El debate que sacude a Noruega: ¿debe abolirse el impuesto a la riqueza?
En medio de una creciente desigualdad y una oleada de jóvenes influencers, el impuesto sobre la riqueza se ha convertido en el tema más caliente de las elecciones noruegas de 2024
¿Un tema secundario convertido en epicentro político?
Noruega, uno de los países más ricos y equitativos del planeta, se enfrenta a una creciente ola de debate en torno a su impuesto sobre la riqueza, una política histórica vigente desde 1892. En las elecciones generales celebradas este año, este tributo, que solía ocupar un rol secundario en las campañas, ha escalado al centro del escenario político, dividiendo al país tanto ideológica como generacionalmente.
¿Qué es el impuesto a la riqueza?
El impuesto noruego a la riqueza es una tasa del 1.1% aplicada a los activos netos que superan los 1.76 millones de coronas (aproximadamente $176,000 USD). Este cálculo toma en cuenta propiedades, acciones, y deduce pasivos como deudas hipotecarias. Noruega es uno de los únicos tres países de la OCDE (junto con España y Suiza) que mantiene este tipo de gravamen.
Según el Ministerio de Finanzas, abolir este impuesto costaría al Estado al menos 34 mil millones de coronas al año (unos 3.3 mil millones de dólares). Una cifra significativa incluso para un país dueño del fondo soberano más grande del mundo, con un valor que supera los 20 billones de coronas noruegas (unos $2 billones USD).
Una sociedad próspera pero dividida
El Laborismo, partido del actual primer ministro Jonas Gahr Støre, defiende con fervor este impuesto como un medio indispensable para mantener la justicia redistributiva. En contraste, el Partido del Progreso, encabezado por Sylvi Listhaug, lo califica como un lastre para el emprendimiento y la innovación.
“El dinero pagado en impuesto a la riqueza podría haberse utilizado para crear empresas, empleos e innovación”, afirmó Listhaug en una entrevista reciente.
Las encuestas muestran que el electorado está dividido casi en mitades iguales. Aunque el país mantiene su compromiso con la redistribución, la ola de descontento entre los jóvenes ha sorprendido a muchos analistas.
El rol inesperado de los influencers
Una de las grandes sorpresas de esta campaña ha sido la influencia del canal de YouTube “Gutta” (Los Chicos), un programa popular entre los hombres jóvenes noruegos. Este canal ha dado espacio a todos los principales líderes partidarios y ha centrado el foco de sus debates en el impuesto a la riqueza.
El fenómeno es curioso: muchos de los jóvenes votantes, ni siquiera afectados por el impuesto, lo citan como su principal preocupación. Esta movilización ha forzado incluso al Laborismo a adaptar su mensaje para los sectores más jóvenes, apelando a temas de justicia intergeneracional, acceso a la vivienda y educación de calidad financiada por el Estado.
Una evasión fiscal de élite
Cuando el gobierno del Laborismo eliminó algunas exenciones en 2022, varias de las personas más ricas del país decidieron emigrar. Kjell Inge Røkke, el noruego más acaudalado, trasladó su residencia a Suiza. Este movimiento provocó resentimiento en la población, que ve con malos ojos que millonarios se beneficien del sistema educativo y sanitario del país para luego evadir los impuestos que lo financian.
“Muchos ciudadanos sienten que quienes más tienen no están haciendo su parte para sostener el Estado del bienestar”, explica Bernt Aardal, analista político y profesor de la Universidad de Oslo.
Según un informe de Statistics Norway, al menos 50 millonarios abandonaron el país entre 2022 y 2023 como respuesta directa a los cambios impositivos.
El regreso de un viejo conocido: Jens Stoltenberg
Para reforzar su posición, Støre convocó en febrero a Jens Stoltenberg, ex Primer Ministro y entonces Secretario General de la OTAN, para asumir como Ministro de Finanzas. El movimiento surtió efecto, proporcionando un salto de 10 puntos porcentuales en las encuestas para el Laborismo.
En un debate televisado, Stoltenberg defendió con vehemencia el impuesto diciendo que, sin él, “los más ricos acabarán pagando casi nada” y destacó su papel como herramienta esencial contra la desigualdad, incluso en un país con altos niveles de bienestar.
Una elección entre dos futuros económicos
En estas elecciones, el centro-izquierda propone conservar el impuesto e incluso endurecer el control sobre los mecanismos de evasión, mientras que la coalición de derecha busca su eliminación total alegando que daña la competitividad y empuja a los emprendedores fuera del país.
El Partido Conservador, que fue el eje del último gobierno de centro-derecha entre 2013 y 2021, también ha propuesto una reducción progresiva del impuesto, en lugar de mantenerlo intacto o abolirlo de inmediato. Sin embargo, su liderazgo está siendo eclipsado por el creciente apoyo al Partido del Progreso.
¿Qué opina la ciudadanía?
El voto ciudadano se encuentra dividido entre dos ideales: por un lado, la protección del modelo nórdico de bienestar sustentado en altos impuestos; en el otro, una visión liberal que promueve menor presión fiscal para incentivar la inversión.
Según una encuesta publicada por Verdens Gang, el 54% de los noruegos apoya mantener o incluso subir el impuesto, mientras que un 43% preferiría reducirlo o eliminarlo.
Impacto regional y lecciones para el mundo
Noruega está observando lo que otras economías desarrolladas —como Suecia y Alemania— han hecho en relación con sus políticas fiscales. Y al mismo tiempo, los debates noruegos impactan en el discurso global sobre redistribución y justicia fiscal. En Latinoamérica, por ejemplo, países como Argentina, Colombia y Chile han debatido o implementado tributos a las grandes fortunas en contextos de crisis económica post-pandemia.
En palabras de Gabriel Zucman, economista francés especializado en desigualdad y autor del influyente libro “La riqueza oculta de las naciones”:
“Los impuestos a la riqueza no solo generan ingresos; también impiden la acumulación extrema de poder económico y político”.
Noruega se encuentra en una encrucijada que trasciende a sus fronteras. ¿Apuntará al mantenimiento de un sistema redistributivo ejemplar o sucumbirá ante las presiones de liberalización y fuga de capitales?
Cuando la brecha se siente en el bienestar
A pesar de su riqueza, Noruega no está exenta de problemas. La inflación alcanzó un 3.3% anual —más alta que el objetivo del banco central— y el precio de la vivienda ha subido significativamente en Oslo y Bergen. Cada vez más ciudadanos perciben que el bienestar empieza a costar.
Y es aquí donde el impuesto a la riqueza se convierte en símbolo: es tanto un mecanismo económico como una declaración moral. Su eliminación o conservación no solo afecta las arcas públicas, sino el tipo de país que aspira a ser Noruega en el siglo XXI.