¿A quién pertenece realmente el Mundial? El alto costo de soñar con fútbol en casa
Zohran Mamdani lanza una cruzada contra los precios excesivos del Mundial 2026 en Nueva York, denunciando que el evento excluye a la clase trabajadora. ¿Está la afición siendo víctima del 'fútbol para ricos'?
El Mundial de la FIFA es, para millones de personas, mucho más que un torneo: es una celebración global del deporte más popular del planeta. Pero cuando esta fiesta se traslada a Estados Unidos —una región donde el fútbol tradicionalmente ha sido un deporte secundario— también surgen otras preguntas vinculadas al acceso, la justicia y, por supuesto, el dinero.
Con la llegada del Mundial 2026 a América del Norte, y con Nueva York como una de las ciudades anfitrionas, la expectativa crece. Sin embargo, no todos lo ven con entusiasmo absoluto. El candidato a la alcaldía de la ciudad de Nueva York, Zohran Mamdani, ha encendido el debate al denunciar que los precios de los boletos también representan una forma de exclusión económica. En un tono retador y directo, ha exigido a la FIFA que implemente medidas concretas para permitir el acceso de los residentes de clase trabajadora.
El fútbol es del pueblo... ¿o ya no?
"¿Cuántos neoyorquinos pueden realmente permitirse asistir a los partidos?" se preguntaba Mamdani, mientras, con humor británico, dominaba un balón calzando zapatos de vestir. Detrás del espectáculo anecdótico, su mensaje tiene un trasfondo político contundente: el acceso al Mundial se está convirtiendo en un privilegio de unos pocos.
Los precios iniciales anunciados por la FIFA —desde $60 para los partidos de fase de grupos hasta $6,730 para la final— no cuentan toda la historia. Bajo un sistema de precios variables, estos montos pueden fluctuar según la demanda, una práctica que Mamdani denuncia como price gouging, o especulación desmedida.
Y eso no es todo. Mamdani exige que al menos el 15% de las entradas se reserve a precios accesibles para los residentes locales y que se imponga un tope al precio de reventa. Según el político demócrata-socialista, esto ya se acordó en México. ¿Por qué no en Estados Unidos o Canadá?
Mundial 2026: promesas, pasión y precios altos
La edición del Mundial 2026 será histórica: se disputará en 16 ciudades de América del Norte y contará con más equipos (48) que cualquier edición anterior. Ocho encuentros clave, incluyendo la final, se jugarán en el estadio MetLife, en Nueva Jersey, apenas a un corto trayecto ferroviario desde la ciudad de Nueva York.
Se espera que este evento tenga un impacto económico de más de 5 mil millones de dólares en la región hospedadora, según un estudio encargado por la United Bid Committee al Boston Consulting Group. Es una oportunidad única, pero también un riesgo real de que el fútbol se convierta en otro símbolo del elitismo urbano y de la desigualdad social.
Mamdani: fútbol y política contra la exclusión económica
Conocido por su lema “Game Over Greed” (“Juego terminado para la codicia”), Mamdani no es ajeno al desafío de luchar en contra del modelo económico dominante. Ganó su nominación en las primarias demócratas con promesas como congelar los alquileres en Nueva York y hacer gratuitos los autobuses públicos.
Ahora lleva esa misma lucha al terreno del fútbol. Citando a Juan Pablo II —“de todas las cosas sin importancia, el fútbol es la más importante”—, Mamdani enmarca el tema del acceso al Mundial en un contexto mayor: el de la crisis de asequibilidad en las ciudades estadounidenses.
“Una vez más, serán los trabajadores quienes se quedan fuera del espectáculo que ellos mismos ayudaron a construir”, declaró en una conferencia reciente.
¿Qué dice la FIFA?
Hasta el momento, no ha habido declaración oficial de la FIFA en respuesta a la petición pública de Mamdani. Organismos como este, al tratarse de entidades privadas con poder global, rara vez ceden ante presiones políticas locales. Sin embargo, la controversia en torno a los precios dinámicos no es nueva.
La FIFA adoptó este modelo —similar al que usan aerolíneas y hoteles— para supuestamente “maximizar los ingresos según la demanda”. Desde su punto de vista, este enfoque permite utilizar los ingresos de las entradas para financiar programas de desarrollo del fútbol. Pero para Mamdani y muchos fanáticos, es una forma de segmentar el acceso y convertir la pasión en un artículo de lujo.
Un reflejo global: fútbol caro y gentrificación de las tribunas
Lo que plantea Mamdani no es un fenómeno aislado. En distintas ligas y torneos del mundo, el alza de precios de entradas ha transformado las tribunas populares en asientos de élite. Según un informe del CIES Football Observatory, el precio promedio de un boleto en la Premier League británica se ha cuadruplicado desde mediados de los años 90. Algo muy similar ha ocurrido en otros países europeos.
Los hinchas tradicionales —los cantores, los bandereros, los que asisten cada fin de semana— se ven muchas veces reemplazados por turistas ocasionales y aficionados VIP. Las ciudades anfitrionas del Mundial, especialmente en EE.UU., corren ese mismo riesgo a gran escala: la gentrificación del fútbol.
Una ciudad dividida entre el amor y la frustración
En Nueva York, el fútbol no es solo deporte. Es parte de la identidad en barrios inmigrantes como Jackson Heights o El Bronx, donde cada Mundial transforma esquinas en pequeñas festividades nacionales. Pero para muchos de estos mismos aficionados, el acceso a un boleto para ver un partido en vivo es un sueño imposible.
“Mis hijos ven el fútbol por televisión, pero dudo que alguna vez puedan ir a un estadio”, dice Alejandro Reyes, un inmigrante salvadoreño, residente en Queens. “El precio de un solo boleto es casi lo que pago de renta.”
¿Puede el fútbol aún reivindicar su alma?
Más allá del Mundial 2026, el debate que abre Mamdani toca una fibra global: ¿Quién tiene derecho a vivir la experiencia del fútbol en persona? ¿Puede este deporte preservar su carácter de fenómeno popular, o está destinado a ser una experiencia premium solo para quienes pueden pagarla?
En un momento donde la desigualdad marca casi todos los aspectos de la vida urbana en ciudades como Nueva York, la petición de Mamdani apunta a más que un evento deportivo: es una batalla por el derecho al goce colectivo. Y si bien la FIFA tiene una historia de decisiones poco sensibles al clamor popular, la presión pública podría hacer más ruido de lo que se espera en esta ocasión.
En palabras del propio Mamdani: “El fútbol no debería ser un lujo reservado para los ricos. Es el lenguaje universal de la gente trabajadora alrededor del mundo.”
Por ahora, su campaña solo busca que no olvidemos esa verdad fundamental.