El adiós de Downton Abbey: nostalgia, cambios sociales y el peso del legado
‘The Grand Finale’ cierra el capítulo de una saga británica que evolucionó con sus personajes, sin perder su esencia aristocrática
«Downton Abbey: The Grand Finale» marca un cierre —dicen— para una franquicia que se ha convertido en un fenómeno cultural global. A lo largo de más de una década, conocemos a la familia Crawley y su tropa de sirvientes atravesando conflictos personales, guerras, cambios sociales y modernización, con una pincelada constante de esteticismo decadente y nostalgia de tiempos pasados. Esta última entrega cinematográfica continúa donde lo dejó el segundo filme y, sí, quizás no suene tan dramático, pero en esta ocasión los Crawley se enfrentan... ¡a la idea de mudarse a un apartamento! Eso, para el conde de Grantham, equivale a una revolución.
El cambio es lento, pero inevitable
"Las familias como la nuestra necesitan seguir adelante para sobrevivir", dice Lady Mary (Michelle Dockery), quien ha asumido de facto el timón emocional y estratégico de Downton. La viuda joven, siempre el ancla sensata en medio de tanto drama noble, funge aquí como madre moral de toda la narrativa. Ver a Robert Crawley (Hugh Bonneville) tratando de comprender lo que implica vivir en un "flat" donde no hay escaleras, ni niveles, ni mayordomo, resulta una metáfora perfecta del choque intergeneracional que Fellowes ha querido explorar desde el inicio.
Pero más allá del humor, la película capta la transición de las élites británicas hacia un siglo XX tambaleante. Estamos en los años 30, entre depresión, cuestionamientos sociales y nuevas realidades para ricos y pobres. Esa es una constante en Downton: la obstinación de la nobleza y su lenta, pero innegable, transformación.
Adiós, Violet, adiós
Uno de los cambios más importantes, y más dolorosos para los fans, es la desaparición de Violet Crawley. La mítica condesa viuda interpretada con insuperable sarcasmo por Maggie Smith murió en la historia anterior, y con ella se fue buena parte del ingenio de la saga. Esta película le rinde homenaje visual y emocional. Su retrato, imponente y melancólico, preside los salones del castillo, recordándonos por qué tantos se enamoraron de Downton Abbey en primer lugar.
Smith en vida ganó tres premios Emmy y un Globo de Oro por su rol. Fue parte del alma de la serie, y su muerte en 2024 se siente aún más real debido a la dedicación cinematográfica de esta película a su personaje y su legado. Violet era el símbolo de una vieja Inglaterra, que mezcla acidez, inteligencia y tradición con pulso cómico.
Tramas múltiples, retornos y nuevas caras
Esta tercera entrega no escatima en subtramas. Desde edulcoradas historias románticas hasta tensiones de clase, la fórmula permanece intacta. Regresan personajes familiares como Thomas Barrow (Robert James-Collier), quien se mudó a Londres con Guy Dexter (Dominic West), viviendo abiertamente su sexualidad—aunque Robert apenas lo entienda, claro. Ver a Barrow feliz es uno de los pocos progresos significativos de la serie respecto a la representación LGTBIQ+ en un entorno tan conservador.
La familia Crawley se reúne en un espectáculo de Noël Coward, un símbolo del glamour y sofisticación que tanto seduce a la aristocracia. Hay momentos deslumbrantes, como el hallazgo por parte de Mary de un vestido rojo de satén—probablemente el traje más impresionante que ha lucido en toda la saga—que sella este instante como uno de los más icónicos del vestuario de la franquicia (que por cierto, ha ganado varios premios BAFTA y Emmy por diseño de producción).
El actor estadounidense Paul Giamatti vuelve como Harold, el hermano de Cora (Elizabeth McGovern), trayendo consigo problemas financieros y una vibra algo intrusiva al entorno británico. Su relación con un tal Gus, sospechosamente encantador, genera fricciones y, sí, otro dilema para los puristas del linaje Crawley.
El peso de la etiqueta
La élite, como era de esperar, no perdona. La noticia del divorcio de Mary se filtra a la prensa (con titulares como "Divorcio en lugares altos"), y ella es humillada públicamente en un baile aristocrático. La anfitriona le pide que se retire porque “viene la realeza”. Una escena que encapsula toda la hipocresía social de la época, que Fellowes nunca ha dejado de criticar elegantemente.
“Espero encontrar un taxi que me acepte”, dice Mary mientras se retira, sarcástica hasta en medio de la vergüenza. Su esposo Henry (Hugh Dancy) desaparece del relato sin mucha explicación, dejando el camino libre para que nuevos intereses amorosos—como el ya mencionado Gus—vuelvan a abrir posibilidades románticas en su vida compleja.
Entre lo tierno y lo cursi
Una crítica constante al universo de Downton Abbey es su propensión al sentimentalismo. Hay diálogo encantadores (“El pasado es un lugar más confortable que el futuro”) pero también frases que bordean el relleno (“Voy a por otra taza de té”). Sin embargo, estas inconsistencias quedan eclipsadas por momentos de brillantez, como cuando Robert describe los apartamentos modernos como “una torta en capas de desconocidos”.
El guionista Julian Fellowes conoce a su público, y sabe que no necesita arriesgar. “Downton Abbey: The Grand Finale” es más un regalo para sus seguidores que una innovación narrativa. Y eso está bien. En sagas de larga vida, el cierre importa más que el artificio, y esta película, con todos sus tropos repetidos, ofrece lo que promete: nostalgia, belleza y una reverencia al pasado.
¿Y el futuro?
¿Podría haber más entregas? Oficialmente, es un final. Pero el mundo sabe que en Downton nunca se dice “adiós”, sino “hasta pronto”. Los rumores sobre una serie de nueva generación o derivados centrados en personajes más jóvenes no son nuevos. Incluso Fellowes ha mencionado en entrevistas pasadas su interés de explorar nuevas eras, como la Segunda Guerra Mundial.
Por ahora, nos quedamos con la imagen de Mary liderando los destinos de Downton, de Violet observando desde su retrato y de los Crawley aprendiendo lentamente a vivir sin servidumbre, con menos boato, pero más humanidad. Como dijo Fellowes en una entrevista en 2022: “Downton siempre ha sido sobre el cambio de una era. No sobre cómo resistirse a él, sino sobre cómo adaptarse sin perder quién eres”.
Y eso es lo que hace este cierre: nos recuerda que incluso los castillos más grandes tienen que modernizarse. O al menos considerar mudarse a un apartamento sin “subida”.
Ficha técnica
- Título: Downton Abbey: The Grand Finale
- Duración: 123 minutos
- Clasificación: PG por material sugestivo, uso de tabaco y algunos temas sensibles
- Producida por: Focus Features
- Calificación: ★★½ de ★★★★
Para los seguidores de la saga, este será un brindis con champaña por años de televisión de calidad y drama aristocrático sin culpa. Y para los que llegan por primera vez… bueno, buena suerte aprendiendo el árbol genealógico.