Una dama, un crimen y un pasado nazi: el misterioso retorno de una obra robada en la Segunda Guerra Mundial

El caso del retrato sustraído a un coleccionista judío y hallado en una casa en Argentina revela cómo el arte saqueado por los nazis sigue marcando heridas abiertas en la historia y el presente judicial latinoamericano

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Un retrato perdido y una revelación inesperada

Cuando en agosto de 2025 el diario neerlandés Algemeen Dagblad publicó una nota sobre el paradero de una pintura robada por los nazis, pocos imaginaron que el hallazgo se habría producido en una residencia de Mar del Plata, Argentina. El cuadro en cuestión, “Retrato de una dama”, del artista italiano del siglo XVIII Giuseppe Ghislandi, fue identificado a través de una visita virtual en una plataforma inmobiliaria. Allí, colgaba imponente sobre un sofá de terciopelo verde en la sala de estar de Patricia Kadgien, hija de un alto oficial nazi refugiado en Sudamérica tras el colapso del Tercer Reich.

Del Tercer Reich a la costa argentina

La historia no podría ser más cinematográfica. Friedrich Kadgien, oficial nazi de alto rango, escapó a América del Sur tras la derrota alemana, como lo hicieron cientos de jerarcas y colaboradores del régimen usando las llamadas “líneas de ratas”, que durante años permitieron que fugitivos nazis llegaran, principalmente, a Argentina, Paraguay y Brasil. Entre ellos, también se contaban criminales de guerra como Adolf Eichmann o Josef Mengele. La familia Kadgien aprovechó los beneficios de una vida reconstruida lejos de la justicia histórica, aunque las huellas del pasado jamás desaparecieron del todo.

La sombra del saqueo nazi al arte europeo

El arte fue uno de los botines favoritos del régimen nazi. Se estima que más de 600,000 obras de arte fueron saqueadas a lo largo de la invasión alemana en Europa, muchas pertenecientes a coleccionistas judíos. La base de datos Lost Art, por ejemplo, documenta miles de piezas aún en paradero desconocido.

Uno de los casos más emblemáticos es el de Jacques Goudstikker, destacado marchante de arte neerlandés cuyas colecciones incluían nombres como Rembrandt, Vermeer y Goya. Goudstikker falleció trágicamente en 1940 mientras huía de la invasión nazi a bordo de un barco con destino a Inglaterra. Su archivo personal, donde mantenía una bitácora meticulosa de sus obras, sirvió años después para intentar recuperar las más de 1,400 piezas que le fueron arrebatadas.

Ese retrato conocido entre sombras

“Retrato de una dama” era parte de esa colección. El retrato había sido considerado como perdido y fue catalogado en listas internacionales de arte saqueado. Su aparición en Argentina tampoco es casual: el país se convirtió, tras la Segunda Guerra Mundial, en un punto neurálgico tanto para la migración judía que huía del horror como para exiliados alemanes asociados al régimen de Hitler.

La historia dio un vuelco cuando Patricia Kadgien, de 59 años, entregó el cuadro de manera voluntaria pero solo después de ser objeto de múltiples allanamientos por parte de la policía federal argentina. Ella y su esposo, Juan Carlos Cortegoso, enfrentan cargos por encubrimiento y obstrucción de la justicia. El fiscal del caso, Carlos Martínez, destacó que la pareja “sabía que la obra era buscada por las autoridades locales e internacionales”, y aun así intentaron ocultarla.

Asombro, negación y herencias envenenadas

Durante la audiencia judicial que tuvo lugar en Mar del Plata, Kadgien mostró un gesto mezcla de confusión y resignación: gafas de sol sobre la cabeza, cabello despeinado y mirada inquieta. Su esposo, por el contrario, adoptó una postura más estoica, brazos cruzados, mirada al frente.

Tras conocer que una corte había rechazado su petición de vender la obra, trascendió que habían removido el cartel de “en venta” de la propiedad e intentado borrar los rastros online de la vivienda donde se había tomado la foto viral del retrato. Todo alimentó el argumento del fiscal sobre la intención deliberada de esconder pruebas.

¿Dónde debería estar el arte robado?

Una de las principales tensiones del caso gira en torno a la restitución. Marei von Saher, heredera directa de Jacques Goudstikker, ya le notificó al FBI su pretensión sobre la pintura. Su lucha por justicia lleva décadas. En 2006, tras un largo proceso legal, logró recuperar 202 obras del Estado neerlandés, incluyendo piezas de Cranach y van Dyck.

Esta vez, las autoridades argentinas ordenaron que “Retrato de una dama” fuera custodiado temporalmente por el Museo del Holocausto de Buenos Aires. Una medida que, más allá del valor preventivo judicial, tiene simbología profunda: las heridas del nazismo siguen abiertas, y el arte robado es tanto herencia como testigo.

Argentina y su deuda con la memoria

Este caso revive un aspecto pocas veces atendido en el debate argentino sobre memoria histórica. Si bien el país ha hecho avances notorios en la memoria local sobre la última dictadura militar (1976-1983), se ha dicho poco sobre la acogida que ofreció a oficiales vinculados al Tercer Reich. Según el historiador Uki Goñi, autor de “La auténtica Odessa”, más de 300 nazis ingresaron al país con ayuda de redes diplomáticas complacientes entre 1946 y 1952.

“Este caso demuestra no solo la presencia de criminales nazis en Argentina, sino cómo sus descendientes siguen administrando activos robados durante el Holocausto” —resume Goñi.

El arte como campo de batalla judicial

La disputa por obras robadas ha sido un terreno fértil para litigios internacionales en las últimas décadas. Países como Austria, Alemania y Francia han tenido que restituir piezas tras investigaciones exhaustivas. Desde el caso del Klimt “Retrato de Adele Bloch-Bauer I” restituido en 2006 a la familia Altmann, hasta el juicio del Museo Stedelijk en Ámsterdam, donde se discute la tenencia de cuadros por presunta adquisición bajo coerción, el debate sobre el principio de restitución sigue abierto.

Argentina ahora entra en ese debate global. Más allá de establecer si Kadgien actuó con dolo, el eje está en si el sistema judicial local puede garantizar la protección del arte expoliado y propiciar su retorno legítimo.

¿Un nuevo camino hacia la justicia histórica?

Si bien la pintura aún no ha sido restituida a la familia Goudstikker ni se ha fijado un destino definitivo, diversos organismos internacionales ya han comenzado a expresar interés. Según voceros de la Fundación para la Recuperación del Arte Saqueado, este podría ser uno de los casos de arte robado por los nazis más relevantes en América Latina en los últimos 20 años.

“No solo es importante el cuadro en sí, sino lo que representa” —explicó a medios internacionales Helmut Strobl, vocero de la fundación alemana—. “Es un ejemplo de cómo la historia, aunque reprimida, encuentra caminos de regreso.”

Restitución como acto de humanidad

Más allá del valor monetario del cuadro —estimado por especialistas entre 500,000 y 1 millón de dólares—, su devolución representa un acto reparador tanto para la historia del coleccionismo como para las generaciones que aún buscan justicia más allá de los tribunales. Recordar, devolver, reparar: tres pilares que aún resuenan entre la pintura de Ghislandi y una familia que solo quiso que se le devolviera aquello que le fue arrebatado por la barbarie.

La historia de “Retrato de una dama” es prueba de que el arte tiene memoria. Y a veces, esa memoria exige justicia, aunque hayan pasado ochenta años.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press