Apuestas, violencia y juventud: la preocupante tormenta que azota las escuelas y el deporte universitario en EE.UU.
Dos tiroteos escolares recientes, detalles de radicalización juvenil y un escándalo de apuestas deportivas en la NCAA revelan una crisis de integridad y seguridad en los espacios educativos en Estados Unidos
La generación en la encrucijada
Estados Unidos vive momentos álgidos en el ámbito educativo y deportivo, marcados por una creciente ola de violencia juvenil e infiltración de redes criminales en sistemas donde debería prevalecer la formación y el espíritu de comunidad. Dos hechos recientes pusieron sobre la mesa la vulnerabilidad de las escuelas y universidades: un tiroteo en una secundaria de Denver perpetrado por un adolescente radicalizado, y una investigación nacional que desenmascara a exjugadores universitarios de baloncesto envueltos en escándalos de apuestas ilegales.
Evergreen High School: la tragedia que pudo ser peor
El 10 de septiembre de 2025, el adolescente Desmond Holly, de solo 16 años, abrió fuego con un revólver en la Evergreen High School, ubicada en las estribaciones montañosas del suburbio de Denver, Colorado. Dos estudiantes recibieron disparos, uno dentro del edificio y otro en el exterior. Holly falleció tras el ataque, y según las autoridades, estaba vinculado a una 'red extremista'.
Jacki Kelley, portavoz de la oficina del Sheriff del Condado de Jefferson, señaló que las circunstancias de su radicalización se revelarán próximamente. Las primeras pesquisas incluyen el registro de su habitación, mochila y casillero escolar. “Los oficiales llegaron en menos de cinco minutos tras el aviso del tiroteo”, añadió Kelley en rueda de prensa.
Esta no es una historia inédita en Estados Unidos. Según estadísticas del grupo Everytown for Gun Safety, en 2023 se registraron al menos 152 tiroteos escolares, el número más alto desde que se comenzaron a contabilizar en 2013. Más alarmante aún: la mayoría de los casos son cometidos por estudiantes de entre 12 y 18 años.
El componente ideológico de la violencia juvenil
El caso de Holly también plantea una temática inquietante: la radicalización de menores. ¿Quién o qué radicaliza a un joven al punto de disparar contra sus compañeros? Según expertos en extremismo juvenil, los grupos extremistas aprovechan la fragilidad emocional, redes sociales sin regulación y entornos familiares o escolares disfuncionales para infiltrar ideologías violentas en chicos vulnerables.
“La adolescencia es una etapa caótica, y si se añade desinformación y sentimiento de desplazamiento, se crea el entorno perfecto para que ideologías extremas germinen”, sostiene Brian Levin, fundador del Center for the Study of Hate and Extremism.
Todavía se desconoce si Holly actuó motivado por razones políticas, religiosas o personales. Lo cierto es que su caso representa la última alarma de un sistema educativo que no está sabiendo detectar ni atender las señales de riesgo.
Florida State University: una masacre aún por juzgar
En abril de 2025, el campus de la Universidad Estatal de Florida fue escenario de una masacre a manos del estudiante Phoenix Ikner, quien asesinó a dos personas e hirió a seis. Su juicio estaba programado para noviembre de este año, pero ha sido pospuesto hasta marzo de 2026 debido a un conflicto de interés con su defensa pública.
Ikner, hijastro de una suboficial del alguacil local, utilizó el arma de servicio de su madrastra para llevar a cabo la masacre. Su caso ha levantado debates sobre el acceso a armas dentro de hogares con vínculos legales y la fallida prevención en detectar comportamientos erráticos.
Según la organización Brady United, el 75% de los tiroteos escolares perpetrados por menores se realizan con armas obtenidas en casa. Pero más allá del arma, existe un hilo común con el caso de Desmond Holly: la desatención emocional y psicológica de jóvenes en riesgo.
El baloncesto universitario y la trampa de las apuestas
Lejos de los tiroteos pero igual de graves son los casos descubiertos por la NCAA involucrando a trece exjugadores de baloncesto masculino de seis universidades en actividades ilegales de apuestas deportivas. Estos jugadores, ya fuera de sus centros educativos, fueron detectados apostando a favor y en contra de sus propios equipos, además de compartir información privilegiada o manipular resultados.
Las universidades implicadas —entre ellas Arizona State, Temple y Eastern Michigan— no serán sancionadas, según informó la NCAA, ya que colaboraron activamente en las investigaciones. En algunos de los casos más flagrantes, como el de Mykell Robinson, Steven Vasquez y Jalen Weaver (Fresno State y San Jose State), se concluyó que amañaron partidos deliberadamente. Su elegibilidad fue revocada permanentemente.
El presidente de la NCAA, Charlie Baker, expresó su preocupación: “Mientras las apuestas deportivas legales han llegado para quedarse, se necesitan más regulaciones, como la eliminación de 'prop bets' y dar voz a las ligas deportivas en las políticas”.
¿Es la presión del éxito universitario parte del problema?
Las becas deportivas, el sueño de llegar a la NBA y la presión asociada a representar una institución pueden desdibujar la ética en jóvenes atletas. El problema se intensifica al considerar que en muchos casos, estos jugadores provienen de comunidades marginadas, donde llegar al estrellato deportivo es visto como la única vía de escape económica y social.
El crecimiento de las apuestas deportivas tras su legalización en múltiples estados desde 2018 ha creado un mercado turbio. De acuerdo con cifras del American Gaming Association, tan solo en 2023 se apostaron más de 93 mil millones de dólares en deportes, y el vínculo entre universidades y casas de apuestas se mantiene borrosamente regulado.
¿Qué tienen en común ambos problemas?
- Deshumanización: Tanto en los tiroteos escolares como en las apuestas ilegales se observa una desconexión entre individuo y colectividad. El joven se siente ajeno al entorno y actúa sin empatía.
- Falta de atención mental: La salud mental sigue siendo un tabú. La mayoría de estos jóvenes no cuentan con acompañamiento psicológico, ni diagnóstico ni tratamiento.
- Accesibilidad a herramientas peligrosas: Armas de fuego y apps de apuestas están al alcance de smartphones y cajones en casa. La regulación parece ir siempre por detrás.
- Entorno permisivo o cómplice: Familias ausentes, comunidades educativas sin protocolos preventivos y figuras de autoridad que muchas veces miran hacia otro lado.
¿Hacia dónde vamos?
Ambos frentes exigen una intervención urgente, integral y sostenible. En el ámbito educativo y escolar, los programas de prevención de violencia deben estar acompañados de inversión en profesionales de orientación y salud mental desde la primaria. Mientras que en el deporte universitario, urge establecer líneas rojas claras en torno a las apuestas.
Solo con la combinación de educación emocional, supervisión tecnológica, responsabilidad institucional y acción política se podrá revertir esta peligrosa tendencia que pone en juego el futuro de miles de jóvenes.
Lo que ocurre en las escuelas y en las canchas universitarias no son hechos aislados: son síntomas de una sociedad que ha normalizado la violencia y la trampa como soluciones de vida. Pero aún hay tiempo para cambiar la narrativa.