Fernando Santos y el ocaso de una era: ¿Qué queda del campeón de Europa de 2016?
Del triunfo con Portugal a su abrupta salida de Azerbaiyán: una mirada crítica al declive del técnico Fernando Santos
El fútbol es una disciplina implacable. Glorias pasadas pueden evaporarse en cuestión de minutos dolorosos sobre el césped. Fernando Santos, quien conquistó Europa con Portugal en 2016, lo sabe bien. Su reciente salida como seleccionador de Azerbaiyán tras una bochornosa derrota 5-0 contra Islandia marca la segunda vez que un proyecto internacional suyo termina de forma abrupta desde su salida de la selección lusa tras el Mundial de Qatar 2022.
Una figura histórica bajo presión moderna
Fernando Santos alcanzó la cúspide del éxito en 2016, cuando llevó a Portugal a su primer gran título internacional tras vencer a Francia en la final de la Eurocopa. Aquel día, una nación celebró, y Santos fue elevado al olimpo de los entrenadores. Pero el fútbol no espera. Tras ocho años en el cargo y una eliminación en cuartos de final del Mundial 2022 ante Marruecos, su ciclo con Portugal terminó.
En marzo de 2023, Santos asumió con ilusión un nuevo reto: dirigir a Polonia. Pero ni Robert Lewandowski ni el entusiasmo inicial pudieron salvar un ciclo de apenas 10 meses, marcado por una evidente falta de química y resultados insuficientes. Fue despedido después de una racha pobre que puso su puesto y el proyecto entero en entredicho.
Y luego vino Azerbaiyán. Una nación con escasa tradición futbolística, pero con hambre de crecer en el escenario europeo. Santos firmó con la promesa de profesionalizar y modernizar la selección nacional. Sin embargo, todo se vino abajo tras una estruendosa goleada 5-0 ante Islandia en las clasificatorias al Mundial 2026.
"No hizo su tarea": La crítica demoledora
La derrota ante Islandia no solo fue un marcador adverso: fue una sentencia. El secretario general de la federación azerbaiyana, Jahanhir Farajullayev, no titubeó en sus críticas:
"El entrenador principal no hizo su tarea. Este equipo y estos jugadores no merecían una gestión y un resultado así".
Este tipo de declaraciones no son comunes en el mundo diplomático del fútbol. Venían claramente a dinamitar la continuidad de Santos, quien abandonó su puesto de forma "mutuamente acordada" a los pocos días.
La caída tras el cénit
¿Qué ocurrió con aquel estratega táctico e inteligente que consolidó a Portugal en la élite europea? Santos fue un técnico pragmático, criticado en ocasiones por su estilo conservador, pero efectivo. Apostó por la solidez defensiva, el contraataque rápido y un grupo unido antes que por el espectáculo ofensivo.
Su declive puede analizarse en tres niveles:
- Adaptación táctica deficiente: El fútbol evoluciona, y lo que funcionaba en 2016 ya no sirve en el dinámico juego de 2024. Santos no logró incorporar un estilo ofensivo más moderno ni aprovechar el talento joven.
- Falta de conexión con los vestuarios: Tanto en Polonia como en Azerbaiyán, hubo indicios de desconexión emocional con los jugadores. En contraste con la relación paternalista que tenía con muchos portugueses, especialmente con Cristiano Ronaldo, este distanciamiento pesó en los resultados.
- Pobre lectura institucional: Santos parece haber subestimado los complejos panoramas internos de las federaciones que dirigía. No basta con el currículum si no se genera un cambio estructural real.
Santos y el peso del pasado glorioso
El mayor enemigo de Fernando Santos ha sido, paradójicamente, su propio éxito. La Eurocopa de 2016 fue histórica, pero también una vara de medir implacable. Todo lo que vino después se leía bajo ese lente: cada alineación conservadora, cada empate sin goles, cada eliminación prematura.
El fútbol moderno exige renovación constante y flexibilidad táctica. Los entrenadores deben reinventarse permanentemente, como lo han hecho Didier Deschamps en Francia o Gareth Southgate en Inglaterra. Santos, en cambio, pareció anclado en un modelo de juego que pierde efectividad año tras año.
¿Es este el final del camino para Fernando Santos?
Con dos despidos en menos de dos años, es legítimo preguntarse si el técnico de 70 años buscará un nuevo reto o si optará por el retiro. Aunque aún conserva una importante reputación, sobre todo en Portugal y Grecia —donde también tuvo una carrera destacada—, encontrar un proyecto competitivo será más complejo que nunca.
El próximo partido de Azerbaiyán será contra Ucrania, y será dirigido interinamente por Aykhan Abbasov, seleccionador sub-21. El grupo deberá también enfrentarse contra Francia en París el 10 de octubre, fecha en que Santos cumpliría 71 años. Una cruel ironía: volver a la ciudad donde alcanzó la gloria, ahora como alguien fuera del tablero de ajedrez.
El legado: ¿Qué deja Santos al fútbol?
A pesar del ocaso reciente de su carrera, Santos deja una huella imborrable en el fútbol europeo. Su Eurocopa 2016 no solo fue una victoria táctica, sino también emocional. Un torneo en el que Portugal superó adversidades, lesiones y críticas para coronarse campeón.
En una época donde el entretenimiento prima sobre los resultados, Santos fue —y es— recordado como un técnico fiel a sus principios. Tal vez eso sea su mayor virtud, y a la vez, su principal debilidad.
Decía Arrigo Sacchi: “El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes”. Para Santos, esa máxima guiaba cada decisión. Seguramente vendrán nuevos entrenadores con títulos, pero su historia como “el arquitecto del milagro de París” permanecerá viva mientras el balón siga rodando.
¿Y Azerbaiyán?
Para Azerbaiyán, la partida de Santos representa una oportunidad y una advertencia. La federación debe ahora buscar un timón que conjugue conocimiento técnico con capacidad de adaptación cultural. El descenso abrupto del técnico portugués también sugiere que el fútbol no se puede comprar ni importar: se construye desde la base.
El futuro del fútbol azerí está en juego. Y aunque Fernando Santos ya no esté, su breve paso por la región puede dejar valiosas lecciones sobre cómo (y cómo no) construir un proyecto exitoso en un país que aún busca su lugar entre las potencias europeas.