La otra cara del desastre: Inundaciones, clases sociales y esperanza en Pakistán

Las devastadoras inundaciones en la región de Punjab exponen la desigualdad social, la fragilidad infraestructural y la resiliencia de miles de personas desplazadas

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Una catástrofe de dimensiones humanas

Desde el 23 de agosto, más de 4.000 aldeas han sido anegadas en la provincia de Punjab, Pakistán. Las lluvias monzónicas, intensificadas por el cambio climático y por la liberación de aguas desde presas indias, han provocado una de las peores crisis humanitarias del país en los últimos años.

Según la Autoridad de Gestión de Desastres de Punjab, más de 4,2 millones de personas han sido afectadas por las inundaciones, con 2,1 millones de desplazados y al menos 68 fallecidos. A medida que los ríos Ravi, Chenab y Sutlej continúan creciendo, la amenaza se extiende hacia el sur, especialmente hacia la región de Sindh.

Un muro entre ricos y pobres: la desigualdad que flotó con el agua

Además de una catástrofe natural, estas inundaciones han puesto en evidencia la profunda disparidad social que recorre la región. Mientras los más pudientes escaparon en embarcaciones privadas apenas se activaron las alertas, miles de personas sin recursos tuvieron que esperar, con paciencia y desesperación, la llegada de los equipos de rescate.

Bilal Ahmed, uno de los desplazados, relató desde un campamento de ayuda: “Los que pudieron pagar ya están fuera del pueblo. Yo tuve suerte de conseguir una plaza en un bote privado pagando con todo lo que tenía.”

Estas diferencias también se reflejan en la asistencia humanitaria. Familias enteras sobreviven con una única comida diaria, y muchos no tienen acceso a agua potable ni refugio adecuado. Las imágenes son desoladoras: niños llorando de hambre, mujeres rezando junto a tiendas improvisadas, y ancianos luchando por mantenerse a salvo sobre diques naturales.

Una ciudad al borde del colapso

Jalalpur Pirwala, una urbe de aproximadamente 700.000 habitantes, se encuentra en el punto crítico de esta emergencia. Ubicada en la confluencia de los ríos Chenab y Sutlej, esta ciudad podría ser la próxima gran víctima de las aguas si los esfuerzos para reforzar los terraplenes fallan.

Las autoridades han movilizado maquinaria pesada, voluntarios y soldados para contener la creciente, pero los expertos del Departamento Meteorológico de Pakistán advierten que el nivel del agua ha alcanzado ya la marca oficial de peligro. El colapso de Jalalpur Pirwala podría resultar en centenares de miles de siniestros adicionales.

Irfan Ali Kathia, director general de la autoridad de desastre provincial, señaló: “Tenemos fe en que la ciudad resistirá. Pero es un trabajo contrarreloj.”

Esperanza, dolor y drama humano

En medio del caos, las historias personales revelan tanto la dimensión trágica como la fuerza extraordinaria de los afectados. Muhammad Arshad, por ejemplo, esperó tres días para poder alcanzar a su familia atrapada en su casa inundada:

“Cuando llegaron las aguas, no estaba en el pueblo. No tenía cómo volver. Hoy, por fin, podré abrazarlos.”

Saima Hussain, madre de un bebé, escapó por poco con ayuda de una embarcación de rescate. Lo que vio aquel día jamás lo olvidará: “Una madre fallecida, con su bebé aún aferrado a su pecho. Yo tampoco tengo nada para alimentar al mío. Dios nos salvó, pero ahora luchamos por sobrevivir al hambre.”

Karachi también sufre; la amenaza sigue extendiéndose

Mientras tanto, cientos de kilómetros al sur, la ciudad de Karachi—capital económica del país—registró inundaciones urbanas severas debido a lluvias torrenciales. La situación adquiere un cariz catastrófico al considerar que las aguas del norte continúan desplazándose hacia Sindh, lo que ha forzado evacuaciones preventivas en varias zonas ya vulneradas en años anteriores.

Una lección que aún no se ha aprendido por completo: expertos denuncian que gran parte del daño podría haberse evitado si existieran mejores políticas preventivas y una infraestructura hidráulica adecuada.

El impacto histórico del monzón y el factor climático

Pakistán, históricamente, ha sufrido a manos del monzón. Pero eventos recientes muestran un patrón cada vez más destructivo. Según datos del Centro Nacional de Gestión de Desastres, las lluvias monzónicas de 2022 dejaron más de 1.700 muertos y desplazaron a más de 8 millones de personas. El calentamiento global intensifica la humedad atmosférica, lo que agrava las tormentas monzónicas.

Las Naciones Unidas han señalado que Pakistán es el octavo país más vulnerable al cambio climático pese a emitir menos del 1% de las emisiones globales de CO₂.

Resiliencia comunitaria: más allá del desastre

En medio del desastre, también hay ejemplos de solidaridad y resistencia comunitaria. Voluntarios pakistaníes, organizaciones internacionales y vecinos han colaborado incansablemente para montar cocinas móviles, distribuir alimentos y coordinar labores de rescate.

Pero la presión sigue creciendo: las necesidades superan con creces los recursos disponibles, y la ayuda internacional aún no alcanza el volumen necesario para aliviar la catástrofe. La creciente frecuencia e intensidad de estos eventos permite advertir la necesidad urgente de que Pakistán invierta en prevención, mitigación y adaptación climática.

El papel del Estado: ¿ignorancia o negligencia?

Una de las críticas más recurrentes por parte de expertos y afectados es la falta de una respuesta eficaz y oportuna de parte del gobierno. Alertas no difundidas a tiempo, sistemas de drenaje colapsados y planes de evacuación inadecuados forman parte de un escenario de desprotección sistémica.

“Los aldeanos ignoraron las advertencias”, sostuvo el director de desastres Irfan Ali Kathia, aunque múltiples testimonios contradicen esa visión, señalando que nunca llegaron alertas formales a muchas comunidades.

El problema de fondo parece ser más profundo: un Estado ausente en los momentos esenciales, unido a décadas de ineficiencia e infraestructura en decadencia.

Una deuda moral con los damnificados

El desastre humanitario de Punjab y Sindh no solo exige una respuesta rápida, sino también un compromiso político y financiero sostenido para reconstruir dignamente y evitar tragedias futuras.

Más de 900 personas han muerto en Pakistán debido a inundaciones desde junio, una cifra que no solo representa vidas perdidas, sino también familias desmembradas, sueños arrasados y generaciones enteras marcadas por la tragedia.

Los supervivientes no reclaman caridad, exigen justicia climática, infraestructura digna y un Estado que realmente esté de su lado. La catástrofe natural ha destapado, una vez más, otra aún más profunda: la catástrofe social de millones que siguen esperando que su vida importe tanto como su pérdida.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press