propia historia. Las guerras ya no se libran en campos distintos a los hogares, hospitales y escuelas.

Desde vuelos de drones sobre corredores humanitarios hasta la destrucción sistemática de infraestructura civil, los métodos de guerra actuales difuminan las líneas entre lo militar y lo civil. Y mientras tanto, miles como Tetiana, Mykhailo, Larysa y tantos niños sin nombre solo quieren algo muy simple: vivir.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press