Joseph McNeil: El poder de un asiento, el legado de un héroe
A 65 años del histórico ‘sit-in’ en Greensboro, recordamos la vida y lucha de un ícono de los derechos civiles que transformó a Estados Unidos con una acción pacífica y valiente
Un asiento contra la segregación
El 1 de febrero de 1960, cuatro estudiantes afroamericanos de primer año en la Universidad Estatal A&T de Carolina del Norte tomaron la decisión de ocupar un mostrador de almuerzos para blancos en una tienda Woolworth’s de Greensboro. Joseph McNeil, Franklin McCain, Ezell Blair Jr. (hoy Jibreel Khazan) y David Richmond se sentaron y pidieron que les sirvieran, sabiendo que esto desataría un movimiento. Lo que quizás no sabían era que ese sencillo acto de protesta pacífica se convertiría en un acelerador del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.
Esta semana, el país llora la pérdida de uno de esos cuatro valientes: Joseph McNeil, quien falleció a los 83 años tras haber dedicado su vida no solo a luchar contra la segregación, sino también a servir a su país con honor como general de la Fuerza Aérea.
La chispa que encendió una llama nacional
McNeil y sus compañeros fueron reprendidos por la gerencia y presionados por la policía para que se retiraran. Se negaron. Regresaron día tras día, y su persistencia inspiró a miles. En pocos días ya eran decenas en el mostrador; en semanas, se contaban por miles en más de 50 ciudades de nueve estados. En cuestión de seis meses, el mostrador de Woolworth’s fue desegregado.
“Segregación era una cosa malvada que necesitaba atención”, —Joseph McNeil, 2010.
Así resumía McNeil, 50 años después, el origen de su protesta. La rabia contenida, canalizada en acción cívica y no violenta, mostró cómo incluso los más jóvenes podían catalizar un cambio histórico. Tenía apenas 17 años.
Del activismo al servicio militar
Nacido en Wilmington, Carolina del Norte, Joseph McNeil vivió la opresión diaria del racismo institucional. Al regresar de vacaciones familiares en Nueva York en autobús, notó cómo, a medida que se acercaban al sur del país, aumentaban las humillaciones por el color de su piel. Esa experiencia encendió su convicción de que algo debía hacerse.
Luego de los acontecimientos de 1960, McNeil no se durmió en los laureles del activismo estudiantil. Su carrera continuó en servicio público. Participó del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva (ROTC) y, con el paso de los años, ascendió hasta convertirse en mayor general de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, cargo que mantuvo hasta su retiro en 2001.
Un legado imborrable
Su figura sigue viva en varios sitios clave:
- El Museo Internacional de Derechos Civiles y Humanos en Greensboro, ubicado donde estaba la tienda Woolworth.
- Un monumento a los “A&T Four” (como se les conoce) en el campus de la Universidad A&T.
- Un marcador histórico y una calle con su nombre en Wilmington, su ciudad natal.
- Parte del mostrador de comida de aquel día se conserva también en el Smithsonian Institution en Washington, D.C.
Jibreel Khazan es ahora el único sobreviviente de aquel grupo de jóvenes que encendió la llama de la resistencia pacífica. La muerte de McNeil nos recuerda no solo el costo humano del racismo, sino también el profundo impacto que puede tener una decisión valiente tomada en el momento justo.
Una nueva generación, la misma lucha
Durante el 65 aniversario del sit-in, celebrado en febrero de 2024, McNeil asistió a pesar de sus problemas de salud. Su presencia fue símbolo de permanencia y perseverancia, en un contexto donde la lucha por la equidad y la justicia racial sigue vigente en Estados Unidos.
James Martin II, canciller de su alma mater, expresó: “Inspiraron a una nación con su protesta pacífica, encarnando la idea de que los jóvenes pueden cambiar el mundo. Su liderazgo sigue inspirando a nuestros estudiantes hoy.”
La historia de McNeil enseña que el activismo no termina en una protesta. Su ejemplo perdura como testimonio de servicio, integridad y fe inquebrantable en la justicia.
De Greensboro a la historia
La sentada del 1 de febrero detonó la fundación de importantes organizaciones como el Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC), que desempeñó un papel crucial en las marchas, boicots y otras manifestaciones entre 1960 y 1965, con impactos directos en la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho al Voto de 1965.
Tal como expresó Earl Jones, cofundador del museo de Greensboro: “McNeil y los demás sentaron las bases de protestas no violentas que hoy son ejemplos mundiales de justicia social mediante la resistencia pacífica.”
El ejemplo desde el contrapeso civil
En 2021, la entonces vicepresidenta Kamala Harris se sentó en el mismo mostrador restaurado donde McNeil y sus compañeros desafiaron la segregación. Las imágenes de ese momento recorrieron el mundo, evidenciando la conexión histórica entre los avances del pasado y los retos del presente.
“Su legado es un testamento al poder del coraje y la convicción,” dijo Joseph McNeil Jr., su hijo. “Su impacto en el movimiento por los derechos civiles y su servicio a la nación no serán olvidados”.
Un llamado a la responsabilidad colectiva
El fallecimiento de figuras como Joseph McNeil debe llevarnos a reflexionar no solo sobre la historia, sino sobre el futuro. A pesar del progreso logrado, Estados Unidos y el mundo siguen enfrentando desafíos en materia de racismo, discriminación y justicia para las comunidades marginalizadas. La protesta puede tomar nuevas formas —redes sociales, protestas digitales, huelgas— pero el espíritu de Greensboro sigue vivo.
Una historia que debemos continuar escribiendo
Desde su juventud hasta su vida como héroe nacional y símbolo moral, Joseph McNeil tuvo muchas oportunidades de elegir la comodidad. Eligió el cambio. Eligió lo correcto. Eligió América, en su versión más honesta y justa.
Hoy, su ausencia deja un vacío. Mañana, su ejemplo seguirá llenándonos de esperanza y propósito. Que nunca olvidemos que a veces, el cambio empieza con un simple acto de sentarse. Y negarse a levantarse.