Puerto Rico como base estratégica: Militares, narcos y tensiones en aumento en el Caribe
La creciente presencia militar de EE.UU. en Puerto Rico despierta oposición local, mientras se intensifican los operativos contra el narcotráfico en la región
Puerto Rico: entre la geoestrategia y la memoria histórica
Esta semana, la atención del Caribe se ha centrado en Puerto Rico, donde la presencia militar estadounidense ha aumentado de forma significativa. Con la visita del secretario de Defensa Pete Hegseth y del general Dan Caine, acompañado del despliegue de cientos de marines, entrenamiento anfibio y el inminente arribo de diez cazas F-35, la isla vuelve a ocupar un espacio estratégico en la política de seguridad nacional de Estados Unidos. Sin embargo, este refuerzo militar desata tanto el entusiasmo de autoridades como la preocupación de los ciudadanos puertorriqueños.
Mientras el gobierno de Puerto Rico, representado por la gobernadora Jenniffer González, celebra el rol de la isla como bastión en la lucha contra el narcotráfico y las amenazas regionales, organizaciones sociales recuerdan con fuerza los episodios dolorosos del pasado, especialmente el uso de Vieques como campo de pruebas militares.
El resurgimiento del militarismo estadounidense en el Caribe
El despliegue en Puerto Rico no es una situación aislada. La medida forma parte de una estrategia más amplia del gobierno estadounidense para combatir el narcotráfico, especialmente el proveniente de Venezuela. A inicio de septiembre, el presidente Donald Trump anunció una operación en la que murieron 11 personas a bordo de un barco presuntamente operado por la banda venezolana Tren de Aragua. El Caribe se convierte así en un nuevo frente en la política exterior de EE.UU., esta vez con recursos de guerra.
“Puerto Rico representa una frontera estadounidense en el Caribe”, defendió González, en un intento por consolidar el rol del archipiélago en la narrativa nacionalista y de seguridad estadounidense. Como parte de estos esfuerzos, el 156º Ala de la Guardia Nacional Aérea de Muñiz en Carolina ha sido el epicentro de visitas oficiales, operaciones militares y protestas sociales.
¿Ejercicios o maniobras camufladas?
Desde el 31 de agosto marines pertenecientes a la 22ª Unidad Expedicionaria de los Marines están realizando entrenamientos anfibios, operaciones aéreas y maniobras de patrullaje y reconocimiento en el sur de la isla. Según el portavoz de la Guardia Nacional de Puerto Rico, Siul López, estos entrenamientos no tienen relación directa con los navíos militares recientemente desplegados en aguas caribeñas.
Sin embargo, hay quienes cuestionan esta versión oficial. La falta de claridad respecto a la duración de las maniobras, el número exacto de militares involucrados (se estima que son más de 1,000 marines) y la cercanía con operaciones reales contra el narcotráfico regional generan dudas sobre los fines reales de esta movilización.
Vieques: la herida que no cierra
La historia reciente de Puerto Rico recuerda con amargura el uso de Vieques como campo de entrenamiento militar desde la década de 1940. La muerte de David Sanes Rodríguez en 1999, tras la caída de dos bombas de 500 libras durante ejercicios militares, marcó un punto de quiebre que detonó masivas movilizaciones civiles, hasta lograr el cese de las operaciones militares en 2003.
Pese a eso, la limpieza ambiental aún es un proceso pendiente. Las autoridades militares estadounidenses han reconocido que hay zonas del este de Vieques aún contaminadas con materiales explosivos no detonados. Los residentes, por su parte, continúan denunciando aumentos inusuales de cáncer y enfermedades respiratorias.
Oposición ciudadana: “No a la guerra”
El regreso del militarismo a la isla ha desatado protestas desde sectores sociales, académicos y ambientalistas. El domingo pasado, decenas de manifestantes se congregaron frente a la base aérea de Carolina portando pancartas con mensajes como “No a la guerra” y “No a las bases militares en P.R.”.
Sonia Santiago Hernández, fundadora de Madres Contra la Guerra, fue clara: “Condenamos la existencia de cualquier forma de ocupación militar en nuestro territorio. Puerto Rico no puede seguir siendo una plataforma para conflictos ajenos”. Esta postura refleja un viejo dilema colonial: ¿cuánto poder de decisión tiene Puerto Rico sobre su propio territorio siendo un Estado Libre Asociado?
Caribe convulsionado: secuestros, violencia y tensiones diplomáticas
Puerto Rico no es el único foco caliente de la región. En los últimos meses, Trinidad y Tobago ha estado en el centro de una ola de violencia y secuestros. El piloto de Caribbean Airlines, Capitán Daniel Kawall, fue liberado recientemente tras un operativo policial en el que uno de los secuestradores fue abatido. Esta operación se suma a otros incidentes similares registrados en julio, donde también murió un sospechoso durante el rescate de una víctima.
El comisionado de la policía, Allister Guevarro, fue tajante: “Que esto sirva como advertencia clara: las autoridades no tolerarán el regreso de los secuestros por rescate en nuestro país”. La violencia creciente está sirviendo además como justificación para políticas de mano dura, incluyendo el estado de emergencia vigente en el país.
¿Se avecina una guerra silenciosa?
La tensión también se siente entre países. Varios líderes del Caribe, agrupados en el bloque Caricom, han pedido mayor transparencia a EE.UU. sobre sus operaciones militares. Según reportó el canciller de Barbados, Kerrie Symmonds, se envió una carta al secretario de Estado, Marco Rubio, solicitando canales abiertos de comunicación para evitar sorpresas como el ataque reciente contra la embarcación venezolana.
Venezuela, por su parte, ha reaccionado con fuerza. El presidente Nicolás Maduro ha prometido defender la soberanía del país y ha instado a Trump a abrir una mesa de diálogo que evite un conflicto armado. “No queremos más guerras en América Latina”, expresó en cadena nacional.
Puerto Rico y el dilema de siempre: ¿defensa o guerra por delegación?
El despliegue militar estadounidense en territorio puertorriqueño evidencia una realidad compleja: la lucha contra las drogas se entrelaza con una estrategia geopolítica más amplia en la región, mientras la población civil queda en medio del fuego cruzado, literal y simbólicamente.
Desde Washington, se aplaude el uso de Puerto Rico como baluarte de seguridad, pero desde San Juan y pueblos como Vieques, aún resuenan las voces que claman por paz, soberanía ambiental y autodeterminación.
Pensar en el Caribe como escenario operacional puede sonar eficiente en los mapas del Pentágono, pero para quien vive entre explosiones, aviones de combate y recuerdos dolorosos, todo suena peligrosamente similar a una guerra que no pidieron.