Ucrania, Rusia y Occidente: ¿El ocaso de la diplomacia internacional o una nueva era de presión económica?

Mientras EE. UU. y Europa buscan nuevas formas de coaccionar al Kremlin, una red de espionaje bielorrusa cae en Europa y el tablero geopolítico se sacude de nuevo

Una guerra estancada en su cuarto año: el contexto actual

La guerra entre Rusia y Ucrania está a punto de cumplir cuatro años. El conflicto, iniciado en febrero de 2022 con la invasión rusa, no solo ha devastado a Ucrania, sino que también ha minado las relaciones internacionales, redibujado alianzas y generado una respuesta geopolítica sin precedentes. En medio de esta tensa dinámica, Estados Unidos y la Unión Europea continúan maniobrando para generar la presión suficiente al Kremlin ¡y al presidente Vladimir Putin en particular! para que ponga fin al conflicto. El más reciente ejemplo es la reunión de altos funcionarios del Departamento del Tesoro estadounidense y representantes europeos, celebrada en Washington el pasado lunes.

Estados Unidos aprieta: sanciones, aranceles y bienes congelados

Según fuentes presentes en la reunión, el secretario del Tesoro Bessent y funcionarios clave del gobierno de Donald Trump discutieron varias medidas:
  • Nuevas sanciones energéticas específicamente dirigidas a las exportaciones de petróleo ruso.
  • La imposición de aranceles adicionales a productos relacionados con sectores estratégicos rusos.
  • La futura gestión de activos soberanos congelados de Rusia, que en su mayoría permanecen inmovilizados en bancos europeos.
Desde el inicio del conflicto, más de 300 mil millones de dólares en activos rusos han sido bloqueados en instituciones occidentales. Estos fondos, en palabras del presidente Trump, podrían ser "herramientas de negociación contra Moscú".

Trump busca protagonismo diplomático

Donald Trump intenta colocarse una vez más como intermediario global. Recientemente, el exmandatario ha dejado claro que pretende forzar a Putin y al presidente ucraniano Volodímir Zelenski a sentarse en la misma mesa. En sus palabras: “Creo que lo vamos a resolver. Tengo confianza en que lo lograremos”. El aparente optimismo de Trump contrasta con la realidad en el terreno. Las tropas rusas siguen ocupando parte del este ucraniano, mientras que Ucrania pide más ayuda militar y garantías de seguridad. Una cumbre reciente entre Trump y Putin en Alaska, promovida como clave en la hoja de ruta diplomática, no arrojó resultados tangibles.

Europa actúa en paralelo: el espionaje bielorruso y la amenaza híbrida

Mientras Washington se enfoca en sanciones, Europa lucha en otro frente: el espionaje. El lunes, el Servicio de Inteligencia Checo (BIS) reveló que una red de espionaje bielorrusa, operada por el KGB bielorruso, ha sido desmantelada gracias a una operación conjunta entre la República Checa, Rumanía y Hungría. Entre los detalles más significativos:
  • La red implicaba a un ex alto funcionario de inteligencia moldava que entregó información clasificada a Bielorrusia.
  • Las reuniones entre los espías se realizaron en Budapest y otras ciudades importantes.
  • Una persona operando bajo el cargo diplomático fue expulsada de inmediato de Praga.
Según el jefe del BIS, Michal Koudelka, estas amenazas deben enfrentarse limitando el movimiento de diplomáticos de Rusia y Bielorrusia dentro del Área Schengen. “Necesitamos restringir urgentemente la movilidad diplomática dentro del continente si queremos contrarrestar estas actividades hostiles,” afirmó.

Belarús, el peón fiel del Kremlin

El papel de Bielorrusia en esta guerra ha sido crucial. Desde el primer día del conflicto, el presidente Alexander Lukashenko se alineó sin reservas con su homólogo ruso. Permitió que tropas rusas utilizaran suelo bielorruso como corredor de acceso a Kiev e incluso ha autorizado el despliegue de armamento nuclear táctico ruso en su territorio. Este alineamiento le ha valido múltiples sanciones internacionales, pero Lukashenko se mantiene firme en su respaldo a Putin. Internamente, eso ha significado el cierre del espacio político opositor, la represión a activistas y periodistas, y una creciente dependencia financiera de Moscú.

