Vacunas, política y contradicciones: La guerra interna en el trumpismo por Operación Warp Speed
El éxito de Trump en desarrollar vacunas contra el COVID-19 entra en conflicto con las posturas antivacunas de su propio secretario de salud, Robert F. Kennedy Jr. ¿Una batalla ideológica o simple oportunismo político?
Por: Redacción
Un choque entre ciencia, política e ideología
En medio de uno de los logros más emblemáticos del gobierno de Donald Trump —la Operation Warp Speed, que condujo a la creación y distribución de vacunas contra el COVID-19 a una velocidad sin precedentes—, ahora surge un conflicto interno: el propio secretario de Salud designado por él, Robert F. Kennedy Jr., ha sido uno de los críticos más férreos de esas mismas vacunas.
Lo que inicialmente fue un símbolo de triunfo para el expresidente se ha transformado en un campo minado político e ideológico, donde figuras clave de su administración, legisladores de ambos partidos y expertos médicos están debatiendo la validez, alcance y consecuencias de este hito científico estadounidense.
¿Qué fue exactamente la Operación Warp Speed?
En mayo de 2020, con la pandemia del COVID-19 causando estragos mundiales, el presidente Trump anunció Operation Warp Speed (OWS), una asociación público-privada diseñada para acelerar el desarrollo, fabricación y distribución de vacunas, tratamientos y diagnósticos. En cuestión de meses, Estados Unidos logró financiar investigaciones que derivaron en varias vacunas eficaces, incluyendo las de Pfizer-BioNTech, Moderna y Johnson & Johnson.
Según datos de los CDC, más de 675 millones de dosis de vacunas contra COVID-19 se han administrado en EE.UU. a partir de 2023. Un estudio publicado en The Lancet estimó que las vacunas salvaron más de 14 millones de vidas en todo el mundo solo en 2021.
Trump se ha referido a la expedición como “uno de los mayores logros de la historia de Estados Unidos”, y hasta ha dicho que debería ganar el Premio Nobel por ello.
El problema se llama Robert F. Kennedy Jr.
Robert F. Kennedy Jr., activista antivacunas e hijo del legendario senador Robert F. Kennedy, fue una elección sorprendente para el cargo de Secretario de Salud bajo la administración de Trump. Sus posturas, en muchos casos negacionistas de la ciencia médica, lo colocan en un lugar incómodo frente al legado de OWS.
Durante una audiencia en el Senado celebrada la semana pasada, Kennedy fue duramente cuestionado tanto por senadores demócratas como republicanos. Uno de ellos fue el Dr. Bill Cassidy (R-La.), quien señaló: “Operation Warp Speed fue un éxito rotundo. Salvó millones de vidas. ¿Cree usted que el presidente merece el Premio Nobel por eso?”. Kennedy, presionado, respondió: “Absolutamente, senador”.
Sin embargo, este aparente apoyo se contradecía con su historial. Kennedy ha publicado declaraciones en redes sociales sugiriendo que Trump sucumbió ante las grandes farmacéuticas y permitiendo “a uno de los mayores daños a la salud pública en la historia moderna”, en referencia a las vacunas.
Restricción en el acceso a vacunas
Desde que Kennedy asumió su cargo, el acceso a las vacunas COVID-19 ha disminuido drásticamente. En septiembre de 2024, la FDA aprobó nuevas versiones actualizadas de las vacunas, pero limitó su uso a ciertos grupos de riesgo, eliminando por completo una de las opciones para niños menores de cinco años.
Este cambio ha sido calificado como “confuso e irresponsable” por padres y profesionales médicos. Las consecuencias han sido inmediatas: cadenas farmacéuticas se rehúsan a ofrecer vacunas no aprobadas específicamente por la FDA para niños, lo que deja a millones sin la posibilidad de inmunizarse.
Mehmet Oz, actual director de los Centros de Medicare y Medicaid, defendió las acciones de Kennedy diciendo que “él solo busca integridad y honestidad en el proceso de revisión de vacunas”. Pero la mayoría de expertos ven estas decisiones como una continuación de la agenda antivacunas del secretario.
La división ideológica en el partido republicano
Parte del problema de Trump es que sus bases más leales —los seguidores del movimiento Make America Great Again (MAGA)— han adoptado un enfoque escéptico respecto a la ciencia y las vacunas. Trump fue abucheado en público en diciembre de 2021 cuando confesó haber recibido la dosis de refuerzo.
El senador John Barrasso (R-WY), aliado de Trump y médico de profesión, fue categórico: “No podemos permitir que la salud pública se erosione. Las vacunas funcionan.”
Aún así, Kennedy ha logrado ocupar espacios estratégicos designado por Trump en comités asesores sobre vacunas, incluso con varios integrantes notoriamente contrarios a la industria farmacéutica. Esta orientación plantea una contradicción clave: ¿cómo puede un gobierno ungir como héroe a su presidente por impulsar la vacunación mientras su propio secretario limita y desconfía de ese logro?
Trump: ¿el presidente de la ciencia o del mensaje populista?
El balance de Trump en cuanto a las vacunas ha sido ambivalente. Aunque en numerosas ocasiones ha defendido OWS, también ha coqueteado con teorías desacreditadas, como la supuesta relación entre vacunas y autismo.
En un discurso reciente, Trump declaró: “Juntos conseguimos algo histórico. Salvamos decenas de millones de vidas. No dejen que nos lo quiten”. Pero también ha criticado a las farmacéuticas por no ser “completamente transparentes sobre la ciencia detrás de las vacunas”.
Donald Trump es, simultáneamente, el presidente que más ha apostado por las vacunas y el líder que tolera un aparato administrativo que las pone en duda.
Lo que esto significa para el futuro político
El núcleo del conflicto no es solo sobre salud pública, sino sobre quién define la narrativa en la política republicana de hoy. Mientras Trump aspira a ganar las elecciones de 2024, enfrenta presión por parte de una base influida por desinformación médica y voces como la de Kennedy, que debilitan uno de sus mayores logros.
Los demócratas, por su parte, han aprovechado el caos para resaltar la disonancia interna. La senadora Maggie Hassan (D-NH) calificó la operación de vacunas como “una hazaña monumental” y acusó a Kennedy de “saboteador en las sombras”.
Las consecuencias de esta batalla interna podrían extenderse más allá del ámbito sanitario. Al poner en tela de juicio a los expertos científicos y disminuir el alcance de la vacunación, se arriesga la reconstrucción de la confianza pública en la ciencia y en la política.
¿Se aproxima un cambio de rumbo?
Hasta ahora, Trump ha mantenido a Kennedy en su cargo, indicando que “significa bien” y que aprecia que “es diferente”. Pero la presión del Congreso, los medios y el electorado podría obligarlo a elegir: mantener su legado científico o ceder ante una ideología que amenaza con destruirlo.
Lo que está en juego no es solamente el manejo de una pandemia pasada, sino el futuro de la política de salud en EE.UU. ¿Gana la evidencia científica o el populismo? ¿Puede sobrevivir una administración que vacila entre el aval de la ciencia y la fe en teorías conspirativas?
Mientras tanto, millones de estadounidenses se enfrentan a una nueva incertidumbre: la de si su gobierno seguirá promoviendo una salud pública basada en evidencias o en las tendencias electorales del momento.