Las luchadoras que desafían el tabú del sumo: el despertar de una revolución silenciosa en Japón

Aunque el sumo femenino aún es marginado del círculo profesional por razones tradicionales, cientos de mujeres japonesas luchan por transformar el deporte más antiguo del país en una disciplina igualitaria

Una tradición milenaria frente a los vientos del cambio

Desde hace más de 1.500 años, el sumo ha sido el deporte por excelencia de Japón. Más que una competencia atlética, representa una expresión espiritual inquebrantable vinculada a los rituales del sintoísmo. Sus ceremonias, códigos y jerarquía han resistido el tiempo casi sin modificaciones. Sin embargo, uno de sus rasgos más vetustos y polémicos hoy enfrenta una firme resistencia: la exclusión de las mujeres del dohyō, el círculo sagrado del combate.

En pleno siglo XXI, los combates profesionales de sumo siguen siendo un terreno vedado para las mujeres. Pero a nivel amateur, una nueva ola de rikishi femeninas (luchadoras de sumo) está rompiendo moldes, cuestionando normas de belleza tradicionales y abriendo una inesperada puerta al cambio social.

El crecimiento de un movimiento

Actualmente, existen más de 600 mujeres practicando sumo a nivel amateur en Japón. El número crece año tras año, impulsado por nuevas generaciones que, además del deseo de competir, tienen una misión más profunda: redibujar el mapa cultural del deporte japonés.

Una figura emblemática de este movimiento es Airi Hisano, de 27 años, considerada la luchadora más fuerte del país. Pesa 115 kilogramos, mide 1.72 metros y es la única integrante del club femenino de sumo de la empresa Tachihi Holdings. Entrena con dedicación extrema y sueña con ver el sumo en los Juegos Olímpicos, sin distinciones de género.

“Quiero que el sumo sea un deporte olímpico sin barreras ni diferencias. El talento no tiene género”, afirma Hisano.

Su entrenador, Daiki Toyonoshima, exluchador profesional y ahora coach, está más que impresionado con las capacidades de su pupila.

“Ver a estas mujeres pelear con esa técnica y fuerza es tan impactante como un combate masculino. El sumo femenino impresiona”, dice Toyonoshima.

Universidades y gimnasios: nuevos templos del sumo femenino

Un claro ejemplo de esta nueva era es el Club de Sumo de la Universidad de Keio, que desde 1919 nunca había tenido participantes femeninas... hasta que llegó Rio Hasegawa. Con 22 años, campeona mundial 2024 de la categoría media, Hasegawa entrena junto a hombres y chicos de secundaria. Su técnica y potencia han cambiado por completo la percepción del club.

Hasegawa no solo representa a una generación que pelea dentro del círculo, sino también fuera de él. Ella desafía los cánones tradicionales de belleza femeninos, dejando claro que un cuerpo fuerte también puede ser bello.

“En Japón, se asocia belleza con delgadez. Pero tener kilos de más también puede ser sano y atractivo. No se trata de estética, sino de rendimiento y salud”, reflexiona Shiho Suzuki, otra rikishi de Keio.

Entre acoso y perseverancia

Seguir esta pasión no siempre es fácil. Varias jóvenes confiesan que enfrentan desde burlas hasta bullying cotidiano. Muchas han abandonado el deporte por la presión cultural y el acoso escolar. 

Una de ellas es Nana Nishida, estudiante de segundo año en Keio, quien cuenta que fue víctima de bullying en la secundaria. Llegó a perder 20 kilos en apenas tres meses solo para evitar las críticas.

“El sumo no es un deporte que se gane solo con técnica. Es necesario usar tu cuerpo a tu favor. No debería darte vergüenza tu tamaño”

Escuelas, campamentos y una ruta internacional

Desde 2016, una de las principales cunas del sumo femenino es la Escuela Secundaria Tottori Jōhoku, ubicada a unos 600 kilómetros al oeste de Tokio. Allí se organizan campamentos de una semana con chicas de todo el país. Su objetivo va más allá de fortalecer músculo: alimentarse bien, reforzar la mentalidad y aprender a usar el cuerpo como una herramienta estratégica.

“Comemos para ganar fuerza y mantener nuestro peso. Esto no es una dieta, es parte del entrenamiento”, dice Sora Kusuda, de 15 años y oriunda de Osaka. Pesa 110 kilos y mide 1.65 metros. Su objetivo es claro: ser campeona mundial.

Con más del 20% de las mujeres japonesas en sus 20 y 30 años clasificadas como clínicamente bajo peso, según datos del Ministerio de Salud, el contraste con las rikishi resulta revelador.

La presión social hacia el cuerpo femenino

Al mismo tiempo, el sumo femenino se ha vuelto una plataforma para lograr cambios culturales profundos. Una imagen distinta del cuerpo, una reevaluación del rol de la mujer en el deporte y una revisión crítica a siglos de tradición exclusiva.

Las rikishi no compiten con el pecho descubierto, como los hombres. Usan el típico mawashi encima de camisetas ajustadas o bodysuits que cubren el torso. Esto responde tanto a razones sociales como prácticas, aunque muchas coinciden en no querer imitar ni el atuendo ni el aspecto de la versión masculina.

“Nunca he querido competir vestida como un hombre. Nuestro cuerpo tiene formas que se deben cubrir; no se trata de imitar, sino de transformar”, sostiene Hasegawa.

¿Un futuro olímpico para el sumo femenino?

El Mundial de Sumo Amateur, realizado este año en Bangkok, fue uno de los primeros en reconocer competencias tanto masculinas como femeninas a nivel internacional. Pero aún existe una enorme distancia entre la popularidad del sumo masculino profesional —transmitido por TV, con patrocinadores millonarios— y la creciente aunque modesta trayectoria del femenino.

Aun así, quienes luchan por el sumo femenino insisten en que la igualdad no es una petición, sino una evolución natural.

"Si el deporte realmente es universal, debe incluirnos a todas", dice Kusuda con mirada decidida. "Tal vez alguna nosotras llegue a un tatami olímpico".

Más allá del deporte: impacto en la sociedad japonesa

Personajes influyentes como Fujio Kariya, comentarista veterano de NHK y director de un club deportivo, creen que el sumo femenino puede tener implicancias sociales mucho más profundas.

“Puede cambiar la forma en que se entienden los roles de género en Japón. No solo en el deporte, sino en la política, en la familia, en el lugar de trabajo”, señala Kariya.

Y quizá esa sea la clave: por más que el sumo esté anclado en una tradición casi sacra, los rituales también pueden evolucionar. Como ocurre con la danza, la música o el teatro, los grandes pilares culturales no se derrumban por abrirse al cambio. Se enriquecen.

Las jóvenes luchadoras de sumo no reclaman privilegios. Solo exigen la oportunidad de medirse en igualdad de condiciones, de ser parte de una historia a la que siempre han pertenecido desde la sombra, pero que ahora reclaman a plena luz.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press