Apuestas, trampas y NCAA: el escándalo que sacude al baloncesto universitario de EE. UU.
Caso grave de manipulación de partidos involucra a jugadores de Fresno State y San Jose State, mientras el auge de las apuestas legales redefine las reglas del juego
El pecado original: apuestas sobre uno mismo
Lo que comenzó con una alerta de un operador de apuestas de Nevada en enero de 2025, terminó descubriendo uno de los peores escándalos de integridad en la historia reciente del baloncesto universitario. La NCAA anunció recientemente que tres jugadores de División I —Mykell Robinson, Steven Vasquez y Jalen Weaver— han sido sancionados con la revocación permanente de su elegibilidad para competir, tras revelarse que apostaron a partidos donde ellos mismos eran protagonistas.
Robinson y Vasquez, ex compañeros de cuarto en Fresno State, orquestaron apuestas sobre sus propios desempeños, y no satisfechos con eso, incluso manipularon su rendimiento en la cancha para garantizar las ganancias. Weaver, compañero de equipo de Robinson, también participó en las apuestas, incluyendo un caso donde se colocó una apuesta a favor de sí mismo y ganó $260.
Una bomba de $15,950 en pagos
La investigación de la NCAA reveló que Robinson, Vasquez y un tercero apostaron un total combinado de $2,200 en prop bets (apuestas sobre estadísticas específicas de desempeño), obteniendo un pago de $15,950. Estas "prop bets" están creciendo en popularidad, particularmente entre jóvenes, y se centran en detalles minuciosos como cuántos puntos hará un jugador, cuántas asistencias o incluso si cometerá cierta cantidad de faltas.
Durante la temporada 2024-25, Robinson llegó a hacer 13 apuestas en línea con montos pequeños —algunas de apenas $50— pero con ramificaciones enormes: al apostar sobre su propia actuación, rompe uno de los pilares más sagrados del deporte competitivo: la imparcialidad del juego.
La NCAA responde con severidad
Esta no es la primera vez que el baloncesto universitario enfrenta escándalos; uno de los más grandes ocurrió en 2017 con pagos ilegales a jugadores y sus familias. Pero este caso plantea un reto mucho más complejo: hoy las apuestas deportivas son legales en al menos 38 estados de EE. UU. y están íntimamente integradas con el marketing y la cultura deportiva.
“El personal de cumplimiento ha sido efectivo en detectar y perseguir violaciones”, dijo Jon Duncan, vicepresidente de cumplimiento de la NCAA. Agregó que la carga de trabajo relacionada con apuestas ha aumentado significativamente en los últimos años, a grado tal que la NCAA creó una unidad dedicada exclusivamente a la integridad en las apuestas deportivas.
¿Es tiempo de cambiar las reglas?
Actualmente, las reglas de la NCAA prohíben a todos los atletas y miembros del programa apostar en cualquier deporte con campeonato de la NCAA. Esto incluye simplemente colocar una apuesta de fantasía —una Daily Fantasy Bet— sobre el rendimiento de un jugador.
Sin embargo, la NCAA está debatiendo un cambio en sus políticas. Una nueva propuesta permitiría a los atletas y empleados apostar en deportes profesionales, siempre que no afecte a deportes universitarios. De aprobarse en los tres niveles del sistema NCAA (División I, II y III), el enfoque del cumplimiento se centraría exclusivamente en las actividades de apuestas que impacten directamente en la integridad de los partidos universitarios.
La disyuntiva es compleja: permitir apuestas profesionales para normalizar la relación con una industria que, aunque legal, todavía tiene sombras. Pero también surge la pregunta fundamental: ¿cómo se puede confiar en la competencia cuando los propios jugadores pueden estar manipulando el resultado de sus actuaciones?
Un deporte joven en la mira de la industria
El creciente fenómeno del juego universitario como plataforma de apuestas ha generado cifras récord. Según Statista, en 2023 las apuestas deportivas legales en EE. UU. superaron los $100 mil millones. Plataformas populares como FanDuel y DraftKings ofrecen cientos de opciones de apuestas para eventos universitarios, incluyendo baloncesto, fútbol americano y béisbol.
Este crecimiento presenta un gran dilema ético. A diferencia de los atletas profesionales que reciben salarios millonarios y tienen sindicatos que los protegen, los estudiantes-atletas universitarios apenas están empezando a navegar la nueva era del “Name, Image and Likeness” (NIL), que les permite monetizar su imagen.
“Esta generación está literalmente rodeada de apuestas. Hay anuncios en el campus, influencers promocionando líneas de apuestas, y hasta camisetas personalizadas con códigos de referidos”, comentó Dr. Kenneth Gordon, profesor de estudios deportivos en la Universidad Estatal de Ohio.
El riesgo de corrupción siempre ha existido en el deporte, pero ahora se ha democratizado. Hoy cualquiera puede apostar desde su celular, incluso desde el mismo vestuario.
Lo que está en juego
El deporte universitario sigue siendo una de las tradiciones más queridas en Estados Unidos. Una mezcla de pasión juvenil, identidad regional y oportunidades sociales. Equipos como los Tar Heels de Carolina del Norte o los Blue Devils de Duke tienen legiones de seguidores. Suspender de por vida a tres jugadores por una actividad que ahora es legal en la mayoría del país puede parecer excesivo para algunos, pero la NCAA no piensa ceder.
“Estas multas y sanciones están diseñadas para enviar un mensaje claro”, afirmó Duncan. “La manipulación directa del resultado de un partido —incluso si es un aspecto tan pequeño como un rebote o una falta— destruye la confianza del público en el juego.”
De hecho, la NCAA está considerando implementar registros más rigurosos mediante servicios de monitoreo de integridad y exigir a las casas de apuestas alertar automáticamente sobre actividades sospechosas relacionadas con atletas universitarios.
¿Y ahora qué?
Los tres atletas involucrados —Robinson, Vasquez y Weaver— ya no están inscritos en sus universidades. Sus carreras, al menos a nivel universitario, han terminado. Aunque la NCAA no sancionó a Fresno State ni San Jose State por falta de conocimiento institucional, el daño está hecho.
Para muchos entrenadores, este escándalo es un llamado de alerta. ¿Están preparados los programas universitarios para lidiar con la era digital de las apuestas? ¿Hasta qué punto pueden controlar la vida financiera y virtual de sus estudiantes?
Como dijo uno de los directores atléticos citados bajo anonimato: “Podemos controlar lo que hacen en la cancha, pero no lo que hacen en su teléfono a las 2AM”.
Un cambio inevitable
La cultura de apuestas no desaparecerá. Al contrario, se integrará aún más. El reto para la NCAA, las universidades y los propios atletas es aprender a convivir con ella sin que destruya la esencia del deporte universitario.
La historia de Robinson, Vasquez y Weaver pasará a la historia como un caso emblemático. Pero también puede ser la oportunidad que los reguladores necesitaban para redefinir las reglas del juego, antes de que sea demasiado tarde.