Vacunas, libertad y política: El debate que divide a EE.UU. y desafía décadas de consenso
Florida lidera el camino hacia la eliminación de los mandatos de vacunación infantil mientras caen las tasas de inmunización y se intensifica el choque entre ciencia y política
Florida desafía décadas de consenso con su nueva política de vacunación
En un movimiento que está sacudiendo el debate nacional, Florida se encamina a convertirse en el primer estado de Estados Unidos en eliminar los mandatos de vacunación infantil para asistir a la escuela. Esta decisión marca un giro radical respecto a décadas de políticas sanitarias respaldadas por evidencia científica y apoyo bipartidista.
Las vacunas infantiles han sido durante décadas una de las herramientas más eficaces en la prevención de enfermedades contagiosas como el sarampión, las paperas la rubéola o la poliomielitis. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), estas inmunizaciones salvan aproximadamente cuatro millones de vidas cada año en todo el mundo.
Sin embargo, una nueva ola de escepticismo —alimentada por desinformación, ideología política y preocupaciones sobre la libertad personal— ha comenzado a erosionar ese consenso.
Los estadounidenses siguen apoyando las vacunas, pero con matices crecientes
A pesar de las crecientes tensiones, la mayoría de los estadounidenses todavía apoyan la idea de que los niños deben estar vacunados para asistir a clases. Una encuesta llevada a cabo por Harvard/SSRS en marzo de 2024 reveló que aproximadamente el 80% de los adultos estadounidenses creen que es obligatorio vacunar a los niños contra enfermedades prevenibles como el sarampión, las paperas y la rubéola para asistir a la escuela.
Por otro lado, una encuesta de Gallup en 2024 encontró que apenas la mitad de los estadounidenses apoyaban que el gobierno exija a todos los padres vacunar a sus hijos. En 1991, ese número era de un contundente 81%. Esta caída refleja una transformación cultural significativa.
El factor político: ¿Una cuestión de seguridad o de autonomía?
¿Qué está motivando esta creciente resistencia? Una parte importante del debate está alimentada por la idea de la libertad individual frente al control gubernamental. En la encuesta de Harvard, entre quienes se oponen a la vacunación obligatoria, 8 de cada 10 dijeron que su razón principal es que debería ser elección de los padres, no una imposición estatal. Solo el 40% mencionó la seguridad de las vacunas como una preocupación principal.
Este cambio de enfoque se alinea fuertemente con líneas partidistas. En el mismo sondeo de Gallup, el 60% de los republicanos dijeron que se oponen a los mandatos de vacunación, comparado con apenas un cuarto de los demócratas.
Además, solo un 25% de los republicanos consideró que vacunar a los niños era “extremadamente importante”, frente a un 60% en el caso de los demócratas. Esta divergencia comenzó a intensificarse antes de la pandemia de COVID-19, pero se acentuó aún más tras 2019 con el auge de movimientos antivacunas y desinformación en redes sociales.
La desinformación: el enemigo silencioso
Uno de los grandes motores detrás de esta caída en la confianza es la permanencia de mitos y afirmaciones desacreditadas. Una encuesta realizada por KFF en abril de 2024 encontró que 6 de cada 10 adultos estadounidenses han escuchado falsamente que la vacuna MMR (sarampión, paperas, rubéola) causa autismo. Y aunque solo un 5% cree que es “definitivamente verdadera”, menos de la mitad de los encuestados afirmó con certeza que era “definitivamente falsa”.
Este nivel de incertidumbre deja un terreno fértil para la propagación de narrativas falsas que, reforzadas por figuras públicas —como Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus posturas antivacunas— pueden consolidar percepciones erróneas entre el público.
Vacunas y libertad: una tensión histórica en EE.UU.
La tensión entre la libertad individual y el bienestar colectivo no es nueva en la historia estadounidense. En 1905, la Corte Suprema en el caso Jacobson v. Massachusetts afirmó la constitucionalidad de la vacunación obligatoria. Sin embargo, los tiempos cambian, y las disputas sobre hasta dónde puede o debe llegar el Estado en proteger la salud pública han resurgido con fuerza.
En ese contexto, Florida y otros estados con gobiernos republicanos están promoviendo iniciativas que priorizan los derechos individuales sobre los mandatos colectivos, lo que podría convertirse en un cambio paradigmático a nivel nacional.
Las consecuencias del debilitamiento de la inmunización colectiva
Una de las razones más sólidas para mantener altos índices de vacunación es el principio de inmunidad de rebaño. Esto significa que cuando hay un número suficientemente alto de personas inmunizadas, incluso quienes no pueden recibir vacunas (como bebés o personas inmunocomprometidas) están protegidos del contagio.
Si esta inmunidad colectiva se rompe, aparecen brotes de enfermedades ya controladas. Casos recientes de sarampión en Ohio o Nueva York, por ejemplo, han sido atribuidos a comunidades con baja cobertura de vacunación. Según la CDC, una cobertura inferior al 95% permite que estas enfermedades resurjan con fuerza.
Florida: ¿un experimento arriesgado o un acto de libertad?
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha defendido la libertad parental como el eje de su administración. Su decisión de eliminar los requisitos de vacunación escolar plantea preguntas fundamentales sobre hasta dónde puede llegar un estado al anteponer la autonomía individual por encima de la salud pública.
DeSantis declaró en una rueda de prensa en Palm Beach: “Ningún niño debe ser privado de su derecho a la educación por no estar vacunado. Nuestra prioridad es respetar a los padres y su capacidad de decidir”.
Pero los críticos argumentan que esto abre la puerta a riesgos innecesarios. La Asociación Americana de Pediatría, por ejemplo, ha advertido que desechar los mandatos puede poner en peligro no solo a los niños no vacunados, sino a comunidades enteras si se debilita la inmunidad colectiva.
¿Qué dice la historia sobre estas decisiones?
Negar la utilidad de políticas públicas respaldadas por ciencia comprobada no es solo un debate ideológico: puede tener consecuencias reales. A mediados del siglo XX, por ejemplo, la introducción de la vacuna contra la polio logró reducir en un 99% los casos de esta enfermedad paralizante. Otras como la viruela fueron erradicadas gracias a campañas de inmunización masiva.
Los expertos en salud advierten que si el escepticismo sigue creciendo, es posible que enfermedades erradicadas puedan regresar, especialmente en comunidades menos protegidas.
La politización de la salud pública: ¿un callejón sin salida?
La pandemia de COVID-19 exacerbó una tendencia preocupante: la salud pública ha sido absorbida por la lógica de la polarización política. Mascarillas, vacunas y mandatos se convirtieron en emblemas políticos más que medidas sanitarias.
Y este fenómeno se proyecta hacia otras áreas. Un informe de Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health señaló que la desconfianza creciente hacia las agencias de salud amenaza con debilitar la respuesta ante posibles futuras pandemias.
El futuro: ¿Hay espacio para reconstruir el consenso?
Si bien los datos presentan un panorama inquietante, también hay señales de esperanza. Profesionales médicos, científicos y campañas de información pública han comenzado a contrarrestar la desinformación con fuerza renovada. Algunas propuestas apuntan a reforzar la educación sanitaria en las escuelas y mejorar la transparencia en la comunicación gubernamental.
Restaurar la confianza en las vacunas —y en la ciencia en general— requiere un esfuerzo conjunto entre instituciones, medios y ciudadanos. Pero quizás el primer paso sea reconocer que la salud pública no debería ser rehén de la política partidista.
Fuentes consultadas: CDC, Gallup, Harvard/SSRS, KFF, Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health