El asesinato de Charlie Kirk y la era digital: ¿qué papel queda para los medios tradicionales?
Una opinión sobre el impacto de las redes sociales en la cobertura de la violencia política y el desvanecimiento de los límites editoriales tradicionales
Una tragedia que rebasó todos los filtros
El 10 de septiembre de 2025, Charlie Kirk, conocido activista conservador y cofundador de Turning Point USA, fue asesinado durante un mitin universitario en Utah. Lo que pudo haber sido cubierto con sobriedad editorial por parte de los medios tradicionales, como ha sido norma durante más de un siglo, se convirtió en una avalancha audiovisual alimentada por redes sociales. Los videos del momento exacto del disparo se diseminaron como pólvora: en X (anteriormente Twitter), Instagram, Facebook, YouTube e incluso Truth Social, donde el expresidente Donald Trump confirmó su muerte.
La ruptura del "gatekeeping" y la democratización del horror
Históricamente, los medios tradicionales han ejercido el rol de "guardianes" informativos, seleccionando cuidadosamente qué mostrar al público. Esta práctica respondía a códigos éticos, sensibilidades sociales, y una responsabilidad editorial clara: no revictimizar, no glorificar la violencia y proteger a las audiencias.
Pero vivimos en la era del smartphone y de la viralidad. Las imágenes del asesinato de Kirk superaron cualquier filtro posible. Los millones de videos subidos por asistentes al evento hicieron que los esfuerzos de discreción de medios como The New York Times o Associated Press parecieran irrelevantes.
La profesora Sarah Kreps, académica de Cornell y autora del próximo libro "Harnessing Disruption", destaca un punto esencial: «ya no hay forma de controlar la experiencia del usuario». Sus propios hijos adolescentes, al salir del colegio en Ithaca (Nueva York), le mostraron el video del disparo antes de que ella misma confirmara que Kirk había sido oficialmente declarado muerto.
Una sociedad hipervigilada (y traumatizada)
Las redes no solo difundieron el atentado. Lo editaron, lo glorificaron, lo desacralizaron. Videos en bucle, efectos de cámara lenta, filtros que ocultan la sangre pero destacan el dramatismo del momento. En algunos casos, incluso se monetizó ese contenido.
Esto alimentó un fenómeno inquietante: la banalización del horror. Como dijo un usuario en X: «Paren con esto, por amor a Dios y a la familia de Charlie». Pero el engagement mandaba. Una publicación con el tiroteo en primer plano podía generar cientos de miles de visualizaciones en minutos.
Las propias plataformas mostraron respuestas limitadas:
- YouTube aplicó restricciones de edad y eliminó videos que carecían de "contexto informativo", pero muchos clips seguían indexados en búsquedas sencillas.
- Meta (Facebook e Instagram) solo colocó etiquetas de advertencia, sin prohibir el contenido.
- X, cuyas políticas han sido criticadas por laxitud bajo la gestión de Elon Musk, no ofreció comentario alguno sobre el contenido gráfico.
Kirk: figura polarizante
No se puede analizar esta tragedia sin observar quién era Charlie Kirk. A sus 31 años, era una de las figuras más prominentes de la nueva derecha estadounidense. Fundó Turning Point USA con apenas 18 años. Su organización presume de tener presencia en más de 4,000 campus estadounidenses, y sus ingresos ascendieron a $79.2 millones en 2022.
Apoyó fervientemente a Donald Trump desde 2016, fungiendo incluso como ayudante de campaña de Donald Trump Jr. Su estilo directo y provocador dividía opiniones. Declaraciones suyas como «si veo a un piloto negro, solo espero que esté calificado» o su rechazo al feriado federal por el Juneteenth, lo convirtieron en una figura de culto para unos y símbolo del odio para otros.
Violencia y polarización: una espiral descendente
Los medios tradicionales reaccionaron con cautela. TMZ y New York Post publicaron videos pero borrosos, cuidando no mostrar sangre. Aun así, muchos en redes los acusaron de hipocresía, mientras otros exigían justicia para Kirk.
Políticos de ambos bandos condenaron el asesinato con firmeza. El gobernador de Utah, Spencer Cox, lo calificó como "asesinato político". El expresidente Trump escribió: "God bless him. Great guy from top to bottom".
La investigación preliminar asegura que el tirador actuó solo. Según la policía, estaba ubicado en un techo y disparó una sola vez. Se detuvo a un sospechoso, George Zinn, aunque luego fue descartado como el autor material.
¿Hacia dónde van los medios?
Esta es la gran pregunta que surge de todo esto. ¿Tienen sentido hoy las políticas editoriales de protección cuando millones de usuarios pueden subir contenido en tiempo real? ¿Puede el periodismo mantener su valor ético en un entorno dominado por emociones brutas, clicks y algoritmos?
La periodista Barbara Ortutay lo plantea claramente: los medios tradicionales actúan como termómetros éticos y marcan límites en una era de caos informativo. Pero si ese termómetro carece de influencia, ¿de qué sirve?
Como declara Kreps, «cuando el mainstream es el que advierte sobre lo que es apropiado o no compartir, envía una señal: esto NO debe normalizarse». Y sin embargo, miles de adolescentes como los hijos de Kreps ya han visto imágenes extremadamente gráficas sin filtro alguno. El trauma llega antes que la educación mediática.
El espejo digital
El asesinato de Charlie Kirk refleja el colapso de los acuerdos no escritos sobre información, privacidad y violencia. Cuando la frontera entre el acto real y su consumo deja de existir, cuando el tiro captado por un iPhone se repite una y otra vez en bucles virales, la violencia política adquiere una dimensión nueva, más profunda, más peligrosa.
La cultura del espectáculo -alimentada por redes sociales y tolerancia editorial mínima- ha convertido la tragedia pública en entretenimiento mórbido. Y cuando uno de los protagonistas es una figura reconocida nacionalmente de la política y la televisión, el espectáculo se maximiza.
Hoy, más que nunca, deberíamos preguntarnos: ¿cuál es nuestro rol como ciudadanos digitales? ¿Miramos por morbo o informamos por responsabilidad? ¿Difundimos el video o protegemos la memoria de una víctima?
La respuesta, como siempre, no está en los medios. Está en nosotros.