Visitas prohibidas, costos ocultos y tecnología carcelaria: ¿Estamos deshumanizando a las familias de los reclusos?

La batalla legal y social en Michigan revela un sistema carcelario que prioriza las ganancias sobre los vínculos humanos

Un nuevo frente de batalla en los derechos humanos: las cárceles

Las cárceles del estado de Michigan se han convertido recientemente en el epicentro de una batalla legal que va más allá de protocolos penitenciarios o medidas de seguridad: se trata del derecho fundamental a la conexión humana. A través de demandas conocidas como "Right 2 Hug", múltiples familias han llevado al sistema judicial su lucha por restituir las visitas presenciales, alegando que su prohibición no solo infringe el bienestar emocional, sino que también genera ganancias desproporcionadas a empresas privadas a expensas de los afectos familiares.

Contexto histórico: de la visita con abrazo al clic con tarifa

En los años 90, las videollamadas en cárceles comenzaron como una alternativa complementaria, pero fue en la década del 2010 cuando empezaron a reemplazar completamente las visitas físicas. Esta transformación, promovida principalmente por corporaciones de telecomunicaciones como Securus Technologies y Global Tel Link (GTL), vino acompañada de estructuras tarifarias elevadas. Un informe de Prison Policy Initiative (2015) reveló que más del 70% de los centros que adoptaron video visitas eliminaron permanentemente las visitas presenciales.

La tecnología que separa en vez de acercar

En el caso de St. Clair County, los prisioneros deben pagar $12.99 por una videollamada de 20 minutos, mientras que en Genesee County la cifra es de $10 por 25 minutos. Esta inversión —equivalente a lo que muchas familias gastan por alimentos o transporte en un día— plantea una pregunta ética profunda: ¿estamos comercializando el derecho a mantener vínculos afectivos?

Aún más preocupante, estos precios se acompañan de contratos donde parte de las ganancias van directamente a los gobiernos locales. No se trata únicamente de mantener comunicación: es un modelo económico institucionalizado y diseñado para obtener beneficios financieros de la separación física y emocional entre condenados y sus seres queridos.

Las consecuencias del aislamiento para los niños

La defensa legal alega que los niños tienen un derecho constitucional a ver y abrazar a sus padres. Cody Cutting, abogado del grupo de derechos civiles Civil Rights Corps, lo expresó con contundencia: “Los niños valientes que lideran estas demandas demostrarán que los vetos a visitas familiares violan derechos fundamentales”.

Numerosos estudios respaldan esta visión. Una investigación publicada en Journal of Marriage and Family (2018) establece que las visitas físicas en cárceles reducen los niveles de ansiedad infantil y propician vínculos estables que favorecen su bienestar psicológico. En contraste, la falta de contacto físico incrementa el riesgo de trastornos emocionales en menores.

Un sheriff que va contra la corriente

Frente a esta problemática, algunas autoridades han comenzado a virar el rumbo. Chris Swanson, sheriff de Genesee County, quien también compite por la candidatura a gobernador de Michigan en 2026, lanzó en julio de 2024 la iniciativa “Operation Restoration”. Este programa permite visitas presenciales al menos dos veces al mes, segmentadas según la edad de los niños.

Los resultados, en palabras del propio Swanson, han sido sorprendentes: “Hemos visto una respuesta increíble y sin contrabando ni violencia. Restaurar las visitas es, en todo sentido, la medida correcta”.

Además, el programa permite una videollamada gratuita semanal de 20 minutos, con el objetivo de aliviar la carga económica para las familias.

La industria multimillonaria de la comunicación penitenciaria

El trasfondo financiero de esta problemática tiene matices inquietantes. Las compañías que proveen servicios de videollamada a cárceles generan millones anualmente. Platinum Equity, propietaria de Securus, ha sido cuestionada por prácticas monopólicas y abuso de tarifas. Su CEO, Tom Gores, también dueño del equipo NBA Detroit Pistons, ha enfrentado presión pública por beneficiarse de negocios carcelarios con implicaciones éticas discutibles.

La otra cara: ¿más seguridad o más opresión?

Las autoridades penitenciarias han defendido la virtualización de visitas apelando a razones de seguridad y gestión. Argumentan que reducir el ingreso de personas externas a las cárceles disminuye el tráfico de drogas, el ingreso de objetos prohibidos y la posibilidad de fugas.

Michael West, juez del condado de St. Clair, desestimó en julio de 2024 las demandas de las familias, argumentando que el sistema de videollamadas actuales es técnicamente más accesible que las antiguas visitas presenciales detrás de un cristal. Representantes legales del condado incluso sostienen que estas visitas en línea permiten mayor flexibilidad y comodidad para las familias.

Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario: pocas familias tienen acceso a computadoras de calidad, conexión estable o un entorno adecuado para comunicarse. Las tarifas elevadas y los horarios restringidos son obstáculos reales que eliminan cualquier supuesto beneficio.

Un modelo a seguir: Washtenaw y otros condados

Inspirados en el caso de Genesee, otras jurisdicciones están revisando sus políticas. Washtenaw County está probando programas piloto para restablecer la visita presencial, reconociendo que sostener los lazos familiares reduce la reincidencia y mejora el comportamiento de los reclusos.

La sheriff del condado, Alyshia Dyer, escribió en su reporte anual: “Nuestro objetivo es centrar la dignidad y humanidad en nuestras políticas de visita, no sólo para mejorar resultados judiciales, sino para fortalecer vínculos familiares y la cohesión comunitaria”.

Un problema nacional con límites estatales

Lo que ocurre en Michigan no es un hecho aislado. A nivel nacional, tras la pandemia de COVID-19 muchas cárceles suspendieron visitas presenciales y, al recuperarse la actividad social, optaron por mantener la virtualidad como nueva norma. Grandes eventos como el Mundial 2026 o los Juegos de la NCAA exigen mayor preparación de los sistemas de transporte y seguridad —pero poco se discute sobre las condiciones humanas de los sistemas carcelarios.

En Pennsylvania, un juez ordenó recientemente que el sistema de transporte público SEPTA revierta sus recortes de servicio, considerando que afectan a comunidades marginalizadas. Del mismo modo, muchas cortes podrían intervenir pronto en las decisiones carcelarias que afectan derechos íntimos como ver y tocar a un ser querido.

La presión pública y el rol clave de la comunidad

Las presiones públicas están logrando cambios tangibles. Familias, organizaciones de derechos humanos y abogados civiles están apelando a tribunales, organizando foros comunitarios y difundiendo su causa en redes sociales. La narrativa del encarcelamiento sin humanidad está siendo cuestionada con argumentos sólidos y patentes de dolor familiar.

Quienes enfrentan este sistema no son delincuentes peligrosos; muchos son personas detenidas preventivamente, aún sin juicio, y en promedio pasan solo 11 días en prisión por delitos menores, según un estudio estatal de Michigan (2020). ¿Justifica esto negarles contacto físico con sus hijos?

¿Derecho o privilegio?

La pregunta central que atraviesa esta problemática es si ver y abrazar a un familiar detenido debe ser considerado un derecho constitucional o un privilegio regulado por arbitrariedades administrativas. Para muchos activistas y defensores de derechos humanos, la respuesta es clara.

Lois Pullano, de la organización Citizens for Prison Reform, lo resume así: “No poder ver a un ser querido en persona tiene un costo emocional devastador. Esta práctica de castigar a familias enteras debe terminar”.

El futuro de las visitas en la era digital

Mientras continúa el litigio legal en cortes de apelación, la sociedad parece caminar hacia un necesario replanteamiento del enfoque carcelario. Restaurar las visitas presenciales no es solo una cuestión administrativa: es un acto de reconocimiento del derecho a la dignidad y al afecto. No basta con digitalizar el sistema si se deshumaniza el proceso.

La tecnología puede ser una herramienta de conexión, pero jamás debe sustituir el abrazo de un hijo ni el consuelo de una mirada real.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press