El vacío académico en EE. UU.: una generación atrapada entre pantallas, pandemia y reformas fallidas
Las pruebas nacionales revelan caídas históricas en lectura, matemáticas y ciencias entre alumnos de secundaria. ¿Es la pandemia el único culpable? Un análisis profundo del colapso educativo que se arrastra desde hace décadas.
Un declive en cámara lenta: Los resultados del NAEP
En Estados Unidos, la llamada “nación más poderosa del mundo”, las pruebas de rendimiento académico revelan un secreto incómodo: los estudiantes de secundaria dominan cada vez menos las habilidades básicas en lectura, matemáticas y ciencias. El último informe del National Assessment of Educational Progress (NAEP), conocido popularmente como "la boleta de calificaciones de la nación", indica que los alumnos de 12.° grado obtuvieron en 2024 los peores resultados en más de dos décadas. En lectura, el promedio fue el más bajo desde que comenzaron las evaluaciones en 1992, y en matemáticas, el nivel más bajo desde 2005.
Y no solo los de último año sufren este colapso: los estudiantes de octavo grado experimentaron descensos drásticos en ciencias, revelando una erosión profunda del conocimiento desde las bases mismas del sistema educativo.
Las cifras que preocupan
- 32% de los estudiantes de 12.º grado no pudieron alcanzar siquiera el nivel “básico” en lectura.
- 45% de los alumnos tampoco alcanzaron el rendimiento básico en matemáticas.
- Solo el 33% de los egresados están «académicamente preparados» para enfrentar cursos de matemáticas a nivel universitario, una baja respecto al 37% en 2019.
Lesley Muldoon, directora ejecutiva de la Junta Gobernante del NAEP, advirtió: “Estos estudiantes están dando los próximos pasos en sus vidas con menos habilidades y conocimientos que los egresados de hace una década, justo cuando el mundo exige más habilidades, no menos.”
No solo es culpa del COVID-19
Si bien la pandemia de COVID-19 exacerbó notablemente esta caída, expertos aseguran que sería un error simplificar el problema. Carol Jago, directora adjunta del Proyecto de Lectura y Literatura de California en UCLA y exprofesora de secundaria, explica que esta tendencia viene de más atrás:
“Hace 20 años, mis estudiantes leían hasta 20 libros por año. Hoy, muchas clases apenas asignan tres. Leer requiere resistencia, y no estamos fortaleciendo esos músculos lectores.”
Otros factores subyacentes incluyen:
- El aumento del tiempo frente a pantallas, que ha reducido la capacidad de concentración.
- Enseñanza fragmentada, con énfasis en textos cortos y ejercicios estandarizados en lugar de lecturas extensas y análisis profundo.
- Desigualdades estructurales que se profundizaron luego del cierre escolar entre 2020 y 2021.
El síntoma: una brecha que no para de crecer
Más preocupante aún es el ensanchamiento de las brechas de rendimiento. Entre los de octavo grado en ciencias, la diferencia entre los alumnos con mejor y peor rendimiento es la más amplia registrada hasta ahora. En 12.º grado, la brecha en matemáticas también creció, lo que indica que los estudiantes en desventaja pierden más rápido y recuperan más lento.
En cuanto al equilibrio de género, también surgen señales de retroceso. Mientras que en 2019 las niñas y niños quedaron igualados en ciencias, en 2024 las alumnas experimentaron una caída especialmente pronunciada. Expertos atribuyen esto al abandono temporal de programas enfocados en empoderar a las niñas en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) durante la pandemia.
Política educativa: dinero mal gastado o enfoque mal dirigido
La Secretaria de Educación (durante la administración Trump), Linda McMahon, argumentó que los resultados son ejemplo claro de por qué se necesita dar a los Estados más control sobre el gasto educativo:
“A pesar de gastar miles de millones en programas K-12, la brecha académica se amplía, y cada vez más estudiantes de último año están por debajo de lo básico.”
Las críticas apuntan también al diseño del currículo. Matthew Soldner, comisionado interino del Centro Nacional de Estadísticas de Educación, expresó su preocupación:
“Las calificaciones entre los estudiantes con peor desempeño están en mínimos históricos. Esto debería movilizarnos a todos hacia una acción firme para acelerar el aprendizaje estudiantil.”
La ciencia también pierde terreno
En el caso de las ciencias, la caída se atribuye en parte a la pérdida de enseñanza práctica. Christine Cunningham, vicepresidenta de aprendizaje STEM en el Museo de Ciencia de Boston, señala:
“La pandemia interrumpió la posibilidad de realizar actividades prácticas en clase. Y sin esas experiencias, la comprensión científica de los niños se desploma.”
Además, en encuestas del NAEP, un porcentaje cada vez menor de estudiantes de octavo grado declaró participar regularmente en actividades de aprendizaje basadas en investigación, lo que refleja currículos más rígidos y menos experiencia significativa.
¿Qué estamos enseñando (y cómo)?
La enseñanza de las artes del lenguaje también ha cambiado. Hoy en día, muchas escuelas priorizan extractos breves sobre obras completas. Esto no solo desacostumbra al estudiante al esfuerzo sostenido, sino que también, según Jago, impide construir la profundidad interpretativa, empatía y comprensión cultural que solo se obtiene al terminar un libro complejo.
La combinación de tecnología, políticas educativas descuidadas y presión por evaluar en lugar de aprender, ha creado una tormenta perfecta para que generaciones enteras ingresen al mundo laboral y universitario sin habilidades clave.
Un reflejo del futuro laboral
Esta crisis tiene implicaciones más allá del aula. A medida que la inteligencia artificial, la automatización y la globalización transforman el panorama laboral, se demandan habilidades más complejas: pensamiento crítico, capacidad de adaptación, razonamiento lógico y dominio profundo del lenguaje. Y como advierte Muldoon: “Estamos preparando a los adultos del futuro con menos herramientas de las necesarias.”
¿Qué podemos hacer para revertir la tendencia?
Los expertos coinciden en que el cambio debe ser estructural y sostenido. Entre las recomendaciones concretas:
- Volver a incorporar lecturas completas en los planes de estudio.
- Fomentar un uso equilibrado de pantallas, integrado con actividades reflexivas y de comprensión profunda.
- Retomar los programas orientados a STEM desde edades tempranas, especialmente enfocados en grupos tradicionalmente marginados.
- Rediseñar evaluaciones para reflejar habilidades reales, en lugar de simples respuestas a opción múltiple.
- Inversión en capacitación docente a largo plazo, particularmente en entornos vulnerables.
Una generación en el limbo
La generación que hoy se gradúa lo hace golpeada por dos crisis: una sanitaria y otra educativa. A diferencia de las generaciones anteriores, parten en desventaja en un mundo que exige cada vez más inteligencia adaptativa, resiliencia e innovación.
La pregunta no es solo cómo los preparamos para el futuro, sino también si nuestra sociedad valora la educación lo suficiente —no solo con discursos, sino con acciones y prioridades reales— como para revertir esta peligrosa tendencia.