Billetes rotos y economía quebrada: El drama financiero de Bukavu bajo control rebelde
La ciudad congoleña enfrenta una crisis sin precedentes en medio de bancos cerrados, billetes perforados y el colapso del sistema económico local tras la toma del M23
En Bukavu, la capital de la provincia de Kivu del Sur, ubicada en el atribulado este de la República Democrática del Congo (RDC), los billetes rotos cuentan historias de supervivencia, lucha diaria y desesperación colectiva.
Una nueva moneda de la miseria: billetes remendados
En pequeños puestos de madera improvisados, como el de Alain Mukumiro, la supervivencia se convierte en una negociación constante. El dinero con el que intenta adquirir víveres —billetes perforados y remendados que contienen números de serie legítimos— es rechazado por muchos comerciantes. “Todo mi dinero tiene números de serie válidos, pero me lo rechazan”, explica Mukumiro, visiblemente frustrado. Padre de tres hijos y técnico en refrigeración, teme que su familia afronte otra noche sin alimentos.
Los billetes dañados circulan a pesar de haber sido originalmente destinados a su destrucción por los bancos. Muchos pobladores creen que estas notas fueron saqueadas tras la captura de la ciudad por parte del grupo rebelde M23, respaldado por Ruanda, en febrero.
El colapso financiero tras la ocupación
La intensificación del conflicto en el este del Congo llevó al cierre de instituciones bancarias, dejando a miles sin acceso a efectivo. Bukavu, una ciudad que alguna vez fue un hub bullicioso de comercio y servicios, hoy lucha por mantener sus mercados vivos. Con los bancos fuera de servicio, el efectivo escasea, y los comerciantes se muestran reacios a aceptar el dinero comprometido.
Ruboneka Mirindi Innocent, cambista en el mercado negro, comenta que los billetes viejos se cambian por otros nuevos con una tasa de 10 a 1. “Guardamos estos billetes porque no sabemos qué más hacer. Es solo una forma de ayudarnos entre nosotros”, dice.
Bajo el yugo del M23
La RDC lleva más de dos décadas sumida en conflictos armados, pero los estragos actuales del M23 han empeorado lo que ya era una de las crisis humanitarias más extremas del mundo. Según Naciones Unidas, al menos 7 millones de personas están desplazadas en el país debido a los combates.
La incapacidad de las autoridades centrales para retomar Bukavu ha dejado a sus más de 1,3 millones de habitantes abandonados a su suerte. La ocupación rebelde no solo ha interrumpido la vida comercial, sino también desorganizado las funciones del Estado, que ahora operan parcialmente bajo el control de un grupo considerado ilegal y con sanciones del Departamento del Tesoro de EE. UU.
Las consecuencias para la población
“Es un verdadero dolor de cabeza. Algunos vendedores los aceptan, otros no”, relata Mukumiro, quien depende completamente del flujo del efectivo. El dueño de una tienda de reparación, Zihalirwa Rutchababisha, ha visto caer sus ganancias semanales de $120 a apenas $20. Su negativa a aceptar los billetes defectuosos responde a una lógica de supervivencia: “Si los acepto, no podré comprar insumos con ellos y eso sería una pérdida para mí”.
La confusión ha erosionado la confianza en el sistema monetario local. Cada transacción se convierte en un juego de azar donde el resultado puede decidir si una familia come o no.
Improvisadas soluciones en tiempos de guerra
Una pequeña fracción de los trabajadores estatales ha empezado a recibir salarios mediante transferencias electrónicas, pero representan apenas el 2% de la población de Bukavu. El grueso de la fuerza laboral —comerciantes, artesanos, campesinos— se mueve en la informalidad, completamente dependientes del efectivo.
David Kyanga, profesor en el Instituto Superior de Comercio de Bukavu, sostiene que mientras no haya inyección de billetes nuevos desde Kinshasa, la única salida práctica sería que el M23 y la comunidad local acepten los billetes remendados como unidad de cambio válida. “Podrían calmar las tensiones si anuncian oficialmente que los billetes son aceptables”, sugiere el experto.
Una solución truncada
El gobernador designado por el M23 en la provincia de Kivu del Sur, Patrick Busu Bwasingwi Nshombo, anunció hace poco un programa de canje en una de las entidades bancarias abiertas por los rebeldes. Sin embargo, la iniciativa colapsó en solo unos días ante la masiva respuesta ciudadana. El banco carecía de la estructura para procesar la gran cantidad de dinero dañado.
Kinshasa se mantiene firme
Desde la capital, el ministro de Información, Patrick Muyaya, dejó claro que el gobierno no enviará recursos ni permitirá la reapertura de bancos en territorios bajo control rebelde. “Ningún banco puede operar en una situación de inseguridad como la que hay en las zonas ocupadas por el M23”, afirmó Muyaya en conferencia de prensa.
Estas declaraciones han generado más incertidumbre entre la población. “No sabemos quién nos va a salvar”, dice Mukumiro. “El gobierno de Kinshasa no hace nada y los liberadores también miran sin actuar”.
Una economía clandestina en crecimiento
Aunque la actividad formal está paralizada, Bukavu ha visto crecer una economía paralela, sostenida por el trueque, el mercado negro y la creatividad de su gente. Los cambistas, una nueva clase emprendedora en medio del caos, manejan equivalencias informales de billetes dañados y crean la única red monetaria funcional en estos momentos.
Esta dinámica, sin embargo, solo beneficia a unos pocos, mientras la mayoría se sume aún más en la pobreza. Grupos comunitarios han comenzado a organizar pequeños sistemas de crédito local o cajas de ahorro informales usando los billetes dañados como modalidad transitoria. Aun así, ninguna tiene alcance suficiente para estabilizar el comercio cotidiano.
La dimensión humana: niños y hambre
Más allá de las cifras, el drama diario de los residentes de Bukavu es profundamente humano. “Cuando los niños te piden pan y no tienes con qué comprarlo, el alma se te rompe”, dice Mariam Kisimba, madre soltera y vendedora de frutas. Su puesto, que antes le aseguraba por lo menos $10 al día, ahora apenas genera lo suficiente para alimentar a su familia con una comida al día.
El Programa Mundial de Alimentos ha alertado de un aumento vertiginoso del hambre en el este del Congo, especialmente en Bukavu, debido al conflicto y a la crisis monetaria. Los pedidos de ayuda humanitaria no logran cubrir las necesidades crecientes.
¿Hay esperanza en el horizonte?
Ante este panorama sombrío, surge una pregunta inevitable: ¿puede Bukavu sobrevivir a esta tormenta? La historia del Congo está marcada por la resiliencia de su gente, que ha sabido mantenerse firme pese a décadas de guerra y abandono oficial. En esta ocasión, la batalla no se libra solo con armas, sino con pedazos de papel que alguna vez representaron valor.
Las futuras soluciones podrían pasar por una mediación internacional que presione a los actores involucrados a permitir la reinstalación de flujos bancarios en áreas controladas por rebeldes. También es necesario que organizaciones humanitarias presionen por la inclusión financiera de regiones excluidas.
Mientras tanto, la gente de Bukavu sigue adelante con billetes remendados, esperanzas desgastadas, pero el inquebrantable deseo de sobrevivir a otro día.