Diplomacia en aguas turbulentas: Sudáfrica entre potencias y presiones globales
El dilema geopolítico de Sudáfrica al posponer ejercicios navales con China y Rusia en plena presidencia del G20
Un ajedrez diplomático en alta mar
Sudáfrica se encuentra en el epicentro de una encrucijada diplomática mientras se prepara para acoger la cumbre del G20 en noviembre de 2025. El gobierno sudafricano solicitó oficialmente a China postergar los ejercicios navales conjuntos programados con el gigante asiático y Rusia —dos países con los que sostiene una estrecha alianza dentro del bloque BRICS— para evitar interferencias logísticas y de seguridad en el marco de la cumbre que se celebrará en Johannesburgo los días 22 y 23 de noviembre.
Esta solicitud no es menor: implica un delicado movimiento en el tablero geopolítico en el que Sudáfrica debe equilibrar su protagonismo internacional con sus lazos estratégicos con Oriente y, al mismo tiempo, manejar la tensión con Occidente, particularmente con Estados Unidos.
El G20 y la lupa del mundo
El Grupo de los 20 (G20) representa a las principales economías del mundo y, en esta ocasión, Sudáfrica ostenta la presidencia rotatoria. Un rol que no solo le otorga visibilidad, sino también responsabilidad. La celebración de la cumbre en Johannesburgo ha despertado gran expectativa, especialmente por la posible asistencia del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha sido crítico del gobierno sudafricano y su política exterior. Aunque fue invitado por el presidente Cyril Ramaphosa, Trump ha expresado dudas sobre su participación, acusando a Sudáfrica de mantener “políticas muy malas” y ser “antiestadounidense”.
Además, la presencia del presidente chino Xi Jinping sí está confirmada, mientras que la del presidente ruso Vladímir Putin resulta casi imposible, dado que Sudáfrica es signataria del Estatuto de Roma y estaría obligada a arrestarlo por una orden internacional emitida por su involucramiento en la guerra de Ucrania.
Ejercicios navales programados: ¿alianza o provocación?
Sudáfrica lleva a cabo ejercicios navales conjuntos con China y Rusia cada dos años como parte de su agenda BRICS. Estos ejercicios simbolizan una creciente colaboración con Oriente y su interés por mantener independencia estratégica frente a Occidente. El ejercicio de este año, liderado por China, estaba previsto para finales de noviembre, coincidiendo con la cumbre del G20.
“Queremos garantizar que los ejercicios no interfieran con los arreglos logísticos, de seguridad y de protocolo asociados con la presidencia del G20”, declaró el Ministerio de Defensa sudafricano en un comunicado. Sin embargo, hasta el momento, no se ha confirmado si China aceptó el aplazamiento propuesto.
Una historia de fricciones con Estados Unidos
Las relaciones entre Sudáfrica y Estados Unidos no han sido del todo estables en los últimos años. En 2023, la nación africana ofendió a Occidente al hospedar de forma visible a buques militares chinos y rusos. Estados Unidos calificó ese gesto como una afrenta a la estabilidad geoestratégica en medio de la creciente tensión global por la invasión rusa a Ucrania.
La reacción del expresidente Trump ha sido dura. Tras una visita a la Casa Blanca por parte de Ramaphosa, Trump fue invitado al G20, pero en julio de ese mismo año expresó que estaba considerando no asistir: “He tenido muchos problemas con Sudáfrica. Ellos tienen políticas muy malas”, comentó, en referencia a lo que él interpreta como una postura contraria a la población blanca y antinorteamericana.
La doble cara de BRICS y G20
Este episodio resalta una tensión implacable: Sudáfrica es miembro de BRICS (junto a Brasil, Rusia, India, China y recientemente otros países como Arabia Saudí), bloque que promueve la multipolaridad, cooperación Sur-Sur y el desarrollo independiente de Occidente. Pero también preside este año el G20, foro dominado históricamente por potencias del Norte global como Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido.
Intentar mantener el equilibrio entre ambos frentes ha sido una tarea delicada para Pretoria. Mientras potencia los lazos comerciales y estratégicos con China y Rusia, debe también evitar el aislamiento o sanciones occidentales.
Xi Jinping y China: el verdadero poder tras las maniobras
China es la nación que lidera los ejercicios navales de 2025 en aguas sudafricanas. Es también el principal socio comercial de Sudáfrica, con un intercambio que superó los 45 mil millones de dólares en 2022, según cifras del FMI. Además, desde la cumbre de Johannesburgo en 2015, China ha invertido en infraestructura, minería y proyectos energéticos en África austral.
El 3 de septiembre de 2025, en el contexto de la conmemoración del 80º aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, China realizó un desfile militar en Pekín que exhibió su poderío ante el mundo. Putin asistió al evento, solidificando aún más su alineación con Xi. Estos gestos no pasan desapercibidos para Sudáfrica, que debe calcular su postura sin provocar las iras de ninguno de sus socios.
¿Neutralidad activa o ambigüedad riesgosa?
En política exterior, Sudáfrica sostiene un principio pragmático conocido como neutralidad activa, adoptando posturas que aparentan equidistancia entre los bloques, pero favoreciendo sus propios intereses. Esta doctrina, sin embargo, ha sido interpretada como ambigüedad por Washington, especialmente ante votaciones en la ONU contrarias a sanciones contra Rusia o ante tolerancia a visitas militares chinas.
La presión de Occidente es creciente. En el futuro relevo de la presidencia del G20, el paso de la batuta de Sudáfrica a EE.UU. podría marcar un cambio de tono o incluso cuestionar el protagonismo africano en esta instancia.
El papel de África en la nueva geoestrategia global
Este episodio revela algo mayor: África ya no es solo objeto de intervención o ayuda internacional, sino un sujeto geoestratégico con poder de decisión. El continente acoge bases militares extranjeras (de Francia, EE.UU., China y Turquía), negocia tratados regionales de libre comercio y ahora encabeza foros como el G20.
La influencia de China en África ha cambiado el eje diplomático del continente. A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, Beijing ha financiado obras en más de 40 países africanos. Y Sudáfrica, como potencia continental, sirve de laboratorio para observar las tensiones entre influencia global y autodeterminación.
Sudáfrica y el deber de elegir
La decisión de Ramaphosa de pedir que se pospongan los ejercicios navales, en vísperas del G20, es una señal clara: Sudáfrica quiere preservar su protagonismo en el escenario internacional sin comprometer sus relaciones diplomáticas. Pero esa decisión también despierta dudas entre sus aliados BRICS sobre su compromiso estratégico.
¿Estamos presenciando el inicio de una reconfiguración del liderazgo africano? ¿Podría Sudáfrica mediar entre potencias como China, Rusia y EE.UU. desde un rol neutral y propositivo? De momento, el Gobierno ha optado por la prudencia.
La importancia simbólica del G20 en África
Esta será la primera vez que un país africano lidera el G20 —y lo hace en un momento de marcada polarización global. La imagen de Trump, Xi y otros líderes reunidos en Johannesburgo refleja un simbolismo mayúsculo: África deja de ser solo “invitado” a convertirse en anfitrión, regulador del discurso y moderador de conflictos.
El futuro de las relaciones entre las potencias dependerá en gran parte de cómo Sudáfrica gestione esta cumbre. Las expectativas son tan grandes como los riesgos. Pero si cumple con éxito, podría ser señal de un nuevo orden multipolar donde la voz africana ya no solo se escucha, sino que se considera imprescindible.