Revolución silenciosa: jóvenes neurodivergentes están cambiando el mundo desde las aulas
El poder de la neurodivergencia toma fuerza en universidades y colegios, desafiando prejuicios, construyendo comunidad y exigiendo inclusión real
Una ola de transformación desde las aulas
Lo que comenzó como una pequeña red de apoyo estudiantil hace casi tres décadas en Brown University, se ha transformado en un verdadero movimiento nacional por la inclusión y el empoderamiento neurodivergente. Organizaciones como The Neurodiversity Alliance y Eye to Eye están liderando una cruzada desde dentro de los propios campus universitarios y colegios estadounidenses para redefinir qué significa vivir —y prosperar— con diferencias cognitivas como el autismo, la dislexia y el TDAH.
Del aislamiento a la comunidad
Tory Ridgeway, estudiante de ingeniería aeroespacial con autismo y TDAH, resume lo que muchos sienten: “Me sentí visto. Me sentí escuchado”. Después de asistir a una cumbre de liderazgo neurodivergente en Denver, descubrió que otras personas compartían sus mismas dudas, miedos y vivencias. Ahora, su meta es recrear esa sensación de pertenencia en cada espacio al que llegue.
La solidaridad neurodivergente ha adquirido una nueva fuerza, alentada por el aumento de diagnósticos y el auge de la conciencia durante la pandemia. De haber estado presentes en sólo 60 escuelas hace un año atrás, ahora The Neurodiversity Alliance tiene presencia activa en más de 600 instituciones educativas en EE.UU.
Nuevos referentes, nuevas voces
El movimiento ha ganado fuerza gracias a figuras como Alex Hackel, esquiador profesional y cineasta creativo, quien atribuye a su dislexia su capacidad de innovación, y Eva Erickson, finalista de “Survivor” y doctora en ciencias térmicas e ingeniería, quien habla abiertamente sobre cómo maneja episodios emocionales relacionados con el autismo. “[...] puedes superarlo y eso no te hace menos”, dice Erickson, en un llamado por visibilizar estas experiencias sin estigmas.
Historias como las de Erickson y Hackel son esenciales porque desmitifican la neurodivergencia. No son casos excepcionales ni inspiracionales vacíos: son ejemplos concretos de éxito que reflejan la diversidad de caminos posibles para las personas con diagnósticos neurodivergentes.
Lo que aprendemos en la “Art Room”
El programa Eye to Eye utiliza el arte como medio para conectar jóvenes neurodivergentes con mentores que comparten sus vivencias. Mediante actividades creativas como hacer oráculos de papel para identificar emociones o romper papeles con fracasos escritos para convertirlos en nuevas obras, los estudiantes construyen herramientas para resignificar el fracaso y abrazar la diferencia.
Myles Cobb, estudiante con TDAH, recuerda cómo esta experiencia le ayudó a aceptar los apoyos que inicialmente rechazaba: “es normal ser diferente”. Gracias a mentorías y al ejemplo de figuras como Michael Phelps —quien también tiene TDAH— Cobb empezó a buscar recursos como más tiempo en exámenes o cambiar el lugar donde se sentaba en clase.
Estudiantes que cuidan a estudiantes
Los clubes liderados por jóvenes de The Neurodiversity Alliance están abriendo espacios sensoriales amigables con luces tenues y menos ruido, y eventos diseñados pensando en la estimulación sensorial de los asistentes. Más que un simple “club universitario”, estos espacios representan una resistencia estructural pacífica: una exigencia para que los entornos educativos se adapten a las personas y no al revés.
Amber Wu, quien recibió su diagnóstico de autismo a los 18 años, hoy es estudiante de doctorado en química astrobiológica. Ella refleja un fenómeno común: las mujeres y niñas neurodivergentes históricamente han sido infradiagnosticadas debido a criterios desarrollados sobre patrones de comportamiento masculinos.
Un nuevo liderazgo y financiamiento con propósito
David Flink, fundador de la organización hace 27 años, dice que “estos chicos son embajadores de lo posible”. Sin embargo, también denuncia una brecha en el apoyo financiero. Según el reporte de 2023 del Disability & Philanthropy Forum, sólo un centavo de cada 10 dólares donados en EE.UU. va a causas relacionadas con discapacidad.
Este vacío se acentúa por la posibilidad de que el Departamento de Educación de la administración Trump reduzca recursos para educación especial. Como señala Jesse Sanchez, presidente de The Neurodiversity Alliance: “Mientras se retiran los apoyos a nivel federal, nosotros estamos construyendo algo más fuerte desde abajo”.
Gracias a un premio de $300,000 dólares otorgado por The Elevate Prize Foundation en mayo y respaldo de actores como la Fundación LEGO, la organización ha podido escalar su impacto. La clave de su éxito, según Hannah Green de LEGO Foundation: su enfoque auténticamente dirigido por estudiantes.
Resiliencia, no carencia
Se está reescribiendo el relato. Ya no se trata de “arreglar” lo que está mal, sino de celebrar las fortalezas que traen formas distintas de procesar la información, vivir el mundo o resolver problemas. Se trata de construir sistemas que acepten “otra manera de ser”, como sostienen defensores del movimiento, y de dejar de pedirle al pez que trepe el árbol.
Cada club, cada taller y cada mentoría es el eco de una generación que se rehúsa a esconder su identidad para encajar en estructuras obsoletas. Son jóvenes que hablan con poder, que curan heridas compartidas y se convierten en modelos no sólo para otros estudiantes neurodivergentes, sino para una sociedad que, lentamente, está empezando a escuchar.
“No voy a negarme lo que tengo”, dice Ridgeway con convicción. “Voy a obtener las acomodaciones que merezco para nivelar el campo de juego”. Con estudiantes así, ese campo no sólo se nivela: se rediseña por completo.