Irán y la energía nuclear: ¿verdadera cooperación o una táctica diplomática temporal?

El nuevo acuerdo entre Irán y el OIEA promete acceso total a las instalaciones nucleares iraníes, pero surgen dudas sobre su ejecución y el futuro del programa nuclear de Teherán

Un histórico pero ambiguo paso hacia la cooperación nuclear

El 9 de septiembre de 2025, en un encuentro diplomático clave en El Cairo, Irán y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) firmaron un acuerdo que ha generado tanto esperanza como escepticismo en la comunidad internacional. Según lo declarado por Rafael Grossi, director general del OIEA, el documento establece la reanudación de una cooperación “respetuosa y comprensiva” entre ambas partes. El acuerdo contempla el acceso completo a todas las instalaciones nucleares iraníes, incluyendo aquellas que fueron atacadas por Israel durante los bombardeos de junio pasado.

“El carácter técnico de este documento no disminuye su significado profundo”, afirmó Grossi ante la Junta de Gobernadores del organismo en Viena, subrayando la urgencia de implementar lo acordado.

Contexto explosivo: guerra, sanciones y enriquecimiento de uranio

Este entendimiento llega en un momento particularmente volátil para la región. Durante la guerra de 12 días entre Israel e Irán en junio, las instalaciones nucleares iraníes fueron blanco de múltiples ataques. La guerra terminó con un saldo militar y geopolítico complejo, y dejó en vilo la supervisión internacional del programa atómico iraní. Como resultado directo, el entonces presidente iraní Masoud Pezeshkian firmó una ley que suspendía toda cooperación con el OIEA.

Un informe confidencial del OIEA reveló que hasta el 13 de junio Irán había acumulado 440,9 kilogramos de uranio enriquecido al 60%. En términos técnicos, si ese uranio se enriqueciera al 90% —el umbral necesario para ser armas nucleares—, sería suficiente para fabricar aproximadamente 10 bombas nucleares. Este dato enciende las alarmas sobre la real intención del programa nuclear iraní.

“La falta de acceso a instalaciones críticas desde el inicio del conflicto es motivo de gran preocupación”, señaló Grossi, dejando claro que la transparencia iraní sigue estando bajo intensa lupa.

¿Una verdadera reapertura o una jugada táctica?

Si bien el acuerdo en El Cairo representa un avance, también deja muchas preguntas abiertas. El documento no especifica cuándo comenzarán las inspecciones, ni qué tipo de consecuencias diplomáticas tendría el incumplimiento iraní.

Abbas Araghchi, ministro de Asuntos Exteriores iraní, destacó que el acuerdo toma en cuenta las “preocupaciones de seguridad de Irán” y define los procedimientos técnicos para cooperar con el OIEA. No obstante, dejó claro que cualquier “acto hostil”, como la reimposición de sanciones por parte de la ONU, anularía automáticamente el pacto.

Esta declaración tiene importantes implicaciones. El 28 de agosto, Francia, Alemania y el Reino Unido iniciaron el proceso conocido como “snapback” para reimponer sanciones a Irán por no cumplir con el acuerdo nuclear de 2015 (también conocido como JCPOA o Plan de Acción Integral Conjunto). Este proceso fue diseñado para evitar bloqueos diplomáticos en la ONU y podría activarse en 30 días.

Un arma de doble filo para la diplomacia europea y estadounidense

La voluntad europea de mantener vivo el marco diplomático choca con la creciente desconfianza hacia Teherán. Los europeos han manifestado su disposición a extender el plazo si Irán retoma las negociaciones directas con EE.UU., permite el acceso total al OIEA y da cuenta de los más de 400 kg de uranio altamente enriquecido.

Ante este juego de presiones cruzadas, el acuerdo con el OIEA parece ser un intento iraní de ganar tiempo y evitar mayores sanciones, más que una muestra real de buena voluntad. La historia reciente respalda esta hipótesis: desde 2018, cuando EE.UU. se retiró del JCPOA bajo la presidencia de Donald Trump, Irán ha usado hábilmente su programa atómico como herramienta de negociación, aumentando gradualmente los niveles de enriquecimiento y limitando al mismo tiempo el acceso de los inspectores.

