El “Chipocalipsis” de Trump: ¿Seguridad nacional o autoritarismo enmascarado?

El expresidente reaviva su retórica polémica al proponer militarizar ciudades como Chicago y renombrar el Departamento de Defensa como 'Departamento de Guerra'

Una escenificación de guerra con toque hollywoodense

Donald Trump volvió a estar en el centro de la controversia política tras publicar recientemente en su red social una imagen inspirada en Apocalypse Now, la mítica película de Francis Ford Coppola, modificada digitalmente para mostrar una dramatización de tropas sobrevolando la ciudad de Chicago con el mensaje: “Me encanta el olor de las deportaciones en la mañana”.

No fue simplemente una broma de mal gusto: el expresidente añadió que Chicago pronto descubrirá por qué el Departamento de Defensa, en su visión, debería llamarse “Departamento de Guerra”. La imagen lo muestra vestido como el teniente coronel Kilgore, interpretado por Robert Duvall en la película, y sustituye el icónico “napalm” por “deportaciones”. Esta publicación sacudió los medios, y no faltaron reacciones políticas airadas.

La militarización de las ciudades demócratas: ¿una política o una provocación?

La declaración de Trump no salió de la nada. Desde junio, su administración ha utilizado a la Guardia Nacional para reforzar la seguridad en ciudades como Los Ángeles y Washington. Incluso ha propuesto hacer lo mismo en otras como Chicago, Nueva Orleans, Baltimore e incluso Portland. El patrón es claro: todas son ciudades gobernadas por demócratas.

El gobernador demócrata de Illinois, JB Pritzker, fue uno de los primeros en reaccionar con dureza. En su cuenta de X (anteriormente Twitter), escribió: “El presidente amenaza con declarar la guerra a una ciudad estadounidense. Esto no es una broma. Esto no es normal”. Y agregó: “Trump no es un hombre fuerte, es un hombre asustado. Illinois no se deja intimidar por un dictador frustrado”.

“Departamento de Guerra”: un giro semántico que alerta al Congreso

En esta misma línea retórica, Trump firmó recientemente una orden ejecutiva que busca cambiar el nombre del Departamento de Defensa a “Departamento de Guerra”, una medida simbólica que, aunque requerirá aprobación del Congreso, deja ver las intenciones de reforzar una imagen marcial y autoritaria.

La semántica no es menor. Desde 1949, el Departamento de Defensa es el nombre oficial, marcando una postura de defensa nacional en lugar de ofensiva. Renombrarlo podría abrir paso a implicaciones más profundas sobre el papel del ejército en la vida civil.

¿Hasta dónde puede llegar un presidente con la Guardia Nacional?

Trump ha sugerido reiteradamente que posee amplios poderes ejecutivos para utilizar a las tropas en suelo estadounidense. En declaraciones recientes afirmó: “Si creo que nuestro país está en peligro —y lo está en estas ciudades— puedo hacerlo”.

Este tipo de afirmaciones entra en terreno delicado. Si bien el presidente tiene autoridad para movilizar la Guardia Nacional en casos de emergencia, dicha acción suele requerir la cooperación de los gobernadores o una justificación bajo la Ley de Insurrección de 1807. Usar esta ley para afrontar simplemente protestas u oleadas migratorias sería, cuanto menos, polémico.

La Operación ‘Chipocalipsis»: ambigüedad y rechazo local

Aunque los detalles concretos sobre el supuesto operativo en Chicago son escasos, sí hay señales de que la administración de Trump se prepara para reforzar la presencia federal con efectivos de inmigración y fuerzas de seguridad. Chicago ya ha presentado resistencia a medidas similares en el pasado, y varios funcionarios aseguran que demandarán legalmente al Gobierno federal si se avanza con esta intervención.

En 2020, la alcaldesa Lori Lightfoot denunció las incursiones federales como una forma de ocupación, criticando que no respondían a peticiones locales ni obedecían principios democráticos básicos. Ahora, con el regreso de Trump al panorama electoral, reaparecen los fantasmas de una militarización instrumentalizadas con fines políticos.

