El segundo mandato de Donald Trump: el Estado como arma política

Análisis del uso del poder presidencial como herramienta para ajustar cuentas y moldear la política estadounidense

Trump, el presidente que juega con “todas las cartas”

Desde tiempos de campaña, Donald Trump ha mostrado una afinidad particular por las metáforas del póker. Ya sea hablando de relaciones comerciales con China o negociaciones diplomáticas con Canadá, el exmandatario norteamericano siempre afirma que Estados Unidos tiene “todas las cartas”. Esta imagen no solo revela una estrategia de poder basada en el dominio, sino también una forma de entender la presidencia: un juego donde solo el más fuerte sobrevive.

En su segundo mandato, iniciado en enero de 2025, Trump ha llevado esta filosofía a nuevos niveles. En lugar de moderar su postura tras una campaña repleta de acusaciones y enfrentamientos legales —incluyendo cuatro procesos judiciales en tres estados distintos—, ha decidido usar todo el poder que confiere la Casa Blanca para ejecutar una ofensiva política sin precedentes contra sus oponentes ideológicos, universidades, el sistema judicial, medios de comunicación y cualquier otra institución que se cruce en su camino.

Una administración sin precedentes: aliados contentos, críticos silenciados

Quienes votaron por Trump en 2024 tras haberlo visto como víctima de lo que él llama ‘el estado profundo’ ahora lo observan con admiración empuñando el aparato del gobierno federal como un arma. “Utilizar el aparato estatal para ganar la guerra cultural ha sido esencial para su agenda”, explica David N. Smith, sociólogo de la Universidad de Kansas que ha estudiado a fondo a la base electoral de Trump.

Entre medidas más notorias se encuentran la revocación de fondos a universidades como Columbia y la Universidad de Pensilvania, una presión intensa sobre firmas legales consideradas de orientación demócrata y órdenes ejecutivas dirigidas a individuos específicos que anteriormente trabajaron para su gobierno. Además, la palabra "limpieza" ahora forma parte del léxico habitual en sus ruedas de prensa.

  • Despliegue de tropas en Washington y amenazas similares en otras ciudades con alcaldías demócratas.
  • Intento de reinstaurar el nombre anterior del equipo Washington Commanders como condición para autorizar la construcción de un nuevo estadio.
  • Despidió fiscales federales y reasignó a empleados con antecedentes de investigar sus actividades.
  • Nombramiento de una fiscal general, Pam Bondi, para investigar a figuras como Adam Schiff o Letitia James.

Trump ha dicho que no está ‘armando’ el estado, sino ‘ejerciendo el poder’. Y su portavoz Harrison Fields reafirma: “Lo que la nación presencia hoy es la ejecución de la administración más trascendental de la historia de Estados Unidos, una que está abrazando el sentido común, priorizando a América y cumpliendo el mandato del pueblo”.

Trampas, estrategia y memes: el poder epistemológico de Trump

El poder tiene múltiples caras: la coacción, el control del discurso y la manipulación de las preferencias sociales. Así lo plantea Steven Lukes en su influyente obra “Power: A Radical View”. Para Lukes, Trump ejemplifica estas dimensiones a la perfección, y su mayor innovación ha sido lo que denomina “liberación epistémica”: la capacidad de fabricar hechos y lograr que millones crean en ellos a pesar de pruebas en contra.

Los memes, las insinuaciones sin fundamento y los apodos peyorativos han sustituido el argumento racional por la emoción visceral. Las audiencias no exigen veracidad; exigen sentir que su líder “gana”, “se venga” o “conquista” al enemigo. Así, la opinión pública es manipulada con tácticas deliberadamente alejadas del debate democrático tradicional.

¿El mismo guion, pero al revés?

Durante su campaña de 2024, Trump criticó duramente al Departamento de Justicia de Joe Biden por “perseguirlo políticamente”. Sin embargo, al ganar la elección y asumir por segunda vez la presidencia, no solo no detuvo el uso partidista del gobierno sino que lo multiplicó.

El 6 de marzo de 2025 firmó una orden ejecutiva para que el Departamento de Justicia persiguiera a la firma de abogados Perkins Coie, asociada con los demócratas. El 9 de abril dio luz verde a investigaciones federales contra dos exfuncionarios de su propia administración. La paradoja no parece molestar a sus bases. Lo que era visto como persecución cuando le tocaba a él, ahora es justicia cuando él es quien la imparte.

“¡Si tú me atacas, yo voy tras de ti!”, publicó en Truth Social el 4 de agosto de 2023.

El Congreso y la Corte Suprema: espectadores cómplices

Una de las razones por las cuales Trump ha podido expandir sus poderes ejecutivos es la complicidad pasiva del Congreso y la Corte Suprema, que hasta ahora han permitido muchas de estas decisiones polémicas. Normas, tradiciones y contrapesos que antes servían para encauzar al poder ejecutivo han sido eludidas o eliminadas.

Incluso instituciones que fueron adversas en el pasado han aceptado resoluciones, acuerdos o simplemente silencio. Columbia y Penn cedieron ante la presión económica; la Universidad de Virginia y Northwestern vieron renunciar a sus presidentes; y medios como ABC News aceptaron acuerdos legales por sumas millonarias para evitar demandas.

Justicia a la carta: los fracasos del sistema judicial bajo presión

Uno de los efectos secundarios más explosivos de este uso del poder ha sido la alteración del sistema judicial. En un clima cada vez más polarizado, incluso las fiscalías federales han comenzado a “tropezar” con los casos contra Trump o las amenazas en su contra.

Recientemente, el Departamento de Justicia se vio obligado a retirar el caso contra Nathalie Rose Jones, una mujer que presuntamente había amenazado a Trump en redes sociales. La negativa del gran jurado a emitir una acusación formal fue, según expertos legales, “extraordinariamente rara”.

No ha sido un hecho aislado: en cinco casos diferentes, siete presentaciones han sido rechazadas por jurados federales desde el inicio de su segundo mandato. Es un claro indicio de que la presión política, los mensajes desde la Casa Blanca y las estrategias públicas de intimidación están debilitando el frágil equilibrio judicial del país.

Poder económico y propaganda: la biblioteca presidencial como punto clave

Mientras tanto, Trump ha empezado a trazar líneas para construir su futura biblioteca presidencial utilizando, en parte, los fondos obtenidos a través de demandas contra gigantes como Paramount Global, Meta y ABC News. Incluso aceptó un nuevo jet presidencial como donación por parte del gobierno de Qatar a su biblioteca —una maniobra que no pudo ser replicada legalmente por Obama ni otros predecesores.

¿Una democracia en estado de excepción?

Lo que ha quedado claro es que Donald Trump no ve al aparato del Estado como una estructura constitucional destinada al servicio público. Para él, es una herramienta para obtener ventajas estratégicas en un tablero en el que siempre reclama tener la mejor mano.

La “epistemología de la fuerza”, una política donde los medios, las universidades y los tribunales son enemigos o instrumentos, no tiene precedentes en la historia moderna estadounidense. Como analizó Lukes, un líder así no simplemente ejerce el poder: lo define y lo recrea en una realidad alternativa donde los límites normativos y éticos son reemplazados por lealtad, narrativa e improvisación.

En este contexto, las decisiones que tome Trump en los próximos meses no solo configurarán su legado, sino que también pondrán a prueba la elasticidad de las instituciones democráticas y la resistencia de un sistema fundado en la presunta separación de poderes. La pregunta ya no es si Trump está usando el gobierno como arma, sino hasta dónde está dispuesto a llegar y quién se atreverá a detenerlo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press