Myanmar entre ruinas y represión: un país atrapado entre crisis natural y guerra civil
Cinco meses después del devastador terremoto en Myanmar, la reconstrucción se entrelaza con el conflicto armado, la represión y la desesperación de miles de familias que siguen buscando a sus desaparecidos
Por: Redacción Mundo
Una tragedia que no encuentra final
Thae Mama Swe se ha convertido en símbolo del dolor persistente. Desde hace cinco meses, su rutina diaria consiste en observar desde lo alto del escombro del Sky Villa, un edificio de 10 pisos derrumbado en Mandalay tras el terremoto del 28 de marzo de 2024. La esperanza de recuperar el cuerpo de su hijo aún la mantiene allí, bajo la lluvia del monzón. “Si fuera posible, cambiaría mi vida por la suya”, confiesa entre lágrimas y con las gafas empañadas.
El terremoto de magnitud 7.7 dejó más de 3,800 muertos y destruyó infraestructuras clave: templos, hospitales, puentes, carreteras y escuelas. En una nación ya dividida por la guerra civil tras el golpe de Estado de 2021, la tragedia natural vino a agudizar no solo un desastre humanitario, sino un dilema político y militar sin precedentes.
Una nación ya rota: terremoto en medio de guerra
Desde que el ejército birmano (Tatmadaw) derrocara al gobierno electo de Aung San Suu Kyi en febrero de 2021, el país ha vivido una espiral de violencia entre fuerzas pro-democracia y la junta militar. La ONU estima que más de 3.5 millones de personas han sido desplazadas desde entonces, y alrededor de 20 millones necesitan ayuda humanitaria urgente.
Tras el terremoto, ambas partes declararon una tregua momentánea, pero, según Tom Andrews, relator especial de Naciones Unidas, “el fuego nunca cesó realmente”. Ataques aéreos del ejército continúan incluso en zonas devastadas, mientras los insurgentes también han atacado instalaciones militares. La ayuda humanitaria sigue restringida en vastas áreas controladas por la oposición, situación que complica la distribución de víveres y medicamentos esenciales.
La reconstrucción: lenta, incompleta y politizada
En Naypyitaw, la capital, y en Mandalay, la segunda ciudad más grande del país, la reconstrucción es visible solo a fragmentos. Más de 29,000 hogares, 5,000 pagodas budistas y 43 puentes fueron completamente destruidos, según las autoridades. Equipos de ingenieros militares han levantado puentes temporales, y cuadrillas predominantemente femeninas trabajan con herramientas rudimentarias para reconstruir carreteras. “Necesitamos ayuda de países con experiencia en construcciones antisísmicas para lograr una Myanmar resiliente”, afirma Aye Min Thu, jefe de la división de desastres en Mandalay.
Los lentos avances contrastan con la emergencia. “No quedan hospitales en pie en algunas zonas”, explica Thin Thin Swe, ingeniera a cargo de las ruinas del hospital Ottara Thiri, uno de los más grandes de la capital. “Perdimos al contador y al farmacéutico cuando colapsó el vestíbulo. Rezo por ellos todos los días”.
Las elecciones del régimen: ¿democracia o fachada?
El régimen militar tiene al parlamento como muestra de reconstrucción prioritaria. Hasta 500 obreros trabajan sin descanso para reconstruir cinco edificios principales con vistas a una elección que, según los críticos, será solo un espectáculo para legitimar la toma del poder en 2021. Recordemos que en las elecciones generales de 2020, el partido de Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia, arrasó en las urnas. El golpe militar frustró su segundo mandato consecutivo.
Desde el exilio, el llamado Gobierno de Unidad Nacional formado por parlamentarios elegidos ha calificado estas elecciones de “farsa” y varios grupos opositores armados han prometido sabotearlas.
Esperanza religiosa frente a desesperación social
El tiempo apremia para quienes como Thae Mama Swe desean despedirse de sus seres queridos de acuerdo a los ritos budistas. Para el budismo, recuperar el cuerpo del ser amado permite su liberación espiritual. “No dejaré de buscarlo hasta que su alma sea liberada”, dice con la mirada clavada en lo que alguna vez fue un edificio moderno.
El jefe de bomberos de Mandalay, Kyaw Ko Ko, admite que para su equipo la labor ha sido dolorosa. “Cuando encontramos niños, no puedo evitar pensar en mis propios hijos”.
Sanciones y falta de ayuda: la tormenta perfecta
La reconstrucción se ve limitada no solo por la guerra y el tiempo, sino también por las sanciones occidentales que afectan a una economía ya en ruinas. Aunque Myanmar sigue comerciando con China y Rusia, el aislamiento internacional ha cortado fondos esenciales. Además, los recientes recortes de ayuda estadounidense han agravado la situación. Según Tom Andrews, la falta de asistencia logística de EE.UU., antes clave en transporte de suministros, se siente con fuerza.
¿Un futuro con bases antisísmicas?
Expertos en desastres afirman que Myanmar necesita adaptarse a los terremotos. Según el Instituto de Estudios Sismológicos de Asia-Pacífico, el país se encuentra sobre una zona de falla activa. “Tener ciudades resilientes antisísmicas no debería ser opción, sino necesidad en Myanmar”, afirma Dr. Keiko Yamamoto, directora de la Red Asia-Pacífico para la Reducción de Desastres.
Las recomendaciones van desde reforzar estructuras con acero flexible hasta usar materiales sismorresistentes y adoptar planes estrictos de evacuación y educación sísmica. Pero todo eso requiere inversión y estabilidad, dos elementos escasos en la Myanmar actual.
La reconstrucción como oportunidad de cambio
La devastación del terremoto también podría leerse como una oportunidad para reconstruir no solo puentes y edificios, sino valores democráticos y sociales. Un país que ha estado oprimido, reprimido y ahora sepultado bajo los escombros de un desastre natural necesita con urgencia un renacimiento. Uno que empiece por reconocer el dolor de quienes, como Thae Mama Swe, aún continúan pidiendo algo tan básico como recuperar los restos de un hijo.
“Si puedo encontrarlo, podré aliviar mi alma. Mientras tanto, no puedo dormir”, concluye.
Myanmar necesita más que ayuda humanitaria. Necesita esperanza estructurada sobre la justicia, apoyo internacional y el fin de un régimen que ha sumido al país en su peor crisis del siglo.