Crisis sanitaria en el Congo: entre brotes de ébola y falta de recursos

La remota región de Kasai sufre su primer brote de ébola en 18 años mientras las autoridades luchan contra el tiempo, los obstáculos logísticos y la falta de financiación

Un nuevo brote de Ébola sacude la región de Kasai

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado un nuevo brote de virus del Ébola en la región de Kasai, al sur de la República Democrática del Congo (RDC). Esta zona, semi-inaccesible y con infraestructura vial deficiente, enfrenta el primer brote en casi dos décadas. La noticia, que llega en medio de otras crisis sanitarias globales, pone de manifiesto la fragilidad de los sistemas de salud en regiones rurales y olvidadas.

El epicentro de esta emergencia está en la localidad de Bulape, donde ya se han reportado 68 casos sospechosos desde la confirmación oficial del brote el 4 de septiembre. Hasta ahora, se han registrado 16 muertes asociadas directamente, según los datos más recientes del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de África (CDC África).

Dificultades logísticas y apoyo limitado

Una de las principales preocupaciones de la OMS y las autoridades locales es la dificultad para acceder a zonas afectadas debido a la precariedad de los caminos y la distancia con respecto a la capital, Kinshasa, que se encuentra a más de 1.000 kilómetros. El acceso a Bulape, por ejemplo, fue posible únicamente gracias al uso de helicópteros de la misión de paz de las Naciones Unidas MONUSCO.

Patrick Otim, gerente de área de programas de la OMS, informó desde Ginebra que se trabajó con MONUSCO para el transporte de 400 dosis de vacunas hasta el epicentro del brote. Se espera que lleguen 1.500 dosis adicionales desde Kinshasa en los próximos días. Sin embargo, Otim expresó su preocupación: “Nuestro temor es que si aparecen casos en otras zonas sanitarias, necesitaremos expandir la respuesta, lo que exigirá aún más recursos”.

El factor económico: una brecha multimillonaria

La lucha contra el ébola no es solo médica y logística, sino profundamente financiera. El coste proyectado por la OMS para combatir este brote en los próximos tres meses asciende a 20 millones de dólares. Por su parte, el gobierno congoleño ha diseñado un plan nacional de respuesta evaluado en 78 millones de dólares.

Aun así, los fondos actuales son insuficientes. “Necesitamos poder pagar las operaciones”, insistió Otim. Este déficit impacta directamente en la adquisición de materiales, la contratación de personal sanitario, y el despliegue de campañas educativas en comunidades rurales.

Repercusiones de los recortes estadounidenses

Un aspecto crítico ha sido la reducción del financiamiento estadounidense, tradicionalmente clave en la lucha contra brotes en África. En años anteriores, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) destinó más de 11,5 millones de dólares durante la epidemia de ébola de 2021. Actualmente, esos apoyos están comprometidos por políticas de austeridad y prioridades cambiantes en la política exterior de Estados Unidos.

Esta disminución del apoyo complica aún más la respuesta sanitaria, especialmente en áreas donde el personal y los insumos requieren transporte aéreo costoso y constante intervención internacional.

El impacto humano: temor, desinformación y resistencia

Más allá de las estadísticas, el ébola transforma la vida de las comunidades afectadas. En regiones como Kasai, donde las instituciones estatales son débiles y la presencia sanitaria mínima, el miedo prolifera tanto como el virus. Hay reportes de resistencia comunitaria a los esfuerzos de vacunación y aislamiento de infectados debido a la desconfianza generalizada en las autoridades y el desconocimiento sobre la enfermedad.

Además, muchas familias deben elegir entre quedarse con seres queridos enfermos (arriesgándose al contagio) o abandonarlos al sistema hospitalario, lo cual culturalmente es impensable para muchas comunidades. La estigmatización social también se convierte en un obstáculo, pues quienes sobreviven a menudo son rechazados.

Una historia cíclica de brotes y olvidos

La RDC ha sido escenario recurrente de epidemias de ébola desde el primer brote documentado en 1976 en Yambuku. Desde entonces, ha enfrentado más de 14 epidemias, con periodos de relativa calma seguidos por recrudecimientos fatales. Durante el brote de 2018-2020 en el noreste del país, fallecieron más de 2.200 personas, lo que lo convirtió en el segundo brote más letal en la historia, después del de África Occidental entre 2014 y 2016.

El patrón es claro: la atención internacional se intensifica solo durante las fases más mortales, pero desaparece una vez controlado el brote. Esto perpetúa ciclos de crisis sin consolidación real de los sistemas de vigilancia, diagnóstico y prevención.

¿Qué se necesita ahora?

  • Financiamiento inmediato para adquirir insumos médicos, pagar personal de emergencia y garantizar logística.
  • Campañas comunitarias de educación y sensibilización para vencer el estigma y fomentar la cooperación.
  • Inversión internacional sostenida para fortalecer el sistema de salud congoleño a largo plazo.
  • Implicación regional urgente de la Unión Africana y países vecinos para evitar la propagación transfronteriza.

No es una crisis aislada, sino síntoma de una salud global desigual

La situación en Kasai es un reflejo inquietante de la desigualdad en la atención sanitaria a nivel mundial. Mientras en países desarrollados las vacunas bivalentes contra el COVID-19 ya se actualizan para nuevas variantes, en zonas como el sur del Congo aún se lucha por transportar vacunas básicas contra el ébola, una enfermedad endémica.

La emergencia actual es también un llamado de atención a la responsabilidad de los países ricos en apoyar esfuerzos multilaterales genuinos. No solo por solidaridad humanitaria, sino porque los brotes infecciosos pueden resurgir y extenderse desde cualquier lugar, incluido un remoto pueblo africano.

Sin movilización internacional sostenida, las historias como la de Bulape se seguirán repitiendo. Y cada vez, con más vidas perdidas por una enfermedad que, con los recursos adecuados, se puede prevenir y controlar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press