De Baltimore a Washington: el nuevo cara a cara entre liderazgo comunitario y seguridad federal

Mientras crecen las tensiones políticas y la violencia en EE. UU., Baltimore demuestra que otra vía es posible frente al enfoque militarizado impulsado por Trump

Por: Redacción

El nuevo campo de batalla: las ciudades de EE. UU. como reflejo del conflicto político nacional

Una nueva era se extiende por la política y la seguridad pública de Estados Unidos. Mientras que la violencia política amenaza con escalar a niveles históricos, las ciudades —desde Washington hasta Baltimore— están convirtiéndose en el epicentro de una batalla entre enfoques antagónicos: el comunitario y el federalizado y militar. El telón de fondo: elecciones, protestas, y fracturas sociales profundas.

Laurel, Maryland: entrenamiento con ecos del 6 de enero

Hace apenas unos días, el complejo de entrenamiento James J. Rowley de la Agencia del Servicio Secreto fue el escenario de uno de los mayores simulacros de seguridad en la historia reciente de EE. UU. Cerca de 600 oficiales de 20 agencias distintas —desde la Policía del Capitolio hasta cuerpos locales— participaron bajo una premisa clara: prepararse ante una amenaza multifacética, real y latente, como las que estremecieron a Washington el 6 de enero de 2021.

Durante los ejercicios, un 'congresista' ficticio fue rescatado por una formación de agentes en equipo antidisturbios, mientras a unos metros se detenía rápidamente a un individuo armado entre la multitud. A través de drones y command posts móviles, se coordinaban acciones en tiempo real, reflejando el mayor énfasis en interoperabilidad entre agencias desde los eventos de 2021.

Entrenamientos como este son cruciales. Entender cómo trabajan los distintos equipos puede marcar la diferencia entre un evento controlado y una catástrofe”, señaló Michael Sullivan, jefe de la Policía del Capitolio.

Un país en tensión: violencia política al alza

Los datos alarman. En 2025 se proyecta que las amenazas contra congresistas alcanzarán su pico histórico. Cada protesta, cada acto público, puede convertirse en un nuevo flashpoint. Y para muchos, la delgada línea entre el desacuerdo democrático y la violencia organizada se desvanece peligrosamente.

Sean Gallagher, jefe asistente del Capitolio, fue categórico: “No escondemos nuestros errores del pasado. Esta es nuestra respuesta para no repetirlos. Queremos ser proactivos”.

Los entrenamientos enfatizan la necesidad de imaginación táctica. Aaron Davis, veterano en la unidad de disturbios civiles, lo resume así: “Imaginamos lo peor en estos ejercicios, porque no queremos que la primera vez nos tome por sorpresa”.

“Free D.C.”: protestas realistas, réplicas de tensiones reales

En uno de los escenarios simulados, los manifestantes gritaban “Free D.C.” mientras lanzaban bloques de madera contra las filas policiales. La referencia es directa: el creciente descontento por la intervención federal, especialmente tras las declaraciones de Trump sobre el uso de la Guardia Nacional como medida de control urbano en ciudades con gobiernos demócratas.

Desde 2020, con las marchas por George Floyd, hasta hoy, las redes de seguridad federales están reinventándose en medio de una creciente percepción de colapso institucional.

Trump y la militarización del espacio cívico: el Rose Garden Club

En una jugada mediática que recuerda más a sus días en la televisión que al protocolo de la presidencia, Trump inauguró el “Rose Garden Club”, un encuentro informal con congresistas republicanos en la renovada zona pavimentada del jardín de la Casa Blanca.

Es un club para personas que quieren traer paz y éxito al país”, dijo Trump, aunque sus acciones a menudo apuntan a lo contrario según críticos. Allí también se refirió a los CEOs de gigantes tecnológicos como Bill Gates y Tim Cook, a quienes había inicialmente invitado al espacio, antes de que la lluvia forzara el traslado de la cena al interior.

La remodelación del Rose Garden, con mesas y sombrillas que evocan Mar-a-Lago, simboliza una transformación estética que parece más simbólica que funcional. Pero es también reflejo de un estilo de gobierno que cruza constantemente los límites entre lo institucional y lo personalista.

Baltimore desafía a Trump: “No necesitamos ocupantes”

Frente al tono federalista y punitivo de Trump, Baltimore ofrece un contrapeso notable. En uno de sus barrios históricamente más marginados, Park Heights, el gobernador de Maryland, Wes Moore, y el alcalde Brandon Scott encabezaron una caminata comunitaria donde proclamaron el éxito local en la reducción de la violencia armada.

No necesitamos ocupantes”, enfatizó Moore, quien es veterano del ejército. La caminata fue una demostración de unidad cívica frente a las amenazas del expresidente, quien ha calificado a Baltimore como “una cama de muerte horrible”.

Scott, por su lado, fue aún más claro: “No retrocedan. De pie ante el momento. En 100 años se recordará que enfrentaron el fascismo y el racismo”.

Resultados que respaldan la estrategia

Los números apoyan las declaraciones de Moore y Scott. En 2024, Baltimore tuvo 201 homicidios, la cifra más baja en más de una década, con una reducción del 23% respecto al año anterior. En agosto de 2025, registró su mes con menos homicidios jamás documentado desde que se llevan estadísticas.

Esta caída no se debe a una mayor presencia policial exclusivamente. El éxito radica en programas sociales destinados a abordar las causas profundas de la violencia: desempleo, accesibilidad a la salud mental, vivienda inestable y pobreza estructural.

La estrategia holisticamente comunitaria

Baltimore no está sola. Varias ciudades estadounidenses están experimentando descensos sostenidos en violencia postpandemia. Pero la estrategia de esta ciudad sobresale por su enfoque transversal. Ya no se trata solo de detener crímenes, sino de prevenirlos mediante la transformación urbana y el acceso a oportunidades.

Park Heights, antaño un vibrante epicentro afroamericano vinculado al histórico Hipódromo Pimlico, sufrió décadas de abandono. Hoy comienza a redefinirse, aunque el camino sigue plagado de desafíos, desde viviendas deterioradas hasta infraestructura colapsada.

La narrativa de la dignidad vs. la narrativa del miedo

La confrontación entre Baltimore y Trump es una pelea también de relatos. En uno, la ciudad negra, empobrecida, represiva según la mirada del expresidente. En el otro, la ciudadanía organizada, la inversión y la recuperación de la esperanza.

Kevin Myers, un residente de larga data del vecindario, expresó su apoyo entre aplausos: “Dejen que Trump sepa que Baltimore puede manejarlo”.

Y como respuesta a su desprecio por la visita, líderes estatales han desafiado retóricamente a Trump: “Sea parte de la solución, no del problema”.

¿Estamos ante un nuevo paradigma?

La militarización de la protesta y la visión federalista que representa Trump encuentran resistencia no solo en el debate político sino en la experiencia empírica de ciudades como Baltimore, donde las tasas de homicidio caen y el capital social vuelve a crecer.

En un país donde cada elección parece una batalla campal —literaria y figuradamente— la pregunta se reconfigura: ¿Confiaremos en la fuerza armada o en reconstruir comunidades desde la raíz? Baltimore, hasta ahora, sugiere la segunda opción.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press