Las sombras del espionaje

La red descubierta recientemente no es un caso aislado. En los últimos tres años, varios países europeos han denunciado actividades de espionaje vinculadas tanto al FSB (el servicio de inteligencia ruso) como al KGB bielorruso.

Algunos ejemplos relevantes:

  • En 2023, Alemania detuvo a un doble agente que filtraba información militar a Rusia.
  • En 2024, Países Bajos expulsó a cinco diplomáticos rusos por “actividades incompatibles con el estatus de su misión”.
  • En 2025, Noruega denunció la presencia de dispositivos de vigilancia rusos en sus principales bases de la OTAN.
Según la OTAN, estas amenazas forman parte de una estrategia híbrida que incluye desinformación, sabotaje, ciberataques e infiltración institucional.

¿Es suficiente la presión financiera para terminar la guerra?

Los expertos están divididos. Por un lado, las sanciones han dejado huella en la economía rusa. El rublo se ha devaluado frente al dólar, y sectores como el tecnológico enfrentan severas limitaciones por la fuga de cerebros y falta de importaciones clave. Sin embargo, Rusia ha logrado adaptarse parcialmente:
  • Redirigiendo sus exportaciones de petróleo y gas hacia China, India y Turquía.
  • Fomentando una economía paralela basada en criptomonedas y comercio en yuanes.
  • Estableciendo alianzas bilaterales que le permitan evitar ciertas sanciones colectivas.
El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) estima que, pese a las sanciones, la economía rusa decreció solo un 2,1 % en 2024, mucho menos de lo que se esperaba al principio del conflicto.

Un ajedrez geopolítico en constante movimiento

En paralelo a estas movidas diplomáticas y de inteligencia, los conflictos de baja intensidad (como los ocurridos en Transnistria, Osetia del Sur o Nagorno Karabaj) están siendo utilizados por Rusia y sus aliados para posicionarse estratégicamente sin una confrontación directa con la OTAN. Lo preocupante es que, según observadores como Fiona Hill -experta en Rusia y exasesora de seguridad nacional en EE. UU.-, estamos viviendo una nueva Guerra Fría, basada en la presión energética, la guerra mediática y los conflictos subsidiarios.
“No se trata de una guerra convencional únicamente. Se está librando una lucha ideológica, económica y cultural a gran escala”, expresó Hill en el Atlantic Council.

La oportunidad (o fracaso) de la diplomacia

Los intentos de negociar la paz han sido múltiples, pero fugaces. Acuerdos como Minsk II, o iniciativas de Turquía o el Vaticano han fracasado ante la falta de confianza mutua y de garantías reales. Trump espera que su perfil mediático impulse una solución distinta. Aunque queda en entredicho si el expresidente podrá ejercer presión real sobre Putin, lo cierto es que su enfoque unilateral contrasta con la visión europea basada en estructuras multilaterales como la UE y la OTAN.

¿Hacia un nuevo orden global?

La guerra en Ucrania ya está redefiniendo al mundo. Ha revivido alianzas perdidas, ha puesto en jaque la neutralidad diplomática de varios países, y ha hecho tambalear la economía global. De fondo, nos deja una pregunta tan inquietante como vigente: ¿el poder económico y de inteligencia puede sustituir a la diplomacia real? En un escenario donde las sanciones no doblegan, los espías resurgen y el frente de batalla avanza a fuego lento, los líderes mundiales parecen moverse entre estrategias del pasado y apuestas inciertas por el futuro. ¿Serán las decisiones tomadas en despachos de Washington, Praga o Bruselas suficientes para detener una de las guerras más cruentas de nuestro siglo? El reloj geopolítico sigue corriendo, y el tablero está más activo que nunca.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press