Fractura en el Golfo: El ataque israelí en Doha y el fin de una era diplomática

La ofensiva de Israel sobre líderes de Hamas en Catar sacude los lazos con sus vecinos del Golfo, mina las alianzas estratégicas regionales y desafía el statu quo forjado tras la Guerra del Golfo

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Por años, los estrechos lazos diplomáticos entre Estados Unidos, Israel y las monarquías del Golfo han sido uno de los pilares del equilibrio estratégico en Medio Oriente. Pero un reciente ataque israelí en Doha, Catar, dirigido contra dirigentes de Hamas, ha dinamitado años de lenta pero significativa reconstrucción de relaciones regionales. Las consecuencias apuntan a una reconfiguración del panorama político y militar en el Golfo Arábigo.

Un ataque que cruzó líneas rojas

La ofensiva aérea israelí llevada a cabo en la capital catarí, Doha, causó la muerte de varios miembros de bajo rango de Hamas y, lo que es políticamente más delicado, también de un miembro del cuerpo de seguridad catarí. Esta acción sin precedentes ha sido calificada por el primer ministro de Catar, Sheikh Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, como un acto de "terrorismo de Estado" y ha personalizado la responsabilidad en el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

La capital catarí no solo es un eje económico del mundo árabe, también es el corazón simbólico de una diplomacia regional que ha apostado por mediar entre actores rivales. Albergar a líderes de Hamas como parte de negociaciones multilaterales mediadas por Estados Unidos es una práctica conocida y aceptada —hasta ahora.

La respuesta del Golfo: unidad frente al atropello

La reacción del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) no se ha hecho esperar. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Catar, que hasta hace unos años estaban enfrentados entre sí, se muestran ahora inusualmente unidos frente a lo que perciben como una violación directa del espíritu de cooperación y equilibrio regional. Declaraciones conjuntas enérgicas, reuniones urgentes al más alto nivel y renovadas alianzas tácticas son solo algunas muestras de que el ataque en Doha ha revivido el concepto de seguridad colectiva que parecía adormecido en el Golfo.

Uno de los gestos más simbólicos fue el abrazo entre Sheikh Mohammed bin Zayed Al Nahyan (presidente de EAU) y el emir de Catar, un hecho simplemente impensable poco tiempo atrás, cuando los emiratíes encabezan un bloqueo diplomático contra Doha.

El efecto dominó en las relaciones con Estados Unidos

Después del ataque, el expresidente Donald Trump trató de tomar distancia, afirmando que la operación israelí "no contribuye a los intereses de Israel ni de Estados Unidos". Sin embargo, su largo historial de apoyo incondicional al gobierno de Netanyahu y su impulso de los Acuerdos de Abraham lo colocan en el foco de las críticas árabes.

Desde la Guerra del Golfo en 1991, Estados Unidos ha garantizado una relación quid pro quo con las petromonarquías: protección militar a cambio de estabilidad energética y presencia estratégica. Ese pacto, ya tensionado por la rivalidad regional y los nuevos intereses chinos y rusos, podría ahora desmoronarse.

Kuwait y Omán han permanecido más moderados en sus respuestas públicas, pero todos los miembros del CCG parecen haber recibido este ataque como una señal alarmante, no solo sobre el futuro de la cooperación regional, sino, sobre todo, sobre la fiabilidad estadounidense como garante de estabilidad.

Grietas en los Acuerdos de Abraham

El Acuerdo de Abraham, firmado en 2020 bajo la mediación de Trump, fue aclamado como un paso histórico hacia la normalización de relaciones entre Israel y países clave como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos. Pero el conflicto en Gaza tras el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 y, ahora, esta incursión en Doha, ponen en duda la sostenibilidad del proyecto.

Israel ha insinuado que Catar alberga a "terroristas" y ha exigido su expulsión, una narrativa que contradice el papel de Doha como mediador internacional, comúnmente aceptado por Washington. "Si no los expulsan o juzgan, lo haremos nosotros", dijo Netanyahu, provocando una dura respuesta emiratí que calificó cualquier agresión a un estado del Golfo como "ataque a la seguridad colectiva".

Arabia Saudita: del acercamiento al alejamiento

Los esfuerzos tanto de Netanyahu como de Trump (y luego Biden) por normalizar relaciones entre Israel y Arabia Saudita habían avanzado lentamente, incluso planificándose una firma simbólica en 2023 que jamás ocurrió debido al estallido de la guerra en Gaza. Desde entonces, el príncipe heredero Mohammed bin Salman ha endurecido su postura.

Arabia Saudita insiste ahora en que no habrá acuerdo con Israel si no se habilita un camino serio hacia un Estado palestino independiente, respetando las fronteras previas a 1967. Y va más allá: ha intensificado su diplomacia con Irán, tradicional enemigo de Israel, generando una nueva triangulación de poder que margina paulatinamente a Tel Aviv de las grandes alianzas regionales.

Netanyahu: de estratega a incendiario

La figura de Netanyahu carga con influencia, pero también con una creciente toxicidad diplomática. Sus aliados regionales y globales lo critican por gobernar al ritmo de los intereses de su coalición de derecha ultranacionalista. Su política de asentamientos en Cisjordania está reactivando tensiones con EAU, que ya avisó que "la anexión del territorio palestino sería una línea roja".

Los lazos con Egipto y Jordania —los únicos países árabes que han firmado acuerdos de paz definitivos con Israel— también están al límite. Y parece que su apuesta de fortalecer alianzas tecnocráticas en el Golfo a cambio de continuar la ocupación ha fracasado rotundamente.

Catar y su papel de mediador internacional en riesgo

Catar ha sido durante años un facilitador diplomático clave. Su habilidad para acoger talibanes, enviar ayuda humanitaria a Gaza y construir puentes entre enemigos ideológicos lo ha posicionado como un actor indispensable para muchos actores internacionales.

La reciente operación israelí, sin embargo, ha puesto a Qatar en una encrucijada: si sigue permitiendo su territorio como base para negociaciones, corre el riesgo de nuevas agresiones israelíes. Si cede ante las amenazas, perderá su rol único como nodo de mediación alternativa.

¿Hacia una nueva arquitectura de seguridad en el Golfo?

Desde 1991, los países del Golfo han confiado su seguridad en Washington. Pero con señales de un Estados Unidos menos involucrado, más dividido internamente y renuente a confrontar directamente a Israel, Arabia Saudita, EAU y Catar parecen explorar nuevos paradigmas.

Entre ellos, destacan:

  • Fortalecer sus capacidades militares nacionales
  • Avanzar relaciones “realistas” con potencias como China y Rusia
  • Aumentar la cooperación entre estados del Golfo sin necesariamente depender de Estados Unidos

El futuro de la región pasa por un tablero menos blanco y negro. Aunque las alianzas todavía son fluidas, el ataque de Israel contra Doha podría ser el punto de inflexión que lleve a los países del Golfo a redefinir sus prioridades estratégicas, su autonomía diplomática y sus límites de tolerancia hacia una política israelí que muchos consideran cada vez más unilateral y agresiva.

Una era diplomática bajo transformación

El ataque israelí en Doha llega no solo como una crisis puntual, sino como un evento sísmico que acelera la fragmentación de un orden regional que durante décadas resistió terremotos políticos. Ya no se trata solo de paz o guerra en Gaza, sino de una puja mayor: quién establece las reglas en Medio Oriente y bajo qué condiciones. Lo que está en juego son los cimientos mismos de una diplomacia regional marcada, hasta ahora, por ambivalencias y equilibrios frágiles.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press