Nunca es tarde para soñar: El hombre de 66 años que ingresó a la banda universitaria de LSU

Kent Broussard, un jubilado decidido y apasionado por la música, demuestra que la edad no es obstáculo para cumplir un sueño universitario de toda la vida

El renacer de un sueño olvidado

Kent Broussard no es el típico estudiante universitario. A sus 66 años, con una carrera profesional como contador ya finalizada, decidió que era momento de volver a perseguir un sueño que había dejado atrás cuatro décadas antes: formar parte de la mítica banda de marcha de Louisiana State University (LSU), también conocida como la Golden Band from Tigerland.

Su historia, que ha conmovido a miles de personas en Estados Unidos y más allá, es un poderoso recordatorio de que nunca es tarde para volver a intentar ser lo que uno quiso ser. Como él mismo dijo: “La gente se jubila. Los sueños, no.”

El camino hacia la banda universitaria

Broussard no es ajeno a la música. Su instrumento predilecto es el sousafón, una versión portátil del tuba diseñada para bandas de marcha. Lo tocó en la banda de su escuela secundaria y posteriormente en la Universidad del Sureste de Luisiana, donde se graduó en 1980. Sin embargo, la vida profesional lo alejó de los pentagramas durante muchos años.

Ya jubilado en 2023, reflexionó sobre qué metas aún deseaba cumplir. “Cuando te haces mayor, empiezas a pensar hacia dónde quieres dirigir tu vida en el retiro”, comentó Broussard en una entrevista. “Recordé ese sueño que siempre tuve y que nunca tuve la oportunidad de lograr.”

Un entrenamiento de cuerpo y alma

Decidido a lograrlo, Broussard no se lo tomó a la ligera. Comenzó una estricta preparación física y musical: corría con un chaleco con peso, marchaba por su vecindario con un sousafón de 14 kilos al hombro y volvió a estudiar música.

Además, para ingresar en la banda, primero debía ser estudiante regular de LSU. Así que se inscribió como estudiante de primer año, lo que implicó tomar clases, hacer tareas y estudiar para los exámenes, todo mientras se entrenaba para las rigurosas audiciones.

El esfuerzo rindió frutos: Broussard fue elegido como uno de los 325 integrantes activos de la banda de marcha. A día de hoy, es el miembro más veterano en la historia del conjunto.

Un momento mágico: bajando la colina de la victoria

Su debut coincidió con el partido inaugural en casa del equipo de fútbol americano de LSU. Participó en una de las tradiciones más queridas del campus de Baton Rouge: la bajada por Victory Hill, donde jugadores, entrenadores, porristas y la banda desfilan mientras interpretan los temas clásicos “Pregame Salute” y “Touchdown for LSU”.

“Fue uno de esos momentos de ‘¡wow!’. Lo había visto tantas veces desde las gradas, y ahora era parte de ello. Estaba lleno de sonrisas”, relató.

Una banda con historia y exigencia

La banda de LSU no es cualquier grupo musical: ha sido nominada al Grammy y ha tocado en eventos internacionales. Los ensayos son extenuantes y la coordinación es milimétrica. Durante el espectáculo de medio tiempo, interpretaron un popurrí de canciones de ‘El Mago de Oz’, ‘The Wiz’ y ‘Wicked’, una coreografía que requería precisión absoluta en cada paso.

Broussard confesó que contaba sus pasos mientras tocaba el sousafón, para no equivocarse en la complicada formación que creaba palabras y figuras desde el césped del estadio.

Un modelo a seguir

El impacto de su aparición trascendió el campo de juego. Cuando su rostro apareció en la gigantesca pantalla del estadio —con uniforme púrpura y dorado, cabello blanco centelleando bajo las luces—, la multitud rugió en reconocimiento. Su historia viralizó rápidamente, inspirando a personas de todas las edades.

En un país donde más del 64% de los adultos mayores de 60 años se retiran definitivamente sin pensar en nuevas metas académicas o físicas (US Census Bureau), historias como la de Broussard plantean una pregunta potente: ¿Por qué renunciar a los sueños cuando aún hay tanto por vivir?

Estudiar a los 66: un reto que vale la pena

Volver a las aulas universitarias a una edad avanzada supone sus propios retos. “A veces me cuesta seguir el ritmo de los jóvenes en clases de biología o historia”, admite Broussard. “Pero lo que no me falta es motivación. Estoy aquí porque quiero, no porque tenga que hacerlo.”

De hecho, la historia de Kent se une a la de muchos otros estudiantes mayores que demuestran que el aprendizaje a lo largo de la vida es real y necesario. Según el National Center for Education Statistics, más de 1,3 millones de personas mayores de 50 años están hoy inscritas en universidades en Estados Unidos.

Un mensaje para todos

El legado de Kent Broussard no se medirá por los pasos contados durante una coreografía ni por las notas musicales que salgan de su sousafón. Lo que deja atrás es un testimonio profundo de perseverancia y propósito.

“Muchos se rinden antes de siquiera intentarlo. Yo lo intenté después de 40 años”, dijo. “Y aquí estoy, bailando en medio del estadio, haciendo lo que amo.”

Su historia nos recuerda que nuestra edad no dicta nuestros límites. En un mundo donde la juventud a menudo se asocia de forma exclusiva con la energía y la posibilidad, Broussard rompe los estereotipos. Nos enseña que la vejez puede ser tan valiente, decidida y vibrante como cualquier otra etapa de la vida.

Y sobre todo, nos enseña que los sueños no tienen fecha de caducidad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press