La nueva cara de la Iglesia: el Jubileo LGBTQ+ en Roma y el legado de apertura de Francisco
De la exclusión al abrazo: cientos de fieles LGBTQ+ participan por primera vez en un año jubilar, marcando un momento histórico para la Iglesia Católica
Un peregrinaje histórico en el corazón del catolicismo
El pasado fin de semana, el centro religioso del mundo católico fue testigo de un evento que hasta hace pocos años habría sido impensable: cientos de personas LGBTQ+ participaron en una peregrinación oficial durante el Año Jubilar, cruzando la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Es un acto simbólico, lleno de profundidad espiritual y emocional, pero también político y cultural: la Iglesia Católica comienza, aunque lentamente, a girar hacia una mayor inclusión.
“Todos, todos, todos” — El eco de una frase histórica
Si hay una frase que con fuerza ha marcado este giro de timón dentro del Vaticano es la que pronunció el Papa Francisco en 2023 durante una entrevista: “La Iglesia es para todos. Todos, todos, todos.” Este llamado a la acogida sin condiciones de orientación sexual fue uno de los pilares que dio impulso a este peregrinaje sin precedentes.
El obispo Francesco Savino, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana, ofició una misa para los peregrinos LGBTQ+ en una iglesia jesuita repleta. En su homilía, citó a Francisco al afirmar claramente: “Nadie debe sentirse excluido.”
El Año Jubilar y su significado en la tradición católica
En la tradición de la Iglesia, el Año Santo o Jubilar se celebra aproximadamente cada 25 años. Es una ocasión para la renovación espiritual y, simbólicamente, para el perdón de los pecados y la apertura de nuevas etapas en la fe y comunidad. No haber sido invitados o reconocidos en estos eventos fue durante años una forma sutil —pero poderosa— de marginalización de los fieles LGBTQ+.
Por ello, que esta jubilación apareciera en el calendario oficial del Vaticano ha sido un paso gigantesco para muchas personas, aunque los organizadores remarcaron que la inclusión no representa una “aprobación formal”, sino un gesto de acogida evidente.
Francisco, pionero en abrir las puertas
El Papa Francisco, durante sus 12 años de pontificado, ha enviado múltiples señales hacia una Iglesia más compasiva e inclusiva. Desde su ya célebre pregunta retórica en 2013 —“¿Quién soy yo para juzgar?”— hasta permitir en 2023 que sacerdotes puedan bendecir parejas del mismo sexo, su camino ha sido claro.
Si bien no ha tocado la doctrina oficial que considera los actos homosexuales como “intrínsecamente desordenados” —una frase presente en el Catecismo desde 1992—, ha redefinido el trato y el enfoque pastoral hacia personas LGBTQ+.
Ha recibido activistas trans en el Vaticano, se ha reunido públicamente con parejas homosexuales y ha hablado contra políticas discriminatorias en países que criminalizan la homosexualidad: “Ser homosexual no es un crimen”, declaró.
Los nuevos símbolos de la inclusión
Durante la vigilia previa al paso por la Puerta Santa, los asistentes escucharon testimonios conmovedores: parejas del mismo sexo que fueron rechazadas por sus parroquias, madres de hijos trans, sacerdotes que lloraron junto a feligreses. Uno de los momentos más emotivos fue la reflexión del sacerdote italiano Fausto Focosi:
“Nuestros ojos han conocido las lágrimas del rechazo, del ocultamiento, de la vergüenza. Hoy, sin embargo, hay otras lágrimas. Estas son lágrimas de esperanza.”
En la iglesia del Gesú, en el centro de Roma, la emoción era palpable. La música, la oración y el abrazo comunitario reemplazaron décadas de silencio y miedo dentro del catolicismo.
Las voces de una fe recuperada
John Capozzi, de Washington D.C., asistió al evento con su esposo. Relató que él había abandonado la Iglesia en los años 80, durante la crisis del SIDA, cuando ser gay y católico parecía irreconciliable. Sin embargo, su percepción cambió con Francisco.
“Era un católico en el armario”, dijo. “Con el Papa Francisco, pude salir y decir: ‘Soy católico, estoy orgulloso de serlo y quiero formar parte de la Iglesia.”
Su esposo, Justin del Rosario, fue aún más categórico: “Francisco me inspiró a volver a la Iglesia. El Papa Leo sólo fortaleció mi fe.”
¿Qué dice el nuevo papa, Leo XIV?
Aunque fue elegido en mayo de 2025, se conocían algunas declaraciones de Leo XIV (antes conocido como Robert Prevost) realizadas en 2012, donde criticaba el “estilo de vida homosexual”. Sin embargo, desde entonces, su tono ha cambiado.
En una audiencia oficial con el padre James Martin, prominente defensor LGBTQ+ dentro de la Iglesia, Leo le aseguró que pretendería seguir el camino de acogida marcado por Francisco.
“Escuché el mismo mensaje de parte del Papa Leo que del Papa Francisco: el deseo de dar la bienvenida a todas las personas, incluidas las LGBTQ+,” afirmó Martin tras la reunión.
Resistencias internas: el otro rostro del Vaticano
A pesar de esta apertura, no todo es armonía en el seno del catolicismo. Existen sectores, especialmente dentro de las conferencias episcopales más conservadoras —como la de África, Europa Central o algunas diócesis de Estados Unidos—, que consideran esta apertura como una peligrosa desviación de la doctrina.
También hay altos prelados que temen que el reconocimiento público abra puertas hacia reformas doctrinales más profundas. Sin embargo, el papa Francisco y ahora Leo XIV han dado señales claras: la pastoral va antes que el juicio, y el respeto a la dignidad humana no tiene condiciones.
Una Iglesia “con y para todos”
Este Jubileo LGBTQ+ no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de transformaciones más amplias. Dentro de los claustros vaticanos, pero también en comunidades, parroquias y movimientos católicos de base en todo el mundo, se ha ido gestando una espiritualidad de acogida, escucha y acompañamiento.
Iniciativas como “Tenda di Gionata”, en Italia, u “Outreach” en EE.UU., buscan caminos para que las personas LGBTQ+ puedan vivir su fe sin miedo a ser juzgadas. El evento de Roma demostró que ya no se trata de pedir permiso para entrar, sino de recuperar un lugar legítimo en la comunión de los fieles.
Del rechazo al reconocimiento espiritual
La historia del cristianismo siempre ha estado salpicada por exclusiones dolorosas: mujeres, herejes, científicos, divorciados, personas racializadas, y ahora, los creyentes LGBTQ+. Pero también está llena de retornos, amor y redención. Las lágrimas de estos peregrinos en Roma no fueron solo de alegría, sino de sanación.
Y como dijo el propio Francisco, “La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.”
Así, Roma no fue sólo un sitio de peregrinación. Fue, para muchos, el reencuentro con una madre espiritual de la que se habían sentido rechazados. Una madre que, por fin, abría los brazos sin condiciones.