El estremecedor caso de Iryna Zarutska: entre la salud mental, la justicia fallida y la polarización política en EE. UU.

El asesinato de una refugiada ucraniana reabre el debate sobre el sistema judicial, la salud mental y la respuesta federal en ciudades gobernadas por demócratas

Por Redacción

En un Estados Unidos cada vez más polarizado en cuestiones de seguridad pública, el nombre de Iryna Zarutska se ha convertido en símbolo de una tragedia que expone las brechas profundas del sistema judicial y de atención a la salud mental. Su asesinato, el 22 de agosto de 2025, a bordo de un tren de cercanías en Charlotte, Carolina del Norte, ha desatado una tormenta política, mediática y social.

Una tragedia sin aviso, pero con antecedentes

La muerte de Zarutska, una refugiada ucraniana de solo 23 años, conmocionó a la opinión pública al revelarse que fue atacada sin provocación aparente por Decarlos Brown Jr., de 34 años, quien ya había tenido múltiples encuentros con la justicia a lo largo de más de una década.

Según las imágenes captadas por cámaras de seguridad del sistema de transporte público de Charlotte, Brown se sentó detrás de Zarutska. Minutos después, se puso de pie y sin mediar palabra, le cortó el cuello con una navaja. La brutalidad del ataque ha generado indignación, pero también preguntas profundas: ¿Cómo es que alguien con un historial tan problemático seguía en libertad?

Cabe destacar que en enero de ese mismo año, Brown había sido arrestado por delitos menores y durante su detención afirmó que una sustancia "fabricada por el hombre" controlaba sus acciones. A pesar de las señales evidentes de desequilibrio mental, pasaron más de seis meses antes de que un tribunal ordenara una evaluación psiquiátrica.

Un conocido del sistema judicial

Brown no era un extraño para las autoridades. En 2014 fue acusado de ser un delincuente en posesión de un arma de fuego, un cargo serio que podría haber trasladado el caso al sistema federal, donde suelen imponerse penas más severas. Pero el caso fue desestimado en favor de un acuerdo de culpabilidad por robo con arma mortal, según los registros judiciales de Carolina del Norte.

Expertos como Kenneth Corey, exjefe del Departamento de Policía de Nueva York, han señalado que este es un caso paradigmático de "oportunidades fallidas" tanto en el sistema judicial como en el sistema de salud mental.

"Estamos hablando de alguien con historial persistente de conducta violenta. El cargo federal se usa poco por falta de recursos. Solo procesan a una fracción mínima de estos individuos, generalmente a los peores casos", afirma Corey.

El componente político: ciudades azules bajo fuego

El caso también ha sido aprovechado políticamente. La administración Trump ha señalado este asesinato como emblemático del desastre que representan las ciudades gobernadas por demócratas, calificándolas de "santuarios para criminales violentos". En palabras de Trump en redes sociales: "Criminales como este deben estar ENCERRADOS".

Desde la Casa Blanca se ha reforzado esta narrativa, utilizando el caso de Brown para atacar la gestión de la seguridad en ciudades liberales y pro inmigración. Hollywood, Nueva York y San Francisco ya han sido objeto de estas críticas, pero Charlotte, una ciudad aún en transición política, añade otro capítulo a la polémica.

Evaluación mental exprés

Tras su arresto por el asesinato de Zarutska, Brown fue rápidamente enviado a un hospital estatal para una evaluación de su competencia mental para enfrentar juicio, algo que no ocurrió con la misma celeridad tras su detención en enero. Las críticas no se han hecho esperar, y muchos señalan que este tipo de reacciones "post mortem" dejan claro que los sistemas sólo reaccionan ante el escándalo mediático.

Actualmente enfrenta cargos por asesinato en primer grado en el sistema judicial estatal, y un cargo adicional en un tribunal federal por causar una muerte en un transporte público, un delito que podría conllevar la pena de muerte.

El rostro de la víctima: Iryna Zarutska

Iryna había llegado a Estados Unidos buscando refugio del conflicto en su natal Ucrania. Su historia de superación fue abruptamente interrumpida por un acto de violencia inesperado. Organizaciones de migrantes y defensores de los derechos humanos han denunciado que su muerte representa la cara más trágica de la ineficacia institucional y los discursos de odio alimentados por sectores políticos.

Además, diversos colectivos han iniciado campañas para presionar por reformas al sistema de salud mental y mayor seguimiento a criminales reincidentes con indicadores de trastornos psicológicos.

El error estructural: salud mental desatendida

El caso de Brown también exhibe una de las grandes falencias del sistema de justicia penal estadounidense: la ausencia de una atención adecuada a la salud mental. Según datos del National Alliance on Mental Illness (NAMI), cerca del 25% de las personas encarceladas en EE. UU. padecen enfermedades mentales graves. Muchos de ellos no reciben diagnóstico ni tratamiento hasta que cometen un crimen de alta notoriedad.

Carolina del Norte, en particular, ha tenido una escasez crítica de camas en hospitales psiquiátricos y de personal especializado. Esto ha contribuido a que individuos como Brown sean simplemente trasladados de un arresto a otro sin una intervención efectiva.

Polémica y oportunidad de cambio

Aunque estadounidenses tienen cada vez más opiniones divididas sobre cómo abordar la criminalidad, el caso Zarutska presenta una clara oportunidad para repensar la relación entre salud mental, sistema judicial y prevención del delito. Para Kenneth Corey y otros expertos, no se trata solo de castigo, sino de identificar patrones conductuales peligrosos antes de que se conviertan en tragedias.

También pone en evidencia cómo los delitos mediáticos pueden usarse con fines partidistas, desviando la conversación pública sobre reformas estructurales necesarias hacia una competencia entre narrativas ideológicas.

En esa lucha de narrativas, la víctima, sus sueños y su historia pueden eclipsarse. Es responsabilidad del periodismo, las autoridades y la sociedad en general centrar el foco no solo en los detalles macabros del crimen o el ataque político que se derive del caso, sino en cómo evitar que vuelva a ocurrir.

¿Será este el punto de inflexión?

El ciclo de arresto, libertad, negligencia psiquiátrica y tragedia parece repetirse una y otra vez en EE. UU. Iryna Zarutska no fue la primera víctima de ese ciclo, pero su historia, difundida mundialmente, podría ser uno de los catalizadores para una revisión nacional de cómo se interrelacionan la justicia penal y la salud mental.

Mientras tanto, el sistema judicial dirime su destino y la política nacional intenta capitalizar su muerte, el rostro de Iryna y la pregunta de por qué no se hizo nada a tiempo siguen siendo un espejo incómodo para una nación que presume de justicia, pero que con frecuencia falla en su prevención.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press