El juicio de Bolsonaro: ¿crónica de una condena anunciada?
La democracia brasileña se enfrenta a su mayor prueba mientras el exmandatario Jair Bolsonaro enfrenta cargos históricos
BRASILIA – El escenario judicial y político de Brasil está al borde de un suceso sin precedentes: el juicio contra el expresidente Jair Bolsonaro. Señalado por supuestamente conspirar para permanecer en el poder tras su derrota electoral en 2022, Bolsonaro enfrenta ahora cinco acusaciones que podrían condenarlo a décadas de prisión. ¿Estamos ante un momento de justicia histórica o frente a un capítulo más de polarización política?
Una amenaza a la democracia: las acusaciones clave
Según la Fiscalía, Bolsonaro dirigió una estrategia múltiple e integrada para socavar el estado democrático de derecho. El fiscal general Paulo Gonet enumeró una serie de eventos que constituyen esta presunta conspiración: desde sembrar dudas sobre el sistema de votación electrónica hasta alentar el asalto del 8 de enero de 2023 en Brasilia, que buscaba instaurar un gobierno militar.
La Fiscalía asegura tener pruebas de que Bolsonaro reunió a altos funcionarios civiles y militares —incluidos los entonces ministros de Defensa Walter Braga Netto y Paulo Sérgio Nogueira— para planear un decreto de emergencia que anularía las elecciones de octubre de 2022. Aunque dicho decreto nunca se hizo efectivo, algunos argumentan que solo su preparación representa una amenaza real a la democracia.
Las defensas de Bolsonaro
El abogado defensor Celso Vilardi ha afirmado tajantemente: "El planeamiento no es ejecución. Por detallado que sea, es el acto violento lo que consuma el crimen". Además, señala que el expresidente facilitó la transición ordenada del poder a Lula, señal de su respeto por la institucionalidad.
Bolsonaro mismo ha calificado el juicio como una “cacería de brujas”, una frase que resuena con paralelismos internacionales, particularmente con su aliado Donald Trump, quien ha denunciado procesos judiciales en su contra con desdén similar. De hecho, Trump llegó a condicionar aranceles a Brasil a los inciertos resultados de este juicio.
Un juicio con implicaciones globales
Más allá de la jurisdicción brasileña, el juicio tiene amplio eco geopolítico. En Washington, hay rumores de que la Casa Blanca podría imponer sanciones o restricciones diplomáticas si se percibe que la justicia brasileña actúa como brazo político. En julio, el juez Alexandre de Moraes —figura central del Supremo Tribunal Federal (STF) que lidera este caso— fue sancionado simbólicamente por Washington, elevando las tensiones.
Este caso puede sentar precedente. Por primera vez en la historia contemporánea de Brasil, un expresidente y altos mandos militares enfrentan juicio por complot contra la democracia. Es un escenario sin antecedentes, uno que podría reforzar la justicia institucional o, paradójicamente, alimentar la narrativa del populismo persecutorio.
Bolsonaro bajo arresto domiciliario... y vigilado
Debido al riesgo de fuga, Bolsonaro fue sometido a arresto domiciliario con tobillera electrónica. Su ausencia física en las audiencias se ha justificado en problemas de salud, mientras su defensa solicita prórrogas. Sin embargo, las autoridades sostienen que no hay impedimento para continuar el juicio, y se espera un veredicto esta misma semana, salvo que alguno de los cinco jueces solicite más tiempo. De suceder, el fallo se retrasaría hasta 90 días, aunque especialistas consideran esto improbable.
Una sentencia histórica en gestación
Los delitos que se le adjudican —intento de golpe de Estado, participación en organización criminal armada, tentativa de abolición del estado de derecho por la fuerza y destrucción de bienes del Estado— podrían sumar condenas por encima de los 30 años de prisión. Tan solo la acusación de tentativa de golpe conlleva hasta 12 años de cárcel.
La etapa actual del juicio corresponde a la revisión de alegatos finales. Posteriormente, cada uno de los cinco jueces emitirá su veredicto. Si tres de ellos consideran culpable a Bolsonaro, será condenado. Ante propuestas de penas distintas, se establecerá un promedio para fijar la sentencia definitiva.
El frente de apoyo inquebrantable
Bolsonaro conserva aún un núcleo duro de apoyo popular. Miles de sus seguidores se manifestaron el pasado domingo en São Paulo. Michelle Bolsonaro, esposa del expresidente, pronunció un discurso emotivo afirmando que su marido “ama este país” y denunciando una persecución injusta.
“Su sentencia estaba lista antes de que comenzara este juicio”, comentó una manifestante de 72 años, Dorgelina de Medeiros. “Queremos amnistía para todos. Confío en que Dios hará un milagro”. El fervor religioso y nacionalista se entrelaza en el ambiente que rodea a su residencia en Brasilia, donde sus allegados se reúnen en vigilias para rezar por él y protestar contra el juez De Moraes.
El paralelismo inevitable con Estados Unidos
Bolsonaro ha seguido la ruta discursiva de Trump, alimentando teorías de fraude, deslegitimando instituciones y usando el victimismo político como motor de movilización. El asalto al Congreso en Brasil se produjo exactamente dos años después del Capitol Hill Riot estadounidense el 6 de enero de 2021.
No es casualidad que ambos líderes se reconozcan como aliados ideológicos. La narrativa de la democracia amenazada por elites liberales y la exaltación de un nacionalismo mesiánico han sido ingredientes comunes en ambos países. En ambos casos, los tribunales deciden si tales discursos pasaron a ser conspiraciones activas e inconstitucionales.
¿Un precedente para Latinoamérica?
Este proceso judicial podría marcar un antes y un después en América Latina, una región donde los líderes populistas han intentado manipular la continuidad del poder. Recordemos a Evo Morales en Bolivia, a Daniel Ortega en Nicaragua o al propio Hugo Chávez en Venezuela. Sin embargo, Brasil es una de las democracias más grandes y complejas del mundo, con una arquitectura institucional que ha demostrado resiliencia.
La clave será si el juicio logra desvincularse de tintes políticos y gana legitimidad ciudadana. De lo contrario, podría alimentar aún más la polarización y fragilizar el tejido democrático.
¿Camino hacia una nueva era judicial?
El juicio a Bolsonaro también representa un test para el Sistema de Justicia brasileño. La imparcialidad, el respeto al debido proceso y la transparencia son esenciales para que este caso sea visto como un hito histórico y no como una revancha de vencedores contra vencidos.
No es exagerado sugerir que de este juicio depende, en gran parte, la credibilidad del sistema democrático brasileño. Si la ley se impone con justeza y sin parcialidad, Brasil puede emerger como ejemplo continental de cómo enfrentar el autoritarismo mediante las reglas del juego democrático.
El mundo observa: diplomáticos, organismos multilaterales, analistas políticos, empresas e inversionistas. Todos ellos saben que lo que se decida en Brasil esta semana podría cambiar el rumbo de la política latinoamericana.