Cuando el volante se convierte en blanco: Racismo y política tras un accidente en Florida

La tragedia vial de un conductor sij ha desatado una ola de discriminación, politización y miedo en una comunidad fundamental para la economía estadounidense

Un terrible giro en la autopista… y en la retórica nacional

El 12 de agosto de 2023 cambió la vida de muchas personas. Harjinder Singh, un camionero de origen indio y religión sij, realizó una maniobra en U en la autopista de peaje de Florida. El resultado fue un accidente fatal que dejó tres víctimas mortales. Lo que podría haber sido tratado como una tragedia vial aislada pronto se convirtió en un foco de tensiones políticas, raciales e incluso religiosas, arrastrando consigo a toda una comunidad trabajadora del país.

El chófer, la comunidad y la culpa colectiva

Harjinder Singh, quien según algunos informes ingresó ilegalmente a Estados Unidos en 2018 pero tenía licencia comercial válida según otros, fue rápidamente demonizado por las autoridades de Florida. El gobernador republicano Ron DeSantis aprovechó la ocasión para lanzar críticas al sistema migratorio, acompañado con calificativos como “delincuente” y “matón”. También envió a su vicegobernadora a California para traerlo de regreso a Florida, en lo que algunos consideran un show político innecesario.

Algunos usuarios en redes sociales culparon a la comunidad sij entera por la tragedia. Comentarios como “quiten a los cabezas con turbante de las calles” o “nuestros caminos están en peligro por culpa de los inmigrantes” se multiplicaron en plataformas como X y Facebook.

¿Quiénes son los sijs y por qué están en el punto de mira?

El sijismo es una religión monoteísta originaria del Punjab, India, con más de 25 millones de seguidores en todo el mundo. En Estados Unidos, se estima que viven entre 500,000 y 750,000 sijs, siendo California su principal enclave. Muchos de ellos trabajan en el sector del transporte: una elección motivada no sólo por razones económicas, sino también religiosas. Las estrictas prácticas del sijismo, como mantener la barba y el cabello sin cortar y usar turbante, hacen difícil integrarse a muchos entornos laborales tradicionales. El transporte de carga ofrece esa autonomía.

Según Raman Dhillon, director ejecutivo de la North American Punjabi Trucking Association, alrededor del 40% de los camioneros del oeste de EE.UU. son sijs y cerca del 20% a nivel nacional. Algunos cálculos extraoficiales estiman entre 150,000 y hasta 250,000 conductores sijs en todo el país. Son, sin duda, una parte vital de la logística estadounidense.

¿Un accidente o un pretexto?

Para líderes comunitarios como Harsimran Singh, CEO de Gillson Trucking en Stockton, California, la reacción tras el accidente ha sido desproporcionada y refleja un sesgo peligroso. “Toda la comunidad ha sido puesta en juicio por un error aislado”, afirmó. Cinco de sus empleados le han dicho que ya no se sienten seguros conduciendo y han renunciado desde el suceso.

El sentimiento de vulnerabilidad ha crecido. “Cuando me detienen, ya no me siento tranquilo. Me revisan más, me preguntan cosas demás… y no soy el conductor del accidente”, dijo Sukhpreet Waraich, un camionero con una empresa de transportes interestatales en Fontana.

La política entra en escena

Lejos de limitarse a una investigación judicial, el caso se convirtió en un campo de batalla entre DeSantis, firme opositor migratorio, y Gavin Newsom, gobernador demócrata de California. Este último criticó duramente la manipulación del hecho para reforzar discursos xenófobos.

Mientras tanto, la veracidad de la legalidad del estatus de Singh sigue siendo confusa. Algunos señalan que tenía un permiso de trabajo válido; otros insisten en que ingresó ilegalmente y no debió recibir licencia comercial. Sin embargo, un video liberado por autoridades de Nuevo México muestra a Singh hablando en inglés con un oficial, refutando su supuesta falta de dominio del idioma, otro punto utilizado en su contra.

El estigma de siempre, ahora amplificado

El prejuicio contra los sijs en EE.UU. no es nuevo. Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, muchos americanos confundieron a hombres sijs con musulmanes extremistas debido a su aspecto físico: barba larga y turbante. Eso ha llevado a crímenes de odio, acoso escolar e incluso asesinatos. Esta vez, la ofensiva parece más “consciente”, como apunta Jasdeep Singh, miembro activo de un gurdwara (templo sij) en Fremont, California. “En 2001 era ignorancia, ahora hay intención”, critica.

La Sikh Coalition, la principal organización en defensa de derechos sijs en EE.UU., alertó que los incidentes de odio contra sijs fueron los terceros más frecuentes entre agresiones por motivos religiosos, según datos recientes del FBI. “El peligro de este tipo de retórica es que eventualmente se traduce en violencia”, advirtió Harman Singh, director ejecutivo.

La doble discriminación del inmigrante trabajador

Más allá de la tragedia, hay una historia menos visibilizada: la del aporte económico y social de los sijs en EE.UU.. Muchos abandonan Punjab, una región agrícola con economías familiares en declive, buscando mejores oportunidades. Como migrantes, deben enfrentar un sinfín de obstáculos legales, barreras lingüísticas y discriminación. Como sijs, se enfrentan a prejuicios religiosos y culturales.

“Muchos llegan pensando que este país les dará libertad y estabilidad, pero las cosas se tuercen cuando sus creencias o apariencia llaman la atención equivocada”, dice Manpreet Kaur, directora educativa de la Sikh Coalition e hija de un camionero que llegó en los años 70.

El mismo trabajo que les ofrecía independencia económica y libertad espiritual —una cabina donde pueden detenerse a orar y mantener su fe sin restricciones— ahora se convierte en vía de estigmatización en redes sociales y medios.

Solidaridad tras los estereotipos

Ante la creciente islamofobia y xenofobia disfrazada de preocupación por la seguridad pública, distintos sectores de la comunidad sij están uniendo fuerzas. La organización United Sikhs organizó una manifestación pacífica frente a la cárcel de Florida donde Harjinder Singh permanece detenido sin fianza. Allí, oraron por las víctimas del accidente, ofrecieron ayuda a sus familias y alzaron la voz contra el aumento de la discriminación.

“Todos sentimos el dolor de las familias. Nadie quiere perder seres queridos de forma tan horrible. Pero juzgar a una comunidad entera por una tragedia puntual no es justicia. Es ignorancia camuflada”, explicó Gurvinder Singh, director de la organización humanitaria.

La batalla por la narrativa

Lo que está en juego no es sólo el futuro judicial de Harjinder Singh, sino la narrativa que se impone sobre los sijs en Estados Unidos. Una narrativa que los presenta como trabajadores esenciales —porque lo son: alimentan supermercados, abastecen combustibles, sostienen cadenas logísticas—, o como amenazas inmigrantes, por prejuicios que encuentran terreno fértil en un clima político polarizado.

“Queremos que el juicio se dé en un tribunal, no en titulares ni redes sociales”, dice Harman Singh. “El conductor debe tener un juicio justo. Pero la comunidad no debería ser sentenciada por asociación.”

Mientras tanto, muchos camioneros sijs aseguran que seguirán trabajando, porque rendirse sería aceptar una narrativa que les niega la dignidad básica. Lo seguirán haciendo entre miradas, susurros y temores, pero con la resiliencia de quien ha construido una vida a pulso… desde el volante de un camión.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press