El raro milagro de la lluvia en Emiratos Árabes Unidos: entre la fascinación, la crisis y la resiliencia
Dubai lidia con el desafío climático, la escasez de agua y la infraestructura urbana ante lluvias cada vez más intensas
Un espectáculo celeste en medio del desierto
En un rincón montañoso del norte de Emiratos Árabes Unidos (EAU), cerca del pueblo de Masafi, las nubes oscurecieron súbitamente el cielo azul eterno. El calor, tan típico del verano en la región, se vio brevemente interrumpido por algo insólito: una tormenta. Para muchos, fue un momento mágico. Para otros, una advertencia de lo que puede venir.
Las lluvias son eventos extraordinarios en este país desértico conformado por siete emiratos. Tanto los locales como los múltiples trabajadores extranjeros —especialmente indios y pakistaníes que crecieron bajo monzones— se lanzan a las afueras para disfrutar del raro regalo del cielo. “La lluvia aquí es como un espectáculo de fuegos artificiales. Es un alivio, una bendición”, afirma Howard Townsend, aficionado a la meteorología con una fuerte presencia en redes sociales en Dubái.
El costo oculto del desarrollo
Sin embargo, este fenómeno tan esperado no siempre es motivo de celebración. Dubái alberga ya a unos 4 millones de personas, frente a los apenas 255,000 que se contabilizaban en 1980. Este crecimiento vertiginoso ha añadido una enorme presión sobre los recursos hídricos del país.
Según el World Resources Institute, EAU se ubica en la séptima posición mundial en riesgo de escasez de agua. La nación depende mayormente de 70 plantas de desalinización, reutilización de aguas residuales para riego por goteo, y de presas construidas para captar y almacenar el limitado flujo de agua de lluvia.
El gobernante de Abu Dhabi y líder del país, Sheikh Mohammed bin Zayed Al Nahyan, dijo en 2011: “El agua es más importante que el petróleo”. Esta declaración hoy resuena más fuerte que nunca.
Consumo desbordado en tiempos secos
La Dubai Electricity and Water Authority (DEWA) reportó una producción de 683.7 mil millones de litros de agua por desalinización solo en un año. Aun así, la demanda sigue en aumento. Las estadísticas revelan que un residente de Dubái consume alrededor de 550 litros de agua por día, uno de los índices más altos del mundo (la media global está en torno a 150-200 litros).
Lluvias intensas y ciudades no preparadas
En abril de 2024, Dubái vivió su peor episodio de lluvias desde 1949. En un solo día, cayeron 142 milímetros de agua —más que la media anual de 94.7 mm en el Aeropuerto Internacional de Dubái. Este lugar, el más transitado del mundo en vuelos internacionales, fue uno de los tantos espacios paralizados por las inundaciones.
El análisis del grupo World Weather Attribution determinó que el 85% de la población y el 90% de la infraestructura en Dubái son vulnerables tanto al aumento del nivel del mar como a fenómenos climatológicos extremos.
“El dilema no es si ha llovido más, sino a dónde va esa agua”, señala Townsend. Las zonas desérticas que rodean la ciudad no absorben rápidamente el agua, y su centro urbano carece de sistemas de drenaje eficaces.
Una inversión multimillonaria contra el clima
Ante este panorama preocupante, el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum —gobernante de Dubái— anunció una inversión de 8 mil millones de dólares destinados a construir un gigantesco sistema de drenaje subterráneo. Este proyecto permitirá aumentar la capacidad de recolección de aguas pluviales en un 700%.
“Será el sistema de drenaje de agua de lluvia más grande de la región”, afirmó. La obra implicará el uso de maquinaria de excavación subterránea para evitar nuevas catástrofes urbanas por lluvias.
La caza de tormentas como conexión cultural
Algo que podría parecer un hobby inusual ha cobrado fuerza en los EAU. Se trata de la “caza de tormentas”, un fenómeno cada vez más popular entre los trabajadores expatriados, especialmente de Kerala, India.
Muhammed Sajjad Kalliyadan Poil, conocido como el “UAE Weatherman” en Instagram, lidera excursiones para perseguir nubes cargadas de agua sobre las montañas Hajar. Cuando encuentra un cúmulo-nimbo, él y su comunidad celebran el momento como un regreso a su infancia.
“Cuando una gota nos toca, sentimos que volvemos a casa”, exclama Kalliyadan con visible emoción.
Sembrando nubes, buscando respuestas
Desde hace varios años, el gobierno también ha recurrido a la controvertida práctica de la siembra de nubes. Aviones especializados liberan productos químicos en formaciones nubosas para provocar lluvias artificiales —un método viable, pero también cuestionado ecológicamente.
Aunque ha demostrado cierta efectividad en disparar precipitaciones, los expertos recuerdan que esta técnica debe formar parte de un plan más amplio de sostenibilidad y eficiencia hídrica.
Una paradoja llamada agua
Los EAU hoy enfrentan una paradoja: celebrar la lluvia como un regalo milagroso y al mismo tiempo temerla como una amenaza. La combinación de crecimiento urbano desmedido, dependencia de tecnologías costosas como la desalinización y la escasa cultura de ahorro de agua ha colocado al país en una situación crítica.
Si bien las inversiones millonarias en infraestructura son un paso en la dirección correcta, el cambio real quizá deba iniciar en la conciencia colectiva de quienes viven en la región —ciudadanos y expatriados por igual.
“El desierto tiene memoria”, dice un viejo proverbio beduino. Y quizás ahora, más que nunca, esa memoria está escribiéndose con agua.