Paralelismos históricos: ¿una estrategia de poder típica?

La táctica de Trump recuerda a movimientos históricos de líderes que consolidaron poder interno apelando al miedo y a la mano dura. Desde Richard Nixon y su famosa “estrategia de ley y orden” durante la era de los disturbios civiles, hasta las políticas de mano dura en América Latina durante los años 70, los contextos comparten un elemento común: autoridad estatal por encima del consenso comunitario.

Expertos en ciencias políticas han señalado que, aunque Estados Unidos es una democracia consolidada, hay grietas que pueden ser explotadas. “Cuando los políticos empiezan a utilizar al ejército como herramienta en conflictos domésticos sin justificación real, estamos frente a una peligrosa pendiente hacia el autoritarismo”, mencionó Steven Levitsky, politólogo de la Universidad de Harvard.

Una campaña electoral con aroma a pólvora

En el trasfondo de toda esta narrativa se encuentra la campaña electoral. Pese a haber sido dos veces acusado y perder las elecciones de 2020, Trump continúa siendo la figura más influyente del Partido Republicano. Su discurso apunta directamente a su base más fiel, que ve con buenos ojos una postura de fuerza sin matices, especialmente frente a la inmigración y el crimen urbano.

En encuestas recientes, alrededor del 64% de los votantes republicanos aseguraron apoyar el despliegue de tropas para frenar protestas o movimientos migratorios “ilegales”, incluso si ello significara pasar por encima de gobiernos locales (fuente: Pew Research, 2023).

Este tipo de enfoque puede resultar efectivo a corto plazo en términos electorales, pero tiene un coste institucional muy alto para la democracia estadounidense.

Las ciudades como trincheras políticas

Desde la pandemia y el auge de movimientos como Black Lives Matter, muchas de las grandes ciudades estadounidenses se han convertido en campos de disputa más allá de lo ideológico. Son auténticos símbolos. Para Trump, representan el “fracaso liberal”; para los demócratas, son bastiones de resistencia y progreso.

Lo que está en juego no son solo políticas de seguridad pública, sino visiones completamente opuestas del país. En este contexto, discursos como el de “Chipocalipsis Now” no son incidentes aislados, sino parte de una batalla narrativa que redefine el concepto de poder.

¿Ficción distópica o preludio de una nueva realidad política?

Utilizar referencias cinematográficas para ilustrar decisiones gubernamentales no es algo nuevo. Sin embargo, colocar una guerra ficticia como paralelismo de una supuesta lucha por el orden interno levanta alertas. Este tipo de mensajes tienen un potencial polarizador enorme.

Críticos sostienen que la administración de Trump ha degradado las formas institucionales a favor de la narrativa personalizada del líder fuerte. En esencia, convertir la política nacional en un escenario de espectáculo (incluso bélico) facilita tomar decisiones sin rendir cuentas ante el debate democrático tradicional.

Por otro lado, sus simpatizantes afirman que se necesita una mano dura para recuperar el orden, especialmente en zonas urbanas afectadas por violencia o inmigración irregular.

¿Dónde está la línea entre el liderazgo firme y el autoritarismo? La respuesta a esta pregunta determinará el futuro político de Estados Unidos, y, posiblemente, de la próxima elección presidencial.

¿Y si no es una broma?

Pritzker lo resumió en una frase que resuena: “Esto no es una broma”. En tiempos donde los límites de la democracia se ponen a prueba diariamente, es vital no minimizar señales de alerta. La transformación del discurso presidencial en uno de guerra interna, por más simbólico que parezca, amenaza con normalizar la militarización como herramienta política.

En definitiva, el “Chipocalipsis” no solo es una imagen en redes. Es un reflejo de una visión del poder que pone por delante los símbolos del conflicto frente al consenso ciudadano.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press