Enfoques mixtos: Irán entre el pragmatismo y la provocación

La situación es aún más delicada debido al control político interno en Irán por parte de fuerzas conservadoras que ven en el programa nuclear un símbolo de soberanía nacional. A ello se suma el respaldo fragmentado de la comunidad internacional: mientras Rusia y China apoyan una solución negociada sin presión militar, EE.UU. e Israel favorecen una postura más dura.

Parte del acuerdo firmado con el OIEA contempla también los sitios bombardeados, un tema sensible porque esos ataques dejaron al descubierto los puntos débiles del programa iraní —tanto en términos defensivos como técnicos. Este compromiso puede leerse como un gesto calculado para obtener créditos diplomáticos sin renunciar a su acumulación de capacidades nucleares.

¿Y si el acuerdo fracasa?

El fracaso de este acuerdo tendría severas consecuencias globales. El regreso del “snapback” traería sanciones automáticas y cortaría la mayoría de las posibles vías diplomáticas. Por otro lado, dejaría a Irán con un programa nuclear significativamente avanzado y sin supervisión, aumentando la posibilidad de una respuesta militar por parte de Israel o incluso de EE.UU.

Además, el aislamiento total de Irán podría empujar a Teherán a tomar decisiones más radicales, como retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), lo cual aceleraría una carrera armamentista en el Medio Oriente sin precedentes en las últimas décadas.

Antecedentes: una historia de promesas no cumplidas

El acuerdo nuclear de 2015 fue recibido como una victoria diplomática. En él, Irán accedió a limitar su desarrollo atómico a cambio del levantamiento de sanciones. Sin embargo, la salida de EE.UU. en 2018 y la reinstauración de bloqueos económicos causaron que Irán comenzara a incumplir paulatinamente con sus compromisos.

Desde entonces, las relaciones entre Irán, el OIEA y las potencias occidentales han alternado entre acercamientos diplomáticos y enfrentamientos retóricos acompañados por provocaciones técnicas. El uso de centrifugadoras avanzadas, la limitación de filmaciones en las plantas nucleares y la negación de acceso a ciertas instalaciones han sido parte de la estrategia iraní.

La perspectiva del OIEA: trabajar bajo presión y sin garantías

El organismo con sede en Viena ha destacado constantemente los desafíos técnicos, logísticos y diplomáticos de trabajar en Irán bajo estas condiciones. Para el OIEA, la transparencia total no es solo una exigencia política, sino una necesidad operativa para realizar inspecciones efectivas. La cooperación anunciada el 9 de septiembre representa una oportunidad para recomponer esta relación, pero requiere una implementación constante para tener credibilidad.

“Estos pasos prácticos deben implementarse ahora”, reiteró Grossi. Detrás de esta afirmación yace el escepticismo acumulado de años de incumplimientos por ambas partes.

El futuro inmediato: diplomacia contrarreloj

Restan pocas semanas para que el “snapback” entre en vigor si no se llega a una solución negociada. El tiempo corre tanto para Irán como para las potencias occidentales. Una mala jugada puede volver irreversible la descomposición del marco de no proliferación nuclear en la región.

Mientras tanto, el OIEA ha confirmado que solo una instalación ha sido visitada desde la guerra: la planta nuclear de Bushehr, que opera con asistencia técnica rusa. Una inspección de cambio de combustible fue observada por técnicos del organismo a finales de agosto, pero eso está lejos de constituir un monitoreo completo y transparente.

Hasta entonces, el destino del acuerdo nuclear y la estabilidad regional están atados a una carrera diplomática cuyo desenlace podría definir mucho más que el futuro del programa iraní: podría alterar el equilibrio de poder global en la era nuclear.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press