Crisis y cálculo político: el giro estratégico de Javier Milei tras su derrota electoral

El presidente argentino recompone vínculos con las provincias para salvar su agenda liberal tras un revés electoral y crecientes tensiones políticas

La derrota que lo cambió todo

El presidente argentino Javier Milei sufrió recientemente su mayor golpe político desde que asumió el poder en diciembre de 2023. La contundente derrota en las elecciones provinciales de Buenos Aires, donde el peronismo se impuso por 13 puntos, puso en jaque su viabilidad política y evidenció un creciente descontento social con su política de ajuste económico extremo.

En este nuevo escenario, Milei decidió realizar un movimiento inesperado: reabrir el Ministerio del Interior, organismo que había cerrado unos meses atrás como parte de su programa de reducción del Estado. El gesto es una señal clara de que, tras meses de confrontación, el libertario se ve obligado a hacer concesiones para sobrevivir políticamente.

Un giro pragmático: de la motosierra al diálogo

En sus primeros meses, Milei ejecutó una agenda económica agresiva: reducción del gasto público, despidos estatales, liberalización de precios y eliminación de subsidios. Esto desató una inflación descontrolada (que superaba el 140% interanual a fines de 2023) y empujó a más del 55% de la población bajo la línea de pobreza, según informes del INDEC.

Pero, si bien estas medidas fueron aplaudidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por ciertos sectores financieros, el ciudadano promedio fue quien pagó el precio. Los recortes llegaron a sectores sensibles como la educación, salud y programas sociales.

Pese a este contexto social convulso, Milei se mantuvo inamovible... hasta la derrota electoral. Tras el revés, declaró: “Mirando al futuro, vamos a corregir todos nuestros errores”. Y esa autocrítica se convirtió rápidamente en acciones concretas.

Lisandro Catalán: el tecnócrata que buscará la reconciliación federal

La reapertura del Ministerio del Interior viene acompañada del nombramiento de Lisandro Catalán como nuevo titular de la cartera. Se trata de un perfil bajo, pero con experiencia tanto en gobiernos peronistas como macristas. Catalán encabezará lo que el gobierno llama la “mesa federal”, un espacio que pretende reconstruir los lazos rotos entre el gobierno central y las provincias.

Esta designación muestra la voluntad de Milei de abrir canales hacia sectores “blandos” de la oposición, sobre todo hacia gobernadores del peronismo moderado y del PRO, el partido de derecha liderado por el expresidente Mauricio Macri.

La estrategia es clara: ampliar apoyos parlamentarios. Con solo el 10% del Senado y el 15% de la Cámara de Diputados, el oficialismo de La Libertad Avanza se ve imposibilitado de imponer leyes sin alianzas. La reciente aprobación parlamentaria de aumentos a la educación pública y el rechazo del veto presidencial a beneficios para personas con discapacidad lo confirman.

El juego del poder: elecciones, presupuesto y supervivencia

El próximo desafío para Milei es convencer al Congreso de aprobar su presupuesto para 2026, el cual presentará próximamente. Sin una base sólida, el presidente necesita urgentemente contener una posible rebelión legislativa que bloquee su modelo de gobierno.

A esto se suma un temor latente en los mercados: la inestabilidad política. Tras la victoria peronista, los bonos argentinos cayeron, el dólar paralelo subió y las acciones se desplomaron. Los mismos inversores que celebraban la motosierra de Milei ahora temen una parálisis institucional.

Según Valor Económico, fondos como BlackRock y Templeton han reducido su exposición a la deuda argentina debido a la incertidumbre sobre la gobernabilidad del país. En Wall Street se preguntan si Milei podrá seguir aplicando sus medidas sin el respaldo político necesario.

Tensiones internas y escándalos que debilitan

Además de los desafíos institucionales, Milei enfrenta problemas internos. Una serie de filtraciones periodísticas revelaron presuntos escándalos de corrupción vinculados a asignaciones discrecionales de fondos a municipios afines y favoritismos dentro del gabinete.

Estas acusaciones, combinadas con episodios erráticos como insultos a periodistas, declaraciones polémicas sobre otros mandatarios y un aislamiento creciente en la escena internacional, erosionan su imagen presidencial. La prensa local ha comenzado a hablar de un “Milei fatigado”, desbordado por su propia retórica incendiaria.

La reaparición del Ministerio del Interior: ¿símbolo de gobernabilidad o rendición?

Históricamente, el Ministerio del Interior fue clave para el equilibrio entre Buenos Aires y las provincias. Desde los tiempos de Juan Domingo Perón hasta los gobiernos democráticos de las últimas décadas, esa dependencia ha sido el nodo de negociaciones, reparto de fondos y contenido político entre la Casa Rosada y el interior argentino.

Su degradación a secretaría a fines de 2023 fue señal de desprecio hacia la política tradicional. Pero hoy, volver a ponerlo en funciones parece dejar entrever que, sin esa “vieja política”, el modelo de Milei terminará naufragando.

Como escribió Jorge Asís, uno de los analistas más influyentes del país: “Milei puede gobernar sin partidos, sin sindicatos y sin medios; lo que no puede es gobernar sin gobernadores”.

Un Milei 2.0: domesticado, pero decidido

No obstante, Milei no ha abandonado su ideología. Lejos de renunciar a su plan de “refundación del Estado argentino”, el presidente ha dicho que esta nueva etapa es sólo una “corrección de estrategia”, no de objetivos.

En redes sociales, donde conserva una base de seguidores leales, Milei repite consignas como “adiós al consenso de la casta” y “la libertad avanza pese a los obstáculos”. Pero puertas adentro, sus asesores confiesan que este viraje es indispensable para evitar una ruptura institucional.

De cara a las elecciones legislativas del 26 de octubre, el mandatario necesita achicar la diferencia con sus adversarios. De no lograrlo, el Parlamento se volverá aún más hostil y su margen de maniobra legislativa se reducirá al mínimo.

La apuesta del presidente es que, como ocurrió con otros líderes antipolítica en el mundo, un equilibrio entre pragmatismo y choque constante lo mantenga con vida electoral sin traicionar del todo su base ideológica.

Un reflejo del péndulo argentino

Argentina es especialista en giros bruscos. De los años kirchneristas al macrismo, de la pandemia al estallido económico, y ahora de la utopía anarco-capitalista al realismo federal. El experimento Milei se suma a esta tradición traicionera del país: prometer revoluciones desde la tribuna y terminar pactando en secreto con los “enemigos” de siempre.

El caso Milei es interesante no sólo por sus políticas, sino por lo que expone: la dificultad de gobernar sin redes políticas en un sistema diseñado para la negociación constante. Y con el Ministerio del Interior reabierto, se acepta tácitamente que la “casta” no era tan prescindible después de todo.

¿Será suficiente este gesto para evitar su colapso político? ¿O se trata apenas de un maquillaje para sobrevivir hasta las siguientes elecciones?

Mientras los argentinos aguardan respuestas, su presidente aprende que la motosierra corta, pero mal empuñada, también puede herir al portador.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press