Una tragedia evitable: el caso de Iryna Zarutska y la crisis de salud mental que enfrenta Estados Unidos
La impactante muerte de una refugiada ucraniana en Charlotte desata un debate nacional sobre salud mental, justicia penal y seguridad ciudadana
Marcada por la guerra, asesinada por el sistema
El 22 de agosto de 2024, Iryna Zarutska, una joven ucraniana de 23 años que había huido del conflicto bélico en su país natal en busca de una vida más segura en Estados Unidos, fue brutalmente asesinada en un tren ligero en Charlotte, Carolina del Norte. El crimen, perpetrado supuestamente sin provocación alguna por Decarlos Brown Jr., un hombre con un largo historial de problemas de salud mental y antecedentes penales, ha generado una ola de indignación y cuestionamientos dentro y fuera del estado.
La situación cobró relevancia nacional no solo por la brutalidad del acto, sino por todo lo que representa: el fracaso del sistema de salud mental estadounidense, la falta de mecanismos de seguimiento judicial eficaces para reincidentes y la creciente sensación de inseguridad urbana.
Decarlos Brown Jr.: una historia de advertencias ignoradas
El presunto asesino de Iryna no era un desconocido para las autoridades. Desde 2011 acumuló al menos 14 casos en el condado de Mecklenburg, con cargos que van desde amenaza de muerte y robo con arma peligrosa hasta múltiples crisis psiquiátricas documentadas, incluida una breve internación por esquizofrenia. El sistema, sin embargo, nunca logró retenerlo bajo tratamiento prolongado ni aplicar medidas de reinserción social o contención.
En enero de 2024, fue arrestado tras realizar repetidas llamadas al 911 desde un hospital asegurando que personas intentaban controlar su mente. Fue liberado sin fianza.
Durante todo este año, su madre intentó que fuera internado involuntariamente tras mostrar conductas agresivas en casa. Mientras tanto, caminaba libre por las calles de Charlotte.
El crimen que detuvo un tren y paralizó a una comunidad
La violenta secuencia, registrada por las cámaras del tren, muestra a Brown sentándose detrás de Zarutska sin mediar palabra. Minutos después saca con calma una navaja de bolsillo y le corta la garganta por detrás. Tras el ataque, los pasajeros huyen despavoridos. Iryna muere en ese lugar, a manos de un sistema fallido que no supo protegerla.
Brown fue arrestado en la estación y acusado de homicidio en primer grado.
Salud mental y violencia: ¿una bomba de tiempo en las ciudades de EE.UU.?
Este caso ha avivado el debate nacional sobre el estado del sistema de salud mental en EE.UU., especialmente en lo relacionado con personas que representan un riesgo para sí mismas y los demás. Según datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), más del 50% de los estadounidenses sufrirán alguna enfermedad mental en su vida, y sólo el 43% de los adultos con alguna condición reciben tratamiento.
Decarlos Brown fue diagnosticado con esquizofrenia, una condición que, tratada adecuadamente, no necesariamente conduce a la violencia. Pero combinada con pobreza, falta de vivienda y antecedentes delictivos sin supervisión, puede derivar en resultados trágicos como éste.
La relación fallida entre el sistema penal y el de salud mental
Muchos expertos han advertido sobre la criminalización de la enfermedad mental. Scott Bales, ex magistrado del Tribunal Supremo de Arizona, expresó al respecto:
“Nuestro sistema carcelario se ha convertido en el mayor proveedor involuntario de salud mental del país, y no fue diseñado para ello”.
En efecto, según la National Alliance on Mental Illness (NAMI), el 44% de los reclusos en centros penitenciarios locales muestran síntomas mentales, muchos sin diagnóstico formal ni tratamiento adecuado. La prisión reemplazó el hospital.
Una luz que escapó de la guerra
La historia de Iryna Zarutska refleja además otra tragedia: la de los refugiados que huyen de zonas de conflicto solo para enfrentarse a nuevos peligros. En una campaña de GoFundMe, sus familiares la describen como una joven “brillante, trabajadora y determinada a construir un futuro lejos de la guerra”.
Llegó a Estados Unidos escapando de las bombas rusas, creyendo que aquí encontraría paz.
Reacciones políticas: entre la compasión y la instrumentalización del crimen
El expresidente Donald Trump se refirió a Brown como “un loco” y aseguró que “si no enfrentamos a esta gente, no tenemos país”. Los republicanos aprovecharon el caso para criticar el enfoque blando sobre el crimen de las ciudades demócratas y justificar una intervención federal más enérgica.
El secretario de Transporte, Sean Duffy, cuestionó a la alcaldesa de Charlotte, Vi Lyles (demócrata), por permitir que Brown estuviera libre pese a tanto historial. El presidente de la Cámara de Representantes de Carolina del Norte, Destin Hall, también criticó el “liderazgo indulgente con el crimen”.
Por su parte, la alcaldesa Lyles calificó el asesinato como “pérdida trágica y sin sentido”, abogando por una reflexión profunda sobre qué significa realmente “seguridad” en una ciudad como Charlotte.
Números que no narran el miedo
Pese al discurso alarmista, los datos muestran una baja general en los delitos violentos en Charlotte entre 2020 y 2024. Sin embargo, los homicidios aumentaron casi un 20% entre 2023 y 2024, aunque volvieron a descender en los primeros seis meses de este año, según el portal AH Datalytics.
Esto indica que, aunque el miedo colectivo aumente por hechos aislados, estos siguen siendo excepcionales y no la norma. Pero para las víctimas como Iryna, las estadísticas no importan. Importa una pregunta: ¿se pudo evitar?
¿Qué falla y qué puede cambiar?
Casos como este demandan respuestas estructurales. Algunas propuestas que ya se discuten entre legisladores y expertos incluyen:
- Reforma del sistema de compromiso involuntario: facilitar internaciones en casos graves bajo parámetros más claros de riesgo.
- Más fondos para salud mental comunitaria: especialmente unidades móviles de intervención en crisis.
- Supervisión judicial de reincidentes psiquiátricos: juzgados especializados que combinen justicia penal y seguimiento medico-social.
- Entrenamiento para policías en salud mental: con unidades especializadas que respondan en lugar de agentes generales.
Como señaló Ron Honberg, de NAMI, hace unos años en una audiencia del Congreso:
“Menos del 5% de los crímenes violentos en EE.UU. son cometidos por personas con enfermedades mentales. Pero ese pequeño porcentaje es altamente prevenible si se interviene a tiempo”.
Una oportunidad para el cambio o más de lo mismo
El asesinato de Iryna no solo representa una tragedia individual. Es un espejo de las fracturas de un sistema que combina abandono social, desinversión en salud pública, dolo político e indiferencia institucional.
Ahora la sociedad estadounidense tiene dos opciones: llorar otra víctima más o implementar reformas reales que eviten que estos nombres se multipliquen. Si bien Iryna huyó de una guerra, finalmente, fue el olvido urbano lo que la mató.