Inmigración, asilo y violencia: ¿cuánto pesan los casos individuales en el debate migratorio británico?
El caso de Hadush Gerberslasie Kebatu sacude la comunidad de Epping y reaviva tensiones sobre el uso de hoteles para migrantes en Reino Unido
Un caso que impacta más allá del tribunal
El nombre de Hadush Gerberslasie Kebatu, un solicitante de asilo de origen etíope, apareció en todos los titulares británicos tras ser declarado culpable de agredir sexualmente a una mujer adulta y a una niña de 14 años pocos días después de su llegada al Reino Unido. Este hecho, ocurrido en la localidad de Epping, al este de Londres, provocó una ola de protestas, tensiones comunitarias e incluso reacciones de grupos de extrema derecha.
Pero lo que algunos perciben como un caso más de violencia, otros lo ven como la punta del iceberg de un debate mucho más complejo: el sistema de asilo británico, las condiciones en las que se aloja a los solicitantes, y la percepción pública respecto a esta población vulnerable.
¿Qué ocurrió en Epping?
Según el tribunal de Chelmsford, Kebatu, de 41 años, había llegado al Reino Unido en bote a través del Canal de la Mancha poco más de una semana antes de los incidentes. Las pruebas presentadas indicaron que intentó besar a la menor mientras ésta se encontraba sentada en un banco, le tocó el muslo y le acarició el cabello. En un segundo incidente, acosó a una mujer que le brindaba ayuda para redactar su currículum.
El juez Christopher Williams lo declaró culpable de dos cargos de agresión sexual, uno de intento de agresión sexual, uno por incitar a una menor a mantener actividad sexual y otro por acoso sin violencia. Sentenciará al acusado el 23 de septiembre.
Reacciones encendidas y protestas públicas
La reacción en la localidad no se hizo esperar. Protestas estallaron frente al Bell Hotel, lugar donde se alojaba Kebatu junto a otros solicitantes de asilo recién llegados. Aunque en principio fueron manifestaciones de vecinos indignados por la noticia, rápidamente atrajeron la atención y presencia de grupos de extrema derecha, conocidos por utilizar casos como este para impulsar políticas antiinmigración. A su vez, contramanifestantes defensores de los refugiados también se desplazaron al lugar.
Este ambiente de confrontación ha convertido a muchos de estos hoteles en zonas de tensión social, un problema que no es nuevo pero que sigue sin resolverse.
El uso de hoteles para solicitantes de asilo: ¿solución temporal o bomba de tiempo?
Desde hace años, el gobierno británico ha recurrido al uso de hoteles contratados para alojar a solicitantes de asilo que esperan una resolución sobre su estatus. Esta política ha sido fuertemente criticada por múltiples sectores:
- Costo económico elevado: Se estima que el Reino Unido gasta alrededor de £8 millones por día (unos $10 millones) en alojar migrantes en hoteles, según cifras del Ministerio del Interior publicadas en 2023.
- Impacto en las comunidades: Muchos residentes locales señalan que los hoteles se transforman en focos de tensión y preocupación.
- Condiciones de vulnerabilidad para los migrantes: Lejos de estar en ambientes seguros, muchos migrantes se enfrentan a hostilidad, aislamiento y condiciones precarias.
El gobierno y su guerra contra la migración irregular
En un intento por frenar el creciente número de cruces irregulares del Canal de la Mancha —que en 2022 alcanzó un récord de 45,755 personas— el gobierno del Reino Unido, encabezado por Rishi Sunak, ha prometido acabar con el uso de hoteles y endurecer las condiciones para quienes ingresen al país de forma “ilegal”.
Pero este enfoque ha recibido críticas tanto de organizaciones humanitarias como de sectores moderados de la sociedad británica. Amnistía Internacional y Refugee Council han advertido sobre el peligro de estigmatizar a toda una población por el comportamiento de unos pocos individuos.
“La política del gobierno solo fomenta el odio y el rechazo hacia quienes huyen de guerras, pobreza y persecuciones”, afirmó Enver Solomon, director ejecutivo del Refugee Council.
La fina línea entre seguridad y prejuicio
El caso Kebatu ha sido rápidamente instrumentalizado por ciertos sectores políticos. Si bien ningún país puede permitirse ignorar los delitos cometidos por residentes, tampoco puede justificar políticas migratorias que castiguen de forma indiscriminada por los actos de una minoría.
Esto se vuelve especialmente problemático cuando se considera que, según estudios del Migration Observatory de la Universidad de Oxford, los índices de criminalidad entre migrantes son iguales o incluso inferiores a los de la población general en varios contextos del Reino Unido.
Aun así, la percepción pública suele ir por otro camino. En un sondeo reciente de YouGov, un 63 % de los británicos manifestó estar a favor de políticas más restrictivas de inmigración, especialmente en poblaciones pequeñas y semiurbanas, como Epping.
Sensacionalismo mediático y crisis de confianza
El modo en que los medios británicos presentan casos de este tipo también contribuye a formar una narrativa sesgada. Portadas amarillistas que presentan a un solicitante de asilo como “peligro” o “amenaza a nuestra seguridad” alimentan la desconfianza y promueven generalizaciones dañinas.
Esto afecta directamente a miles de solicitantes de asilo que no han cometido ningún delito y que solo buscan rehacer su vida en condiciones dignas. Muchos de ellos, de hecho, han sufrido abusos, violencia y desplazamiento forzado.
La necesidad de una respuesta matizada
Lo ocurrido en Epping no debe minimizarse. Debe existir justicia para las víctimas, y debe aplicarse la ley con firmeza e imparcialidad. Sin embargo, eso no significa traducir este caso a una narrativa de rechazo colectivo hacia la migración o el sistema de asilo.
El debate exige matices. Se requiere una estrategia sólida para procesar y evaluar solicitudes rápidamente, gestionar las llegadas de forma eficiente, e integrar a los refugiados y migrantes que cumplan con los criterios legales. Y, sobre todo, fomentar una convivencia basada en el respeto y la empatía, no en la sospecha y el miedo.
Mientras tanto, toca a los líderes políticos tener el coraje de decir lo impopular si es lo correcto. Y a los medios, hacer su parte para no atizar las llamas de un odio que no necesita excusas para prenderse.
Más allá del caso Kebatu
Son necesarias reformas profundas, pero también una educación ciudadana sobre qué significa migrar, buscar refugio, y vivir en un contexto de constante incertidumbre legal y mediática. Cada caso criminal debe juzgarse por sus propios méritos, pero sin perder de vista que generalizar es un camino corto hacia la injusticia colectiva.
El Reino Unido, como muchas otras democracias modernas, está en una encrucijada: elegir entre el miedo o la humanidad. Entre reaccionar con pánico o construir políticas que estén a la altura de su historia y sus principios.