Angela Rayner: La caída de una estrella del laborismo británico y lo que revela sobre la ética política en el Reino Unido
La renuncia de la vice primera ministra abre un debate sobre transparencia, impuestos y el desgaste del poder en tiempos modernos
La política británica vive una nueva sacudida con la renuncia de Angela Rayner, vice primera ministra del Reino Unido y figura destacada del Partido Laborista, tras un escándalo fiscal relacionado con la compra de una propiedad. Aunque el informe independiente determinó que Rayner actuó "de buena fe", el hecho de no haber pagado el impuesto de timbre correspondiente sobre una vivienda valorada en £800,000 ha suscitado críticas feroces y reavivado debates cruciales sobre transparencia y estándares éticos en el poder político.
Una trayectoria política atípica
Rayner, de 45 años, ha tenido una carrera que desafía los habituales patrones de la clase política británica. Hija de una familia obrera, madre adolescente y sin estudios universitarios, se abrió paso desde el sindicalismo hasta convertirse en una de las figuras más influyentes del Partido Laborista. Su estilo directo y su historia personal le permitieron conectar con sectores de la población que, hasta entonces, se sentían al margen del discurso político formal.
Había ganado la simpatía de muchos, especialmente frente a la imagen más técnica y reservada del primer ministro Keir Starmer. Sin embargo, este vinculo con el votante promedio británico no bastó para mantenerla indemne ante un escándalo tan sensible como la evasión fiscal, especialmente viniendo de quien había criticado con dureza a figuras del gobierno anterior por malas prácticas similares.
El detalle del escándalo
La controversia se centra en la compra de un apartamento en Hove, en la costa sur de Inglaterra. Rayner, quien había sido nombrada ministra de Vivienda además de ocupar la vicepresidencia del Gobierno, omitió pagar cerca de £40,000 en concepto de Stamp Duty (impuesto de timbre), una tasa obligatoria sobre las compras de propiedades.
Las cifras son claras: En el Reino Unido, las viviendas superiores a £250,000 están sujetas a este impuesto. Hasta un 12% se aplica sobre propiedades del rango más alto. La cifra impaga por Rayner representa aproximadamente el 5% del total del valor de su apartamento. En el informe del asesor independiente Laurie Magnus se concluyó que, si bien Rayner no actuó maliciosamente, debió haber solicitado asesoramiento fiscal profesional.
La propia Rayner admitió el error en una carta enviada al primer ministro Keir Starmer: "Asumo plena responsabilidad por este error". Starmer, por su parte, expresó su tristeza pero respaldó la decisión, escribiéndole: "Tengo nada más que admiración y respeto por tus logros en la política".
La política de la hipocresía: doble rasero en el debate público
Una de las razones por las que la tormenta mediática no cesó fue el pasado combativo de Rayner en este mismo tema. Como portavoz del partido para temas de vivienda y justicia social, sus reiteradas acusaciones contra evasores fiscales —especialmente miembros del Partido Conservador— ahora se volvieron contra ella. Esta aparente hipocresía fue usada como arma política por figuras como la actual líder conservadora, Kemi Badenoch, quien declaró: "La verdad es simple, evadió impuestos. Mintió al respecto".
Rayner desmintió esta última acusación, argumentando que su omisión se debió a “arreglos de vida complejos” tras su divorcio en 2023 y a los cuidados especiales requeridos por su hijo con discapacidades permanentes.
¿Un error técnico o una falta imperdonable?
La línea entre negligencia fiscal y evasión deliberada es extremadamente delgada. En 2022, la Oficina Nacional de Auditoría del Reino Unido estimó que el país pierde hasta £35 mil millones al año debido a errores, evasión y fraude fiscal. En este contexto, cualquier figura pública debe ser especialmente cautelosa, no solo por su responsabilidad legal, sino por su deber ético como representante ciudadano.
El problema que enfrenta Rayner no es sólo técnico. Es simbólico. El Partido Laborista ganó las elecciones de 2024 prometiendo un gobierno "más limpio y ético" que el anterior, y ahora enfrenta acusaciones de doble estándar justo en el corazón de su liderazgo.
¿Quién gana con su caída?
En el plano político, la renuncia de Rayner reconfigura el mapa interno del Partido Laborista. Ella era una posible sucesora de Keir Starmer y contaba con un apoyo importante entre las bases. Su salida deja libre un espacio de poder que muchos quieren ocupar, justo cuando Starmer ha iniciado una reconfiguración de su gabinete.
Los conservadores, en la oposición desde julio de 2024, han aprovechado la ocasión para atacar los cimientos morales del nuevo gobierno. “Rayner sostuvo una posición insostenible durante días”, insistían desde las redes sociales afines al partido tory.
La importancia estructural de la ética política
Según el Código de Conducta Ministerial del Reino Unido, un funcionario debe mantener los más altos estándares de honestidad e integridad pública. No basta con actuar de buena fe si las consecuencias de sus actos acaban vulnerando el interés público.
Desde 2006, al menos 15 ministros han renunciado en el Reino Unido por fallos éticos o violación del código. Sin embargo, pocas veces la renuncia recae sobre una figura tan relevante y carismática como Rayner.
¿Es Angela Rayner víctima del sistema o de sí misma?
Hay quienes defienden que el sistema político británico impone condiciones implacables sobre figuras destacadas, especialmente mujeres de origen obrero. En un medio dominado históricamente por hombres educados en Oxford y Cambridge, Rayner representaba una ruptura del molde.
Su caída puede ser vista como el reflejo de esa tensión permanente entre lo que el sistema tolera y lo que exige; entre errores menores y fallas imperdonables. Pero también es cierto que las promesas éticas del Labour venían con una carga simbólica enorme; y Rayner, como cara pública de esa promesa, debía actuar con un estándar aún más elevado.
El futuro del laborismo post-Rayner
En política, los vacíos se llenan rápido. La renuncia simultánea a los cargos de vice primera ministra y vice líder del Partido Laborista abre una carrera interna intensa. Algunos nombres que suenan como sucesores incluyen:
- Lisa Nandy, ex portavoz de exteriores y figura clave en las reformas internas.
- Wes Streeting, uno de los favoritos para liderar el ala centrista del partido.
- Yvette Cooper, veterana laborista con fuerte apoyo en el Parlamento.
Keir Starmer, mientras tanto, deberá mostrar firmeza para sostener la imagen de probidad que prometió durante su campaña. El daño reputacional es real, pero aún recuperable si logra navegar esta tormenta con sólidos nombramientos y políticas efectivas.
¿Hacia dónde va la política británica?
La política contemporánea exige líderes éticos, cercanos y con capacidad de gestión técnica. Angela Rayner encajaba en dos de esas tres categorías. Su salida obliga a pensar qué valoramos más en nuestros líderes: ¿su autenticidad? ¿su capacidad? ¿su rectitud fiscal?
Rayner, con todos sus defectos, representaba una versión más cercana del elector promedio británico. Pero el electorado también exige consecuencia. En tiempos de crisis económica y sospechas ideológicas, la moralidad tributaria se convierte en un termómetro del poder.
“El error no consiste en caer, sino en levantarse sin aprender nada”, decía Winston Churchill. El Partido Laborista tiene ante sí la oportunidad —o la amenaza— de mostrar si ha aprendido de esta caída tan estrepitosa como inesperada.