Las amenazas falsas a universidades afroestadounidenses: Un síntoma alarmante de un sistema bajo presión

Los recientes ataques con amenazas falsas a HBCUs reflejan un clima de inseguridad presente en los campus universitarios de EE.UU., cargado de racismo institucional, trauma social y miedo a la violencia armada

Una sombra sobre las HBCUs: ¿Qué está ocurriendo?

En una serie de eventos ocurridos en diversas universidades de EE.UU., particularmente en instituciones tradicionalmente afroamericanas conocidas como HBCUs (Historically Black Colleges and Universities), se ha desatado una oleada de amenazas que obligaron a poner en confinamiento a los estudiantes, cancelar clases y desplegar protocolos estrictos de seguridad. Aunque posteriormente la mayoría fueron descartadas como falsas alarmas, los efectos en las comunidades educativas aún perduran. Clark Atlanta University, Southern University en Luisiana, Alabama State University, Hampton University en Virginia, Bethune-Cookman University en Florida y Virginia State University estuvieron entre las instituciones que recibieron estas amenazas. No se reportaron heridos, pero los campus vivieron momentos de caos y ansiedad, con órdenes de "shelter-in-place" (resguardarse en un lugar seguro), revisiones edificio por edificio y evacuaciones anticipadas.

El eco del terrorismo psicológico: ¿Qué significa una amenaza, aunque sea falsa?

En palabras del congresista Troy Carter, demócrata de Luisiana, “Cualquier amenaza contra las HBCUs es una amenaza contra todos nosotros”. Esta afirmación subraya cómo estos ataques no son meros sustos: representan una forma moderna de terrorismo simbólico, de intimidación dirigida contra comunidades específicas. Como señala Don Beeler, CEO de TDR Technology Solutions —empresa dedicada a rastrear llamadas falsas de tiroteos—, las instituciones escolares viven hoy bajo presión permanente. Después de cada incidente violento en Estados Unidos, especialmente tiroteos, aumentan los llamados falsos conocidos como "swatting". En 2023, por ejemplo, más de 700 instituciones educativas recibieron este tipo de alertas solo en el primer semestre, según el FBI.

Swatting: El peligro de la alarma falsa

¿En qué consiste este fenómeno? El "swatting" es la práctica criminal de realizar llamadas falsas a policías indicando situaciones de extrema emergencia —como presencia de un tirador activo o rehenes en un lugar— con el objetivo de provocar la respuesta de los equipos SWAT. No solo consume recursos, sino que crea un clima de miedo y pone vidas en peligro. En el caso actual, este fenómeno fue utilizado con un tinte racial. Atacar a estas universidades afroamericanas no solo activa dispositivos de emergencia: deja una marca emocional profunda en el tejido académico de comunidades históricamente vulneradas, que luchan por prosperar en un entorno estructuralmente desigual.

Racismo, amenazas e historia: Una combinación peligrosa

Las universidades afroamericanas no son nuevas al tema de discriminación y violencia. Fundadas en muchos casos en el siglo XIX durante la Reconstrucción en EE.UU., estos centros de educación superior han sido clave en la formación de líderes afroamericanos—desde Martin Luther King Jr. (Morehouse College) hasta Kamala Harris (Howard University). A pesar de ello, las HBCUs siguen siendo objetivo frecuente de amenazas, discriminación y ataques simbólicos. En 2022, al menos 57 universidades de este tipo recibieron amenazas de bomba en tan solo un mes. El FBI calificó estas amenazas como "crímenes de odio" y algunos aún están bajo investigación.

Un patrón que preocupa: violencia paralela en otras partes del país

La reciente ola de amenazas coincidió alarmantemente con otros incidentes violentos, como el asesinato del activista conservador Charlie Kirk en la Universidad del Valle de Utah y un tiroteo en una escuela secundaria en Colorado. El vínculo, si bien no directo, ha llevado a intensificar medidas de seguridad incluso en instituciones que no fueron directamente amenazadas. Spelman College (Georgia), por ejemplo, emitió su propio cierre preventivo por cercanía con Clark Atlanta University, que recibió una alerta. Otras instituciones como South Carolina State University implementaron identificación obligatoria para ingresar a sus campus.

La respuesta institucional: ¿Es suficiente?

Aunque el FBI afirmó que no encontró “una amenaza creíble” en estos casos, sí reconoció que las llamadas fueron lo suficientemente realistas como para ser tratadas con total seriedad. Algunas incluían ruidos de tiroteo de fondo, generando confusión e intensificando el pánico. Frente a este contexto, muchas universidades cancelaron clases durante varios días. Esta reacción, vista por algunos como “exagerada”, en realidad forma parte de un protocolo de máxima precaución. En palabras de Don Beeler, “Todo lo que ocurra en la semana siguiente a un evento violento será sobre-reaccionado. Esa es la norma actual”.

Más allá del campus: las consecuencias emocionales

Las implicaciones no se limitan al nivel logístico o educativo. Los efectos psicológicos en estudiantes, docentes y familias son profundamente perturbadores. Vivir bajo la constante posibilidad de violencia escolar genera trastornos mentales crecientes. Un informe del National Center for Educational Statistics reveló que más del 70% de estudiantes universitarios reportan sentimientos de ansiedad o miedo a potenciales tiroteos. En escuelas con población afroamericana mayoritaria, el número sube hasta el 82% en el sur de EE.UU., donde estas amenazas son más frecuentes. La comunidad educativa de Southern University, por ejemplo, fue una de las más afectadas emocionalmente. Con un alumnado de más de 8,200 estudiantes, muchos de los cuales viven en residencias dentro del campus, el confinamiento se vivió con gran tensión. Aunque duró solo una hora, el impacto emocional ha sido más duradero.

Un problema de fondo: desinformación, pánico y disparidad racial

El fenómeno también revela deficiencias comunicacionales. Universidades como Alabama State University emitieron informes contradictorios en sus redes sociales, creando confusión sobre la duración del encierro o el nivel de amenaza. Este tipo de fallos amplifican el pánico. Importante es también destacar que muchas universidades no cuentan con equipos de respuesta ante crisis bien entrenados. Según un análisis de la organización Safe and Sound Schools, solo el 38% de universidades HBCUs tiene planes de comunicación de emergencias actualizados, en comparación con el 71% de universidades privadas no afroamericanas.

Una amenaza colectiva requiere una solución colectiva

Los actos de swatting dirigidos a las HBCUs deben entenderse tanto desde sus causas inmediatas (odio racial, ciberacoso, desafíos de ciberseguridad), como desde sus estructuras de raíz: un país que no ha superado su legado de desigualdad racial ni ha garantizado la seguridad básica de su comunidad universitaria. La Administración Biden ha prometido destinar más de 2,000 millones de dólares en asistencia a HBCUs, con promesas adicionales en infraestructura tecnológica y redes de seguridad. Sin embargo, muchas instituciones aún esperan respuestas estructurales más profundas, como asistencia legal federal rápida, protocolos de seguridad cibernética y representación más activa en discusiones nacionales sobre terrorismo doméstico.

¿Y ahora qué? La resiliencia como respuesta

Frente a todo esto, lo más impresionante ha sido la entereza de las comunidades universitarias. Estudiantes como Sharon Brown, de Virginia State University, expresaron en declaraciones a medios locales que “no será este miedo el que definirá nuestra experiencia universitaria”. Líderes estudiantiles han organizado sesiones de apoyo psicológico y vigilias nocturnas para reafirmar la sensación de comunidad y pertenencia. Estados como Georgia, Alabama y Louisiana enfrentan un reto que trasciende los límites del campus. La seguridad de las HBCUs es también un medidor del compromiso del país con la equidad, la educación y el respeto por su diversidad. Como dijo Troy Carter: “Estos ataques no pueden ser tolerados, minimizados, ni ignorados. Deben enfrentarse con acción rápida y decisiva”. Si hay algo claro, es que las amenazas pueden ser falsas, pero el miedo, el dolor y la historia detrás de ellas son tan reales como palpables.

¿Qué podemos hacer como sociedad civil?

1. Apoyar organizaciones de ciberseguridad enfocadas en instituciones educativas vulnerables. 2. Pedir cuentas a gobiernos estatales y federales para garantizar protocolos inclusivos y efectivos de emergencia. 3. Visibilizar públicamente la importancia de las HBCUs en el tejido educativo de EE.UU. 4. Combatir desde el lenguaje y la acción los discursos de odio racial. Porque salvaguardar a las HBCUs no es solo un problema de sus estudiantes: es un deber colectivo de toda la sociedad.

Redactado por: Equipo editorial de Cultura y Sociedad

Este artículo fue redactado con información de Associated Press