Inversión extranjera vs. política migratoria: el choque que amenaza el futuro económico de EE.UU.
La redada en la planta de Hyundai en Georgia expone las contradicciones de la estrategia económica y migratoria de Trump y amenaza una relación clave con Corea del Sur.
Trump entre la manufactura y la migración: dos caminos que colisionan
El reciente conflicto diplomático entre Estados Unidos y Corea del Sur provocado por una redada en una planta de Hyundai en Georgia ha dejado al descubierto una gran paradoja: ¿cómo puede el gobierno estadounidense promover la inversión extranjera directa mientras refuerza implacablemente su política migratoria?
Más de 300 trabajadores surcoreanos fueron detenidos por autoridades migratorias en lo que se ha descrito como una operación con tintes performativos. El problema no es solo humanitario: el incidente amenaza con disuadir futuras inversiones en Estados Unidos, especialmente de un socio clave como Corea del Sur. El presidente surcoreano, Lee Jae Myung, fue tajante al apuntar que sin mayores garantías en visas para técnicos e ingenieros, muchas empresas dudarán en instalar fábricas en suelo estadounidense.
¿Qué ocurrió en Georgia?
Lo que comenzó como una celebración del desarrollo económico se convirtió en un escándalo diplomático. En Georgia, se construía una enorme planta de baterías Hyundai que había sido promocionada como el mayor proyecto económico del estado. Sin embargo, agentes migratorios irrumpieron en las instalaciones, detuvieron a cientos y difundieron imágenes de trabajadores esposados, causando indignación en Corea del Sur.
El profesor Ben Armstrong, del Industrial Performance Center del MIT, calificó la redada como “inexplicable”. “Estos trabajadores no deberían haber sido una sorpresa para nadie”, comentó Armstrong. De hecho, enviar técnicos desde el país de origen para iniciar operaciones es una práctica común en la industria manufacturera internacional.
El peso económico de Corea del Sur en EE.UU.
Corea del Sur no es un inversor cualquiera. Solo en 2022, se convirtió en el principal país en inversiones en construcción de nuevas fábricas en terrenos vírgenes en EE.UU., de acuerdo con datos de la Oficina de Análisis Económico. En total, el país asiático ha comprometido más de 350.000 millones de dólares en inversiones, entre adquisiciones e infraestructura nueva.
Solo el nuevo trato comercial entre ambos países prometía un futuro brillante para la industria estadounidense, uno basado en producir dentro del país para evitar aranceles. No obstante, estas medidas migratorias ponen en riesgo este flujo de dinero y tecnología.
Las contradicciones internas de la agenda Trump
Donald Trump ha basado buena parte de su retórica económica en promover la “repatriación” industrial y en castigar con aranceles a aquellos países que exporten en vez de producir en EE.UU. Sin embargo, enfrenta ahora una contradicción: sus políticas migratorias afectan directamente a las empresas extranjeras que aceptaron el reto de producir en territorio estadounidense para evitar dichos aranceles.
“Traigan legalmente a sus personas inteligentes”, pidió Trump, mientras prometía facilitar el proceso legal. Pero al mismo tiempo, su administración promueve redadas convertidas en espectáculos de fuerza política. Este doble discurso no ha pasado desapercibido.
“Esto es 100% performativo”, opinó Dan Kowalski, abogado migratorio retirado. “Mostrar imágenes con personas encadenadas busca proyectar dureza, no eficiencia legal.”
¿Es legal traer a estos trabajadores?
La respuesta es compleja. Aunque muchos de los trabajadores detenidos contaban con visas válidas para actividades específicas, el sistema migratorio estadounidense tiene serias deficiencias en cuanto a cómo manejar trabajadores técnicos extranjeros. Las categorías de visa actuales —como las H-1B, B-1 o L-1— tienen limitaciones estrictas por cantidad de solicitantes, temporalidad, país de origen y tipo de tarea permitida.
Kevin Miner, abogado en Atlanta especializado en migración empresarial, apunta que “el sistema no está equipado para procesar rápidamente este tipo de situaciones”. Y mientras se promueven políticas económicas que requieren de estos técnicos, las herramientas migratorias para traerlos legalmente quedan obsoletas.
Presión sobre el sistema de visas
El embrollo legal ha escalado a niveles diplomáticos. El canciller surcoreano Cho Hyun anunció la creación de un grupo de trabajo conjunto con EE.UU. para explorar la posibilidad de crear una nueva categoría de visa destinada a trabajadores técnicos de empresas coreanas, lo que podría sentar un importante precedente internacional.
El sistema actual simplemente no contempla bien este tipo de escenarios, afirma Julia Gelatt del Migration Policy Institute. “Necesitamos un rediseño, no simples parches”. Algunas visas sí permiten el ingreso acelerado de técnicos extranjeros, pero solo para países como México, Australia o Singapur.
Si EE.UU. quiere liderar la nueva ola industrial que involucra manufactura avanzada —como baterías, chips y vehículos eléctricos— tendrá que adaptar su política migratoria al nuevo contexto económico global.
¿Un freno a la inversión extranjera?
Las reacciones desde Seúl fueron inmediatas. Empresas coreanas están reevaluando su voluntad de invertir en EE.UU. si estos incidentes se repiten. En un entorno global de creciente competencia industrial entre EE.UU., China y Europa, cualquier obstáculo burocrático o político podría alterar la balanza.
“Es más fácil ir a México o Vietnam y recibir trato preferencial, antes que hacer frente a estas humillaciones”, dijo un ejecutivo coreano de manera anónima al diario Chosun Ilbo. Y no están solos: gigantes japoneses y alemanes también observan con cierta preocupación.
Reacciones políticas divergentes
Estados como Georgia, que promueven activamente la atracción de inversiones coreanas, ven esta situación con alarma. El gobernador Brian Kemp había declarado que la planta Hyundai sería un pilar para los empleos del futuro. La redada, sin embargo, borró de golpe esa narrativa.
En Washington, mientras algunos políticos republicanos celebraron la “mano dura”, otros pidieron reformas estructurales. El senador Marco Rubio se reunió con funcionarios coreanos e impulsó la idea de una nueva ruta legal para técnicos extranjeros. Pero ¿serán suficientes estos ajustes ante la compleja mezcla de intereses económicos, políticos y culturales?
Lecciones del pasado: Japón y Alemania como espejo
En los ochenta, fabricantes japoneses como Toyota y Honda abrieron fábricas en lugares como Ohio y Kentucky. Llegaron con técnicos, ingenieros e incluso chefs de sushi para crear entornos laborales integrales. Hoy esas plantas son ejemplos de éxito de la globalización controlada.
Estados Unidos está en una encrucijada similar: si logra articular una política migratoria que complemente su estrategia de reindustrialización, puede capturar billones en inversión futura. Si no lo hace, perderá frente a otros países más amigables con los modelos de negocio internacionales.
¿Hacia dónde vamos?
Mientras persista la discordancia entre la política industrial y la política migratoria de EE.UU., actores internacionales seguirán desconfiando. En un mundo cada vez más multipolar, tratar bien a los inversionistas no se limita a ofrecer subsidios: también se les debe ofrecer certeza legal, respeto a sus trabajadores y rutas claras para operar.
Como resumió el académico de Carnegie Mellon Lee Branstetter: “El objetivo debería ser claro: agilizar la inversión extranjera directa, no entorpecerla.” EE.UU. aún puede ser *el* país para hacer negocios, pero para lograrlo, debe resolver sus contradicciones internas antes de que lo hagan sus competidores.