De Gaza a Maputo: El lado oculto del poder, el conflicto y la narrativa global
Una mirada crítica a la cobertura mediática del conflicto en Gaza y el acceso desigual a la electricidad en África
¿Qué tienen en común los apagones en Mozambique y los bombardeos en Gaza? Una respuesta simplista diría: nada. Pero si rasgamos la superficie del discurso mediático y miramos más allá del titular rápido, encontramos conexiones que transforman dos realidades distantes en partes de una misma narrativa: la del control, la visibilidad y la dignidad humana. En este análisis, ponemos la lupa sobre dos temas con poco cobertura equilibrada: el lento viraje en la representación del sufrimiento palestino en Israel y la carrera por cubrir África de electricidad renovable. Dos historias que evidencian cómo el acceso —a la energía, a la representación, a la verdad— conforma el mapa del poder en el siglo XXI.
Cambios graduales en Gaza: de héroes a hambruna
En las primeras semanas tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, los medios israelíes cerraron filas en torno a una narrativa nacionalista, centrada exclusivamente en el trauma israelí: soldados caídos, familias de rehenes y una ciudadanía sacudida. Fue presentado como "el 11 de septiembre de Israel". Y no sin razón: cerca de 1.200 personas fueron asesinadas y otras 251 personas secuestradas, muchas de las cuales han sido liberadas, aunque al menos 20 siguen vivas entre rehenes.
Sin embargo, solo recientemente han emergido en la televisión israelí imágenes crudas del lado opuesto: niños palestinos desnutridos, infraestructuras destruidas, testimonios anónimos desde Gaza. Esta virada narrativa es leve, tímidamente introducida entre las noticias dominadas aún por el frente israelí. ¿Qué motiva estos giros? ¿Un despertar moral? ¿Presiones internacionales? ¿Fugas inevitables de la verdad digital?
La batalla en los medios: quién merece solidaridad
La periodista Yonit Levi causó revuelo tras un breve pero potente comentario en medio de un reportaje sobre la hambruna en Gaza: “Quizás hay que aceptar que esto no es solo un fracaso de la diplomacia pública sino un fracaso moral”. Su comentario fue tachado por medios pro-Netanyahu como "propaganda de Hamás". Este es tan solo un ejemplo de cómo cualquier intento de empatizar con la población gazatí es rápidamente encasillado como antipatriótico o incluso traidor.
Mientras tanto, el número de muertos en Gaza supera los 64.000, según datos del Ministerio de Salud de Gaza —cifra considerada creíble por la ONU pero siempre disputada por Israel, que no ofrece cifras alternativas. Esta paradoja de cifras y relatos plantea una pregunta esencial: ¿qué vidas creemos cuando leemos las noticias?
Mozambique: cuando la energía transforma una aldea
En el sur de África, otra batalla profundamente humana ocurre lejos de las cámaras: la lucha por encender una bombilla. La historia de Hermínio Guambe, un barbero de una aldea cercana a Maputo, cobra luz—literalmente—cuando su comunidad obtiene acceso a electricidad. De cortar cabello a mano hasta utilizar secadores, su pequeño negocio se transforma. El acceso a electricidad permite refrigerar medicinas, mejorar la sanidad, generar empleo. “La electricidad no es solo luz, es una oportunidad”, dijo Ajay Banga, presidente del Banco Mundial, durante su visita a Mozambique.
Es en este país donde se proyecta el Mphanda Nkuwa, un mega proyecto hidroeléctrico de 6.000 millones de dólares que generará 1.500 megavatios y abastecerá, en teoría, a buena parte del sur africano. Sin embargo, el acceso nacional es todavía desigual: en 2018 solo el 31% tenía acceso; en 2024, esta cifra subió al 60%.
¿Energía limpia al precio de deuda sucia?
El Banco Mundial no financia directamente el proyecto, pero lo respalda con garantías legales, soporte técnico y seguros. Algunos críticos, como el consultor Evaristo Cumbane, alertan sobre el creciente endeudamiento del país: la deuda pública se elevó a 17.000 millones de dólares en 2025. “Esto no es caridad; están aquí por negocio”, señala.
Como alternativa, promueve soluciones descentralizadas, como sistemas fuera de red (off-grid), especialmente impulsados por energía solar. Este enfoque permitiría cubrir zonas rurales remotas sin depender de la infraestructura costosa de conexión a redes nacionales. Hoy, el 10% del acceso eléctrico en Mozambique viene de soluciones solares descentralizadas.
Sudáfrica y la energía solar: rayos de esperanza
En el desierto del Kalahari, la planta solar Khi Solar One demuestra qué es posible cuando la energía renovable se implementa con visión. Produce 50 megavatios y abastece a más de 40.000 hogares.
Sin embargo, a nivel continental, África tiene aún mucho por hacer. El 60% del recurso solar mundial está en África, pero solo recibe el 2% de las inversiones en energía limpia. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables, para 2050 el 90% de la electricidad africana podría provenir de fuentes renovables. Pero el camino es empedrado: solo el 1,5% de la capacidad renovable mundial está instalada en África.
China y el nuevo colonialismo solar
De forma silenciosa pero masiva, China ha triplicado sus exportaciones de paneles solares hacia África en 2024. Países como Sudáfrica, Nigeria y Angola lideran las importaciones. Esta tendencia sugiere dos cosas: una creciente dependencia tecnológica de China y que el crecimiento del sector energético africano puede virar hacia un nuevo tipo de neocolonialismo comercial.
Reflejos entre Gaza y Maputo
Gaza está bajo fuego. Maputo lucha contra la oscuridad. Ambos ejemplos revelan cómo la energía —literal y metafóricamente— es distribuidora de dignidad. Mientras que las cámaras deciden a quién le damos visibilidad (y por tanto humanidad), las redes eléctricas adjudican quién vive con oportunidades de vida.
A la vez, los medios custodian la verdad. ¿Por qué tardan tanto en mostrar la crisis humanitaria en Gaza? ¿Por qué África representa solo una fracción mínima del discurso energético global?
Lo que no se ve, no se salva
En palabras del periodista israelí Raviv Drucker: “Es una guerra extraña, es el siglo XXI y todos tienen un teléfono para transmitir, pero no hay nadie en el suelo en quien confiar”. Lo mismo aplica para los pueblos rurales desconectados: sin visibilidad, no hay inversión; sin inversión, no hay equidad.
Y al final, la pregunta central ronda tanto los campos minados como los campos solares: ¿quién vive en las sombras, quién merece luz… y quién decide?