La emergencia climática que ahoga a Pakistán: Entre desbordes, desplazamientos y una amenaza transfronteriza
Más de 1.8 millones de personas desplazadas y más de 900 muertes por inundaciones devastan el sur de Asia: la catástrofe humanitaria cobra fuerza mientras India y Pakistán lidian con lluvias monzónicas y desbordes de ríos
Pakistán una vez más se encuentra bajo el agua. Más de 900 personas han muerto desde fines de junio de 2025 debido a unas inclemencias monzónicas que no dan tregua. Los datos son desgarradores: más de 1.8 millones de personas desplazadas en la provincia oriental de Punjab, 3,900 aldeas inundadas y un número creciente de damnificados en el sur del país, principalmente en Sindh, donde las autoridades han evacuado ya a más de 100,000 personas.
El desastre ha escalado tras una alerta emitida por la India ante el riesgo de desbordes transfronterizos originados por el liberamiento de agua de sus represas, lo que ha encendido una alarma regional con pocas precedentes recientes. Y todo esto ocurre mientras la memoria de las catastróficas inundaciones de 2022 —que dejaron 1,739 muertos— sigue viva.
Un país atrapado entre lluvias torrenciales y políticas regionales
Las lluvias monzónicas son parte del ciclo climático anual de Asia del Sur, pero en los últimos años su intensidad ha crecido notablemente. En 2025, los expertos ya catalogan las precipitaciones como "más intensas de lo normal", lo que sugiere un patrón cada vez más relacionado con el cambio climático. Esta combinación, junto con las decisiones antropogénicas tales como la construcción excesiva en zonas de alto riesgo y los insuficientes sistemas de gestión hídrica, ha agravado la vulnerabilidad del país.
El reciente aviso de la India, transmitido a través de canales diplomáticos, dejó claro que varias represas comenzarían a liberar agua por seguridad estructural, lo que incrementaría caudales de ríos que cruzan la región. Pakistán, temiendo una escalada entre los ya crecidos ríos Ravi, Sutlej, Chenab e Indus, desplegó equipos de rescate, militares y recursos logísticos en tiempo récord en provincias vulnerables como Punjab y Sindh.
El epicentro en Punjab: 3,900 aldeas bajo agua
Muzaffargarh y Multan, dos distritos clave del Punjab, han sido de los más afectados. Las crecidas de los ríos Ravi, Sutlej y Chenab —gracias a la combinación de lluvias intensas y liberamientos de agua desde India— rompieron sus márgenes naturales, provocando una devastación sin precedentes. Más de 3,900 aldeas han sido inundadas, con miles de habitantes atrapados entre las aguas o forzados a desplazarse a zonas más elevadas.
Las imágenes que emergen desde estas regiones muestran una pesadilla recurrente: familias enteras desplazándose en balsas improvisadas, helicópteros militares lanzando alimentos desde el aire y niños cargados en brazos cruzando corrientes fangosas que arrastran lo que encuentran a su paso. Las autoridades locales, junto con la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres (NDMA), han liderado las acciones de respuesta, pero los desafíos logísticos van en aumento.
Sindh en estado de máxima alerta: una tragedia que se repite
Según lo confirmado por el Ministro de Información de Sindh, Sharjeel Memon, más de 109,320 personas han sido evacuadas en zonas bajas, muchas de las cuales aún recuerdan las inundaciones de 2022, que convirtieron la provincia en una extensión de lagos incontrolados. Los temores de que el río Indus vuelva a desbordarse lentamente se están convirtiendo en realidad a medida que los caudales del norte llegan al sur del país.
La experiencia pasada ha facilitado cierta preparación: centros de evacuación se instalaron más rápidamente que en años anteriores, pero la escala del desastre pone en tensión todos los mecanismos de respuesta humanitaria.
¿Cooperación o conflicto regional?: El dilema indo-pakistaní
La tragedia humana se convierte también en una incómoda conversación política. Aunque la India ha notificado formalmente a Pakistán sobre las medidas tomadas con sus represas, la gripe histórica entre estos dos países complica cualquier intento de gestión integrada de recursos hídricos transfronterizos.
De acuerdo con los términos del Tratado de Aguas del Indo, firmado en 1960 con mediación del Banco Mundial, la India tiene control sobre los ríos del este (Ravi, Sutlej y Beas), mientras que Pakistán gestiona los del oeste (Indus, Jhelum y Chenab). Sin embargo, el tratado no aborda escenarios extremos como los actuales, donde los efectos del cambio climático intensifican los riesgos compartidos.
Los daños invisibles: salud, infraestructura y trauma
Mientras las cifras de desplazados y muertes dominan los titulares, los efectos secundarios de la crisis merecen igual atención: enfermedades transmitidas por el agua contaminada, brotes de dengue, cólera y diarreas ya están aumentando. Además, se estima que alrededor de 500 centros de salud primaria han sido afectados o inhabilitados temporalmente por el agua.
Otro frente de preocupación es el sistema educativo: miles de escuelas rurales han sido destruidas o convertidas en centros de refugio, lo que interrumpe el ciclo escolar para decenas de miles de niños. Según UNICEF, las crisis ambientales en Pakistán ya provocaron que más de 20 millones de niños perdieran acceso constante a la educación en los últimos cinco años.
Y luego está el daño psicológico. Las imágenes de personas perdiendo sus hogares, ganado, medios de vida o la vida misma han dejado una cicatriz emocional que pocos servicios de salud mental, ya desbordados, pueden atender.
¿Y ahora qué?: lo que Pakistán necesita con urgencia
Las autoridades paquistaníes han requerido apoyo internacional, no solo en términos de donaciones económicas y alimentos, sino también con equipos especializados en reconstrucción, epidemiología, saneamiento y gestión de crisis climáticas. La Organización de las Naciones Unidas ha reiterado su disponibilidad, pero los desafíos logísticos y diplomáticos se multiplican.
Además, urge una infraestructura hídrica más robusta: defensas ribereñas reforzadas, represas que se gestionen con visión binacional, sistemas de alerta temprana más eficaces y programas de infraestructura verde que reincluyan a la naturaleza como aliada para absorber el exceso de agua.
El espejo de un futuro cercano
Lo que ocurre actualmente en Pakistán no es una anomalía: es un reflejo adelantado de los nuevos patrones de crisis climática que otros países de la región —y del mundo— podrían enfrentar. El aumento de eventos climáticos extremos amenaza con redefinir las nociones tradicionales de frontera, soberanía y cooperación multilateral.
Las palabras del Secretario General de la ONU, António Guterres, tras visitar Pakistán en 2022 resuenan con más fuerza que nunca: “Lo que vemos en Pakistán es una ventana al futuro. Un futuro de fiebre planetaria que aún podemos detener. Pero para eso se necesita acción colectiva inmediata”.
En Pakistán, mientras tanto, las lluvias no cesan. Y como cada año, entre julio y septiembre, miles de historias humanas quedan atrapadas en un ciclo al que el mundo parece haberse resignado. ¿Hasta cuándo?