Serbia al límite: ¿Hacia una nueva Primavera Balcánica?

La represión en Novi Sad pone en evidencia el autoritarismo de Vučić mientras miles de estudiantes lideran una revuelta social sin precedentes en Serbia

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Novi Sad se ha convertido en un epicentro de agitación social sin precedentes en Serbia. Una protesta pacífica liderada por estudiantes universitarios escaló a un violento enfrentamiento con la policía antidisturbios este pasado 5 de septiembre, cuando las fuerzas de seguridad arremetieron con gases lacrimógenos, porras y granadas aturdidoras contra miles de manifestantes.

La chispa: Una tragedia evitable que encendió la mecha

Todo comenzó hace más de diez meses, cuando el colapso de una marquesina de concreto en una estación de tren en Novi Sad provocó la muerte de 16 personas. Desde entonces, el país ha sido testigo de una ola de protestas en crecimiento contra lo que los ciudadanos consideran una clara señal de corrupción estatal y negligencia institucional.

Desde el principio, los estudiantes han estado al frente de la lucha. Exigen elecciones libres y transparentes, libertad de medios y responsabilidad penal para los culpables de la tragedia. No obstante, lo que era una exigencia por justicia se ha transformado en una revuelta abierta contra el autoritarismo del presidente Aleksandar Vučić.

De los libros a las barricadas

Los jóvenes protestan no solo por los muertos de la estación, sino también por la asfixia institucional que empobrece paulatinamente la democracia serbia. Cientos de profesores universitarios, decanos y maestros de secundaria han sido despedidos en los últimos meses por apoyar las manifestaciones, sustituidos sistemáticamente por leales al gobierno.

El viernes negro universitario en Novi Sad alcanzó su clímax cuando las fuerzas especiales tomaron el control de edificios universitarios previamente ocupados por simpatizantes del mandatario. Las calles, que horas antes resonaban con consignas como “¡Queremos elecciones!” y “¡Vučić vete!”, terminaron cubiertas de humo y el eco de paso apurados, entre sirenas de ambulancia que competían con las granadas sónicas.

Vučić contra el mundo

El presidente Aleksandar Vučić acusa a los manifestantes de ser "terroristas financiados desde el extranjero con intenciones desestabilizadoras", aunque no ha entregado ninguna prueba al respecto. Asimismo, se ha negado a llamar elecciones anticipadas, una de las principales demandas del movimiento estudiantil.

Mientras el país se desangra en protestas, Vučić participaba en una reunión diplomática en China junto a Vladimir Putin, Kim Jong-un y otros líderes autoritarios como los presidentes de Irán y Bielorrusia. Una imagen que algunos críticos describen como el “Eje contemporáneo del autoritarismo”.

La represión: una vieja conocida balcánica

La dura represión del gobierno recuerda a episodios no tan lejanos durante la década de los noventa cuando Slobodan Milošević impuso el puño de hierro mientras el país se desangraba en conflictos étnicos y sociales.

Lo inquietante de este nuevo capítulo es que ocurre en un país que, al menos formalmente, aspira a integrarse en la Unión Europea. El propio Vučić ha reafirmado su compromiso con Bruselas. Sin embargo, las escenas de represión policial contra estudiantes desarmados suenan muy lejanas a los principios democráticos del bloque europeo.

Ondas expansivas y reacciones internacionales

Organismos internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han condenado con fuerza la represión en Serbia. A pesar de las advertencias de la Unión Europea, las sanciones no han llegado y las relaciones económicas continúan como de costumbre.

En palabras de Jelena Marković, directora del Instituto para la Democracia Balkan Insight: “Estamos viendo un retroceso desenfrenado de las libertades civiles básicas. Serbia está en una encrucijada y el mundo debe observar atentamente lo que ocurre en Novi Sad y Belgrado.”

Un movimiento que no se detiene

Cada viernes, los estudiantes vuelven a las calles. La convocatoria, cada vez más multitudinaria, evidencia el desgaste del relato oficial. Incluso sectores moderados que habían permanecido neutrales comienzan a simpatizar con el movimiento. El rechazo social a Vučić crece al ritmo del gas lacrimógeno.

La expectativa social es que estas manifestaciones logren generar una presión suficiente para forzar elecciones anticipadas o al menos una apertura democrática real. Mientras tanto, la juventud serbia parece haber despertado y no está dispuesta a retroceder.

¿Primavera Balcánica?

Lo que ocurre hoy en Serbia recuerda inevitablemente al espíritu de las Primaveras Árabes de 2011. Aunque el contexto es radicalmente diferente, la esencia es la misma: una generación cansada de la corrupción, el autoritarismo y la falta de futuro levanta la voz.

Y aunque la respuesta del gobierno ha sido la fuerza desmedida, la historia ha demostrado que cuando se suprimen las voces, solo se fortalecen los ecos.

¿Qué sigue?

  • La intensificación de las protestas ya es un hecho. No parece que las calles vayan a vaciarse pronto.
  • La comunidad internacional deberá actuar con mayor contundencia si desea evitar una crisis institucional aún más profunda en Serbia.
  • Los ojos del mundo están sobre Vučić, pero más sobre esos miles de estudiantes que, libro en mano y mirada firme, decidieron que la democracia no puede esperar más.

En palabras de uno de los jóvenes organizadores anónimos, compartidas en redes sociales: “No somos terroristas, somos hijos de esta tierra. No pedimos violencia, solo futuro.”

Y esa frase, escrita en aerosol en la entrada de la Universidad de Novi Sad mientras ardían los botes de gas, resume una lucha que es serbia, pero también universal.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press