Israel, Gaza y la diplomacia en ruinas: el juego arriesgado de Netanyahu tras el intento de asesinato en Qatar
La última maniobra del primer ministro israelí pone en jaque las negociaciones de alto el fuego y agrava las tensiones con aliados clave, mientras el conflicto continúa sin un final claro a la vista
Por años, Benjamin Netanyahu ha cultivado una imagen de líder implacable. Pero su más reciente intento por asesinar a líderes de Hamás en pleno territorio qatarí podría convertirse en el mayor error estratégico de su extensa carrera política.
El ataque: ¿una victoria fallida?
El 10 de agosto de 2025, Israel llevó a cabo un ataque aéreo de precisión en Doha, capital de Qatar, dirigido contra altos mandos de Hamás exiliados en ese país. La operación, ejecutada con la esperanza de alcanzar un punto de inflexión en la guerra en Gaza que lleva casi dos años, terminó fracasando. Aunque murieron cinco miembros de bajo perfil del grupo islámico y un guardia qatarí, los líderes objetivo sobrevivieron, al menos según la versión de Hamás.
Netanyahu aspiraba a un 'símbolo de victoria': eliminar a la dirigencia superior de Hamás en el extranjero, luego de haber destruido a casi todos los comandantes del grupo al interior de Gaza. Este golpe, de haber sido exitoso, le habría permitido declarar el colapso definitivo de Hamás y redirigir la narrativa del conflicto hacia un cierre favorable para su gobierno.
“Era un movimiento en busca de simbolismo político y militar. Netanyahu quiere una especie de foto final que le permita proclamar: ‘hemos ganado, los líderes de Hamás están muertos’, aunque eso no resuelva la raíz del conflicto”, analiza Harel Chorev, experto en asuntos árabes en la Universidad de Tel Aviv.
Qatar, la diplomacia herida y los rehenes en peligro
La operación tuvo un daño colateral significativo: la ruptura con Qatar, producto de un ataque llevado a cabo en su territorio sin previo aviso, ni consentimiento. Doha ha sido uno de los principales mediadores del conflicto, facilitando los pocos altos el fuego logrados desde octubre de 2023 y coordinando la liberación de 148 rehenes israelíes a cambio de miles de prisioneros palestinos.
Qatar reaccionó con furia. Su primer ministro, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, declaró: “No creo que haya nada válido en las negociaciones actuales”, en alusión directa al cese del diálogo tras el ataque. Las posibilidades de alcanzar un nuevo acuerdo para liberar al menos a 20 rehenes vivos en Gaza se reducen peligrosamente.
“Los extremistas que gobiernan Israel hoy no se preocupan por los rehenes —si no, ¿cómo se explica el momento de este ataque?” —Jeque Mohammed ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
El desgaste diplomático va más allá. El propio presidente estadounidense Donald Trump, conocido por su cercanía con Netanyahu, expresó estar “muy disgustado” con el ataque y prometió a los qataríes que no volvería a repetirse.
Netanyahu: empujado por los radicales, respaldado por los suyos
Desde el inicio de la guerra, el primer ministro israelí se ha mantenido en un frágil equilibrio entre las presiones internacionales por un alto el fuego y su coalición de gobierno ultraderechista, que exige continuar la ofensiva hasta lograr la “victoria total”.
En este contexto, el ataque a Hamás en Qatar, aunque autodestructivo desde el punto de vista diplomático, sirve de gesto simbólico para calmar los ánimos de sus socios políticos más conservadores. El problema: esos mismos líderes de Hamás eran los interlocutores viables para la paz.
La ofensiva continúa ahora en Gaza Ciudad, con una evacuación masiva ordenada sobre una zona que alberga a un millón de personas. Las organizaciones internacionales han denunciado los peligros humanitarios, pero el gobierno israelí ha hecho oídos sordos.
“El liderazgo israelí no está interesado en ceder. La única voz que podría hacerlos cambiar de rumbo es Trump, si dijera: ‘ya basta’”, apunta Gayil Talshir, politóloga en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
¿Y los rehenes? El dolor de las familias
Las consecuencias humanas del ataque también golpean en casa. El grupo de familias de personas secuestradas por Hamás vio con alarma el bombardeo en Doha. Muchas temen que se haya cerrado la última vía diplomática posible para rescatar a sus seres queridos con vida.
Einav Zangauker, madre de Matan, preso en Gaza, imploró al primer ministro entre lágrimas: “¿Por qué insiste en sabotear cada posibilidad de acuerdo? ¡¿Por qué?!”.
Repercusiones mundiales: creciente aislamiento de Israel
La decisión de atacar en suelo qatarí aumenta el aislamiento internacional de Israel. Naciones Unidas, la Unión Europea y varios países occidentales han endurecido sus posturas, proponiendo incluso reconocer oficialmente a Palestina como Estado en foros multilaterales.
La Casa Blanca se ve atrapada en un dilema: por un lado, intenta mantener vivo su papel de mediador; por otro, no puede justificar el bombardeo a un país aliado que alberga negociaciones cruciales. La visita del secretario de Estado Marco Rubio a Israel, tras reunirse con Doha, indica el frágil pulso de la diplomacia estadounidense.
Hamás sobrevive, y con ello el ciclo del conflicto
Pese a las decenas de miles de muertos en Gaza y la destrucción masiva del enclave, Israel no ha logrado eliminar a Hamás. La supervivencia de su liderazgo exterior —tanto en Qatar como en Turquía y Líbano— prolonga su capacidad de coordinación y mando.
El histórico objetivo de Netanyahu de “erradicar” a Hamás se aleja con cada decisión unilateral. Lejos de ser aplastado, el grupo islamista gana simpatía en sectores del mundo árabe ante lo que describen como una campaña militar desproporcionada y destructiva por parte de Israel.
La dimensión simbólica del fracaso
En política, las percepciones importan tanto como los hechos concretos. Para Netanyahu, este fallido intento de asesinato sacude su discurso público: alardeaba de alcanzar a “cualquier enemigo, en cualquier lugar”. Pero Doha le recordó que no todo recurso militar tiene sentido político.
El académico Yohanan Plesner lo resume: “Netanyahu no depende del pueblo israelí, que en casi dos tercios ya quiere negociar la paz. Depende, en cambio, de su coalición derechista, que lo sostiene a cambio de más guerra”.
Una guerra sin final claro
Mientras las bombas siguen cayendo sobre Gaza, el futuro sigue encallado. El ataque fallido en Qatar no sólo no debilitó a Hamás, sino que debilitó la posición de Israel en la arena internacional. Y, más importante aún, dejó desamparadas a las familias de los rehenes y frustró los esfuerzos de paz.
En este tablero convulso, cada paso militar sin respaldo diplomático no acerca el fin del conflicto, sino que entierra las oportunidades de una salida estratégica y humanitaria.
“No hay lugar donde no podamos alcanzarlos”, sentenció Netanyahu. Pero el mundo preguntará: ¿a qué costo?