Belarús en la encrucijada: ¿gestos simbólicos o verdadera apertura política?

La liberación de 52 presos políticos, la eliminación de sanciones y los movimientos del régimen de Lukashenko apuntan a un giro diplomático. ¿Es real o pura estrategia?

  •  EnPelotas.com
    EnPelotas.com   |  

Liberaciones que despiertan esperanza

El gobierno autoritario de Alexander Lukashenko en Bielorrusia ha dado recientemente un paso que, a primera vista, parece significativo: la liberación de 52 prisioneros, entre ellos 14 extranjeros. Este acto ha generado reacciones en todo el espectro político internacional, especialmente en los países vecinos y en Estados Unidos, que ha respondido levantando sanciones contra Belavia, la aerolínea nacional bielorrusa.

Estas decisiones llegan tras una conversación entre el expresidente estadounidense Donald Trump y Lukashenko, lo que sugiere una diplomacia personal de alto nivel rara vez vista en las relaciones entre ambos países. El presidente lituano, Gitanas Nauseda, celebró la liberación, reconociendo el papel mediador de Estados Unidos, aunque fue claro al recordar que más de 1.000 presos políticos aún permanecen tras las rejas en Bielorrusia.

¿Cambio de rumbo o cálculo geopolítico?

Este reciente giro en Bielorrusia plantea una pregunta clave: ¿estamos ante una apertura democrática genuina o tan solo frente a una maniobra táctica?

Lukashenko, quien ha gobernado Bielorrusia con puño de hierro desde 1994, se ha caracterizado por una represión sistemática contra la oposición y la sociedad civil. Tras las elecciones presidenciales de agosto de 2020 —ampliamente consideradas fraudulentas—, el país fue escenario de las mayores protestas de su historia. Decenas de miles fueron detenidos, muchos golpeados, torturados o exiliados. Líderes como Sviatlana Tsikhanouskaya, esposa del prisionero político liberado Siarhei Tsikhanouski, huyeron del país tras la represión de las protestas.

Según datos de Viasna, una influyente organización de derechos humanos en Bielorrusia, al menos 1.200 personas siguen encarceladas por razones políticas. La liberación de unos pocos es sin duda una buena noticia, pero representa apenas un 4% del total.

Las sanciones como herramienta diplomática

Uno de los movimientos diplomáticos más significativos ha sido el anuncio de la eliminación de sanciones sobre Belavia, anunciado por John Coale, enviado especial adjunto de Trump para Ucrania. Esto ocurre en un contexto de búsqueda de acercamiento entre Bielorrusia y los Estados Unidos, particularmente tras las tensiones previas causadas tanto por los abusos a los derechos humanos como por el acercamiento continuo del régimen a Rusia.

Las sanciones a Belavia se impusieron tras los escándalos internacionales, como el desvío forzoso de un avión de Ryanair en 2021 para capturar al periodista opositor Roman Protasevich. La comunidad internacional reaccionó con contundencia, aislando aún más al régimen de Lukashenko.

Acercamiento bielorruso a Occidente: ¿hay motivos reales?

Desde julio de 2024, Lukashenko ha indultado a cerca de 300 personas, según informes de la prensa oficial. Este número incluye incluso a ciudadanos estadounidenses, un claro esfuerzo por reconstruir puentes dañados y aliviar la creciente presión internacional.

No obstante, según analistas como Andrew Wilson, experto en Bielorrusia del European Council on Foreign Relations, “estos gestos responden más a cálculos estratégicos que a una verdadera transformación interna. Lukashenko busca aliviar sanciones y rescatar la tambaleante economía del país sin perder el control político.”

Lituania como refugio y plataforma diplomática

Muchos de los prisioneros liberados han cruzado la frontera hacia Lituania, un país que se ha convertido en uno de los destinos predilectos de los opositores bielorrusos exiliados. Actualmente, Vilna acoge a figuras clave de la oposición, como Tsikhanouskaya, y actúa como vocero internacional en la denuncia de los abusos cometidos por Minsk.

En palabras de Nauseda: “dejan atrás el alambre de púas, las ventanas enrejadas y el miedo constante”. Su gobierno sigue apelando a la comunidad internacional, en especial a organismos como la UE y la ONU, para seguir presionando por la liberación de todos los prisioneros políticos y el restablecimiento de garantías democráticas en Bielorrusia.

¿La influencia de Rusia se reduce?

Otro aspecto importante a tener en cuenta es la relación con Rusia. Históricamente, Bielorrusia ha sido un aliado estratégico de Moscú, particularmente en lo militar y energético. Sin embargo, algunos analistas interpretan estos gestos —liberaciones, indultos, acercamientos a Estados Unidos— como una señal velada de reequilibrio, en parte motivado por el temor de Lukashenko a perder completamente su soberanía frente a Putin.

Bielorrusia ya ha permitido la presencia militar rusa dentro de su territorio en medio de la guerra en Ucrania, y ha sido usada como plataforma de lanzamiento para fuerzas aéreas rusas. No obstante, el coste económico interno y el creciente aislamiento han hecho recalcular al gobierno de Minsk.

La oposición bielorrusa sigue activa, dentro y fuera

Pese a la represión, la oposición bielorrusa sigue viva. Desde el extranjero, figuras clave aún trabajan en lobby diplomático, en organizaciones internacionales y en redes de activismo digital. A través de plataformas como Telegram, han conseguido mantener la movilización cívica dentro del país, a pesar del férreo control mediático impuesto por el régimen.

La líder opositora Tsikhanouskaya expresó en redes: “celebro la liberación de mi esposo y otros luchadores por la libertad, pero esto solo será un paso real si continúa con reformas democráticas verdaderas y la liberación de todos los inocentes que aún sufren represión.”

¿Qué sigue para Bielorrusia?

Bielorrusia es hoy un país en estado de transición confusa. Por un lado, los gestos simbólicos de apertura inducen esperanza; por otro, los hechos históricos y el comportamiento reciente de Lukashenko invitan a la cautela. En enero de 2025 tiene lugar una elección presidencial que la oposición ya ha tildado de “farsa institucionalizada”.

La verdadera prueba del cambio será si el régimen permite elecciones libres, mayor libertad de prensa y el cese de la persecución política. Solo entonces podremos hablar de una Bielorrusia diferente.

Mientras tanto, la comunidad internacional debe mantener la presión con inteligencia estratégica: recompensar pasos plausibles, pero no perder de vista que la represión continúa y la vigilancia es clave para que los derechos humanos no sigan siendo moneda de cambio geopolítico.

Foto: El Museo Nacional de Yemen fue dañado tras ataques aéreos israelíes en Saná, un reflejo de cómo los conflictos en la región también comprometen el patrimonio global